Por Emilio Nazar Kasbo
Ya hemos consignado antes lo que significa el postulado del Tercero Objetivo (http://diariopregon.blogspot.com/2010/12/la-filosofia-y-el-postulado-del-tercero.html). Ahora abordaremos las consecuencias que se siguen de tal postulado. He de manifestar que estas ideas las expuse de modo general al P. Ismael Quiles en una oportunidad en que vino a la ciudad de La Plata invitado por la Suprema Corte bonaerense para hablar sobre el Insistencialismo, con quien tuve un breve debate acerca de la cuestión, que ahora explayo con más detalle.
El postulado filosófico del Tercero Objetivo, lleva a posicionarse en la óptica objetiva de la Causa Eficiente del Universo y de cada subjetividad que constituye la persona humana concreta.
La ontología y la física
La riqueza y la vitalidad de lo subjetivo y de la imaginación propia del alma humana, acaba siendo negada por un realismo materialista que no concibe la existencia de lo espiritual.
Confundida la ontología con la física, se acaba afirmando que todo ser es materia, energía, o ambos a la vez. En el mundo los seres vivientes serían el resultado de una evolución azarosa que deriva en un ser que habla: el hombre.
La explicación que se acaba dando del mundo es la de un compuesto físico-químico sujeto a leyes matemáticas mecanicistas que todo lo rigen y que todo lo deben explicar. El racionalismo absoluto y la pretensión de que la razón todo lo puede explicar, es parte de una soberbia intelectual unida a un pesimismo vital: el hombre es el único ser humano que sabe que un día morirá, y no tiene explicación para ello.
El hombre explicado por la visión materialista se vuelve un ser sin sentido, y necesita inventar sentidos a la vida que provendrán del hedonismo, los vicios en general, o de mesianismos políticos sociales en los cuales buscará confundirse para la evasión de su carencia de rumbo. Si todo acaba en la descomposición del cuerpo, la vida humana será idéntica a la de cualquier otro animal.
La explicación que se ofrecerá a quien reivindique la subjetividad, es que se trata de una mera evasión, ya que la persona racional es aquella capaz de seguir viviendo en la conciencia de los dolores y de la muerte que un día sobrevendrá. La explicación resultará tan dogmática como su negación de lo espiritual. Y sólo quien abandone la postura cínica de tal posición, podrá expresar con sinceridad las conclusiones. La angustia existencial no es ajena al materialista que confunde la ontología con la física.
Es la razón aristotélica la que permite tomar distancia del objeto que se analiza, no para ponerlo en cuestión sino para reconocerlo en sí y poder describirlo y definirlo.
Situándose en la posición del Tercero Objetivo, es decir, situándose la persona de modo intelectual fuera del mundo material y objetivándolo, podrá contemplar que existe un mundo que no obedece a leyes mecánicas, que existe una realidad constituida por la propia subjetividad y por las subjetividades ajenas. Tal objetivación lleva a reflexionar sobre la Causa Eficiente y sobre la Causa Final del Universo y de los seres, en particular del ser humano. Pero esta reflexión no es ya físico-química, sino intelectual. El mundo de la gnoseología no pertenece a la materia, sino al del espíritu humano capaz de conocer.
La gnoseología y la ontología
Así, el ser humano en su experiencia vital única e irrepetible, con sus características particulares, es visto no como un ser desconectado de todos los demás por una imposibilidad intelectual. Es decir, el subjetivismo deforme al cual se arriba como consecuencia de buscar el principio intelectual del pensamiento a partir de las propias ideas del Yo, se convierte al final del recorrido en una incertidumbre acerca del mundo e incluso de las demás subjetividades que lo habitan.
Al poner en duda la objetividad de aquello que captan los sentidos, poniendo en duda los sentidos mismos, la incertidumbre queda grabada indeleblemente de modo que el mundo y todo lo exterior a la propia subjetividad quedará sumido en la incertidumbre, o incluso en una potencial negación, en una aporía del pensamiento.
Esta vía convierte a la gnoseología en una ontología. Por tanto, el extravío de la razón no tendrá límites, y todo lo imaginable podrá ser considerado una realidad, incluyendo el Pegassus o el Centauro. El Licenciado Vidriera de Don Miguel de Cervantes Saavedra, sería el modelo de este poder de la imaginación que todo lo que imagina lo convierte en realidad. En sí, no se trata más que del ridículo extravío de la razón que ha abandonado el sentido común.
El idealismo cerrado, se convierte en cínico, porque puede llegar a desconocer no sólo sus propios límites, sino la propia muerte. El encierro de la persona en sí misma sin poder salirse de sí, negando todo tipo de trascendencia, es una postura que impedirá objetivarse y objetivar el mundo en que toca vivir a cada ser humano. Es necesario salir de esta postura para permitir el razonamiento. Y es desde la idea platónica desde la cual la persona ha de percibir la dimensión ética y a la vez la existencia de un mundo real (aunque platón erróneamente no llega a identificar la realidad del mundo con la realidad de las ideas, convirtiendo a éstas en el hiperrealista “mundo de las ideas”).
El postulado del Tercero Objetivo nos permite situarnos desde nuestra propia subjetividad, objetivándola. Nos separamos objetivamente de nuestra subjetividad, que tampoco dejará de ser subjetiva, para contemplarla “desde fuera” en el marco y contexto en el cual se presenta. De este modo, objetivando en todo lo posible la subjetividad, se puede estudiar y analizar no como una mera introspección psicológica, sino contemplando filosóficamente la realidad de la propia subjetividad, descubriendo que existen otras subjetividades que forman parte de la realidad, y que existe un mundo en el cual estas subjetividades se mueven y desarrollan. La contradicción entre la subjetividad con las otras subjetividades y el conocimiento del mundo, desaparece de ese modo, convirtiéndose en una armonía.
Causa Eficiente y Final
Es lógico que al buscar la Causa Eficiente del Universo, el científico llegue a un punto en el cual la explicación tiene tres alternativas: 1) o reconoce la veracidad de que existe un Dios que todo lo ha creado; 2) o tiene que inventar una explicación apta para un efecto que no tendrá causa; o 3) tiene que convertir en eternos a la materia y la energía, siendo esta última alternativa anticientífica, porque está demostrado que ambas en tiempo y espacio se desgastan. Un “Big Bang” sin causa como único caso en el Universo, no resulta una afirmación científica, porque no explica de dónde surgió.
Es lógico que al buscar la Causa Final del Universo, el científico llegue a un punto en el cual la propia naturaleza resulta insuficiente, porque todo señala que hay una extinción de todos los seres, incluso de la materia y de la energía de los seres inanimados. El rumbo final de destrucción del Universo físico resulta de una proyección, y al arribar a ese punto, cabe la incertidumbre mayor de preguntarse por qué el Universo existe, y por qué tiene una tendencia a su extinción arrastrando a todos los seres. Efectivamente, la proyección científica es hacia la aniquilación del Universo en algún momento dentro de miles de millones de años. La Causa Final del Universo queda sin explicación.
Es lógico que al buscar la Causa Eficiente de la propia subjetividad, nos hallemos ante la experiencia consciente de la propia persona y sus recuerdos. La atribución a los padres de la propia subjetividad, no puede ser hecha sin un sentido de trascendencia de la propia subjetividad, pero alcanzado el grado de madurez personal es el propio libre albedrío y la propia libertad la que tallan el alma. Descubrir la Causa Eficiente de la propia subjetividad es imposible sin la trascendencia, y por ello quedaría sin explicación.
Es lógico que al buscar la Causa Final de la propia subjetividad, nos hallemos ante la certeza de la propia muerte en que la experiencia propia se acabará en este mundo. Hallar el sentido de la vida en la moral, implica aceptar un principio objetivo al cual la subjetividad ha de seguir para alcanzar la virtud; pero ello no resuelve la vinculación de la subjetividad con el mundo objetivo de la moral (a excepción de que la moral se subjetivice completamente, con lo cual ya no sería moral). Sería más adecuado ubicar la Causa Final de la propia subjetividad en la Felicidad, pero esta en su grado absoluto es inalcanzable para la efímera finitud de la persona en este mundo, y resulta difícil definir el sentido de la vida para alcanzarla sin que sea objetivada, es decir, sin que se considere externa a la propia subjetividad. Lo que sí resulta claro es que la propia subjetividad no resulta suficiente para alcanzar la Felicidad, y de ese modo la Causa Final de la propia subjetividad queda inexplicada.
Todo ello resulta lógico porque se trata de causas extrínsecas al ser, ya sea del Universo, ya sea de una persona humana. Asimismo, resulta lógico que queden sin explicación por parte de los científicos o de los que manifiestan un pensamiento del tipo existencialista, porque escapa a la mera experiencia interna y al mundo físico-químico para pasar a la contemplación filosófica. Es decir, quien se hace estas preguntas, está dejando la “ciencia” en el sentido moderno de la palabra (no como conocimiento científico de la verdad, sino como práctica experimental sobre un mundo material) y está abandonando la trágica literatura existencialista, para convertir todo eso en un mero preludio que incita al pensamiento filosófico.
Arte teológico
Efectivamente, el cuadro de Salvador Dalí representa el postulado filosófico del Tercero Objetivo, incluyendo los alcances teológicos.
El ser humano que quiera objetivar su propia experiencia vital, objetivar al resto de las personas y objetivar el mundo, se posiciona en la óptica de Dios.
El hombre llega a conocer la óptica de Dios a través de la Revelación que es transmitida por la Tradición hasta el fin de los tiempos, y para ello recibe el Don que es la Gracia de la Fe para vivir la Esperanza en la Caridad.
Dios mira a la persona humana, Dios mira a Su Hijo crucificado. La subjetividad humana de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, en el mayor de los padecimientos de su tiempo. Sí: esa subjetividad es un compuesto sustancial de cuerpo y alma, porque es verdadero hombre, aunque no abandona su Naturaleza Divina. Ese momento es el de mayor dolor, cuando el Universo se sacude y la oscuridad se expande, cuando la mayor Esperanza parece extinguirse porque los pecados de todos los hombres instigados por el Demonio, el Mundo y la carne son soportados por la Caridad Encarnada, la única que podía soportar semejante peso.
El resto de los seres humanos somos una imagen y semejanza de Jesucristo, y vivimos la lucha contra el mal y el pecado, contra el Demonio, el Mundo y la carne, a nuestra medida. Somos otras subjetividades, otras realidades vitales humanas, otras experiencias personales, compartiendo una misma naturaleza humana. Y Dios ve todo eso.
Dios también ve el mundo, y cómo el cuerpo humano tiene elementos de materia, que responden a las leyes biológicas, y el alma que lo informa que es espíritu inmortal. Dios todo lo ve, todo lo sabe, todo lo Gobierna o guía con su Providencia y Predestinación: el Universo y cada persona humana.
Como Creador, todo lo ha hecho bueno, mientras que lo malo ha sido responsabilidad de quien ha abierto la posibilidad de negar a Dios. Lo malo es una opción espiritual que atenta contra Dios, que es el Bien, la Verdad y la Belleza.
Ontología Gnoseología y Teología
Como materia no podemos medir a Dios que es puro Espíritu. Como subjetividad finita de un ser espiritual, no podemos siquiera abarcar a Dios. A Dios no lo podemos objetivar, a Dios no lo podemos abarcar. El postulado filosófico del Tercero Objetivo simplemente es objetivar el mundo y objetivar la propia subjetividad y las ajenas, tratando de posicionar la mirada de todo desde la óptica de Dios, pero sin pretender suplirlo ni abarcarlo.
Si un mero ser humano pudiese ver todo el Universo y a cada persona como Dios lo conoce, incluyendo los futuribles, podríamos conocer las aberrantes consecuencias de pecados que a veces consideramos tontos y sin importancia, podríamos conocer los pecados que podríamos haber cometido… o podríamos conocer las cosas buenas que podríamos haber hecho y que no hicimos. Eso está fuera del alcance de un mero ser humano, y la mera posibilidad de tal conocimiento nos angustiaría de tal modo que seguramente moriríamos de dolor al conocer la magnitud de la ofensa a Dios.
Existe un punto en que la ciencia y la introspección quedan sin explicaciones. Existe un punto en que la gnoseología y la ontología conducen a la apreciación teológica. La teología podrá valerse de la gnoseología y de la ontología que se desarrolla en base al sentido común, sin contrariarlo, porque Dios no es contradictorio porque sería imperfecto. El simple ser no es Dios, sino solamente Jesucristo, Su Hijo Unigénito, afortunadamente.
De este modo, el camino para integrar la subjetividad propia y las demás subjetividades sobre la realidad del mundo, es posicionarse como Tercero Objetivo, ya sea desde la óptica filosófica de la Causa Eficiente o de la Causa Final, o desde la óptica teológica de Dios que se encarna en una subjetividad en un mundo en que el Pecado Original tiene consecuencias hasta el fin de los tiempos. Dios crea, y en Dios halla sentido el Universo y Felicidad absoluta el ser humano.
Todo lo expresado se presta a un debate filosófico, a veces para precisar términos, otros para precisar conceptos. Pero también para el debate teológico, que no se excluye de ninguna manera.