sábado, 9 de noviembre de 2013

EL CUMPLIMIENTO DEL DEBER COMO OBLIGACIÓN Y RESPONSABILIDAD SOCIAL



En tiempos de tiniebla, 
cuando priva la sinrazón,
 los principios y la conciencia 
hacen del cumplimiento del  deber 
una sagrada permanente obligación .
JCA

Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Avila (LMGSM 1 y CMN 73)

        Nadie ignora que nuestra Argentina esta en problemas, en los que cae recurrentemente, ante la sorprendida mirada del mundo, que no encuentra justificativo a lo que nos sucede, por lo que surge el interrogante lógico: si su ciudadania y gobierno cumplen con su deber. Aquellos que no cumplen con su deber, tienen que tener su conciencia adormecida y sus sentimientos éticos y morales destruidos, porque, de alguna manera, traicionan lo que son y destruyen lo que se les asigno como obligación.

       ¿Es posible que exista una carga de conciencia mas grave que el no cumplir con el deber? Este es un interrogante que alcanza a todos, pero que es tanto mas importante cuanto mas alta es la jerarquía. El individuo aislado o integrante de un grupo tiene  deberes que se muestran como obligaciones propias o compartidas. Estas obligaciones nacen del conocimiento, por lo que, aquel mas capaz, tendrá mayores por la natural responsabilidad del saber. El primer deber es consigo mismo, ya que, naturalmente, cada uno es el dominio básico del individuo, lo que nos hace persona. Esta obligación personal se proyecta al entorno, en la medida que se crean enlaces en cada medio, sea la familia, el trabajo y/o la vecindad. La obligación individual crece, además, en tanto cada uno tenga la responsabilidad de representar, mandar, dirigir, conducir o resolver sobre temas que se originan o afectan a terceros. Ello nos lleva a preguntarnos, si los que nos representan constitucionalmente (CNA Art 1), ¿nos lo hacen a nosotros o somos nosotros usados por ellos, para respaldarlos en sus fines ideológicos?

      Esta relación, originada en el deber, impone, lógicamente, una determinada vinculación, que identifica seres y determina acciones. La vida familiar, laboral o grupal, de cualquier tipo, como las actividades especificas que requieren profesionalismo, tienen sus propias y respectivas reglas, algunas veces en  forma de normas, pero, otras, como conductas. Las normas están especificadas de alguna manera, en cambio las conductas, surgen como resultantes de los usos y costumbres. Se espera que los individuos o las comunidades de mayor nivel, sean las que tengan mas desarrollados sus deberes, partiendo de las conductas, como, las menos ilustradas, requieren de normas que se les impone, como guia de sus acciones. Ello nos lleva al concepto de libertad, que será mas concreto, en la medida que se cumpla con lo que se debe, pues, de esta manera, se lo afirma, defiende y demuestra.

    Cumplir con el deber, cuando está especificado, es, en realidad, algo fácil, ya que esta ello fijado, aceptado e impuesto. Cumplir con el deber, cuando se está ante una situación crítica, no prevista o circunstancial, requiere formación, ya que es activar sentimientos, antecedentes y carácter, cuya única satisfacción está en haberlo hecho. La satisfacción por el deber cumplido, es uno de los íntimos y personales sentimientos, que nacen en la conciencia y se instalan en ella. Esta satisfacción es la que muestra dignidad, señala altruismo y expresa los valores que hacen el héroe o el sabio.

    Aunque parezca sorprendente, una característica que destaca a la persona sabia y heroica a la vez,  es tener la capacidad de saber y entender, que, por alguna razón, común o circunstancial, no está en capacidad y/o aptitud para cumplir con su deber. Lo lógico esperado de esa grandeza es reconocer su falencia y lo racional necesario es transferir la obligación. La realidad ambiental muestra que, en ocasiones, la virtud de reconocer y transferir no se materializa, por lo que existe la necesidad del control que, en la medida que sea científicamente puro, sano y efectivo, sera justo y oportuno. Cuanto mayor sea la responsabilidad de las obligaciones, mayor deberá ser el control, por la necesaria prudencia y la obligada prevención de la magnitud de sus efectos. Todo ser humano, toda actividad realizada o todo proceso en acción, necesita tener un ámbito de control, no tan solo para lograr su exacta realizacion, sino también para percibir errores y/o equívocos que, enmendados en tiempo, solo serán ello, y no se convertirán en fracasos o desastres.

Se dice que se actuó "más allá del cumplimento del deber", cuando se pone para hacerlo, en riesgo valores básicos, como es la vida y, en ocasiones, cuando lo que se arriesga es el prestigio o el honor, dado que los mismos configuran éticamente una misma figura. En estas situaciones, aparece la figura del héroe, el ejemplo o el modelo, que se proyecta como tal, dentro de una sociedad  o tiene acceso a las páginas de la historia. Los argentinos tenemos en esa dimensión al General José de San Martín, en su "renunciamiento" ante Bolívar. El mundo actual, ha ubicado en esa magnitud, al Papa Benedicto XVI, en su abdicación como Sumo Pontífice, considerando que la temática vaticana a resólver excedía a sus fuerzas y capacidades. Existen muchos y variados ejemplos que recuerdan gestos y personas, ante diversas situaciones, que su sola exposición, es una manera de subliminar a lo humano. Sin embargo, lamentablemente, también hay situaciones contrarias, en las cuales, el temor, la envidia o el egoísmo, presenta aquellos y aquello en forma negativamente cruel.

     Nuestra Argentina está en problemas. Estos problemas pueden ser resueltos si quienes asumen la responsabilidad de hacerlo son lógicamente idóneos y técnicamente aptos. La realidad es que los que se postulan para gobernar, no se apoyan en un sistema apto, efectivo y capaz. La conciencia de los dirigentes del presente debe decirles si "están cumpliendo con su deber" al actuar, hacer, decidir y conducir como obligación gubernamental a la Nación hacia el futuro.

SANCHO, SIGUES SIENDO "PANZA", PUES LOS LADRIDOS NO TE DESPIERTAN




Por el Dr. Cosme Beccar Varela 
Buenos Aires, 08 de Noviembre del año 2013 – 1204

Recibí de un antiguo lector y amigo de "La botella al mar" una carta (el 7/11/2013)  en la que incluye el siguiente párrafo: 

"....desde hace un tiempo a esta parte, lo observo un tanto intempestivo, con quien no coincide con su pensamiento. Desde ya le digo que está en todo su derecho, pero le arrimo una opinión, ya que la verdad no tiene dueño, ni dueños, ésta existe más allá que la mentemos o no. Y al recto observador de la realidad, le corresponde por razón de estricta justicia, mostrar la verdad y no utilizarla como una cachiporra, ya que la misma realidad nos *agrede*, por así decirlo, hasta el cansancio." 

* * * 

Esto me da ocasión para escribir algunas reflexiones sobre la razón de ser de "La botella al mar" y, en definitiva, de mi vocación personal, o sea, aquello que creo es mi deber frente a Dios y a mi prójimo. 

Hace muchos años que milito en las filas del catolicismo. No presumo haber hecho todo lo que debía,  pero si estoy seguro de no haber traicionado jamás a sabiendas mi fidelidad a la doctrina de la Iglesia ni al mandato histórico de la civilización cristiana de la cual nuestra Patria fue parte, como lo es hoy de los restos de su naufragio. 

Han pasado 57 años desde que me presenté en estas lides y 13 desde que publico "La botella al mar", siempre con la misma intención y con los ojos puestos en la buena doctrina y en la realidad del país, y he podido comprobar tres cosas: 

1) Que la doctrina de la Fe está siendo silenciada, falsificada y substituida en los ambientes eclesiásticos por la herejía modernista-progresista y que, por lo tanto, los católicos laicos hemos quedado desamparados y librados a nuestras propias fuerzas y entendederas. 

Eso tiene un lado esperanzador porque Nuestro Jesucristo prometió que "estará con nosotros hasta la consumación de los siglos" (S. Mateo 28, 20), es decir, si falta el sostén de la Iglesia visible a la que siempre debemos ser fieles por más que su faz esté velada y oculta, se redobla y se redoblará en cada uno de nosotros el auxilio de la gracia para no caer en la herejía, puesto que el mismo Salvador afirmó: "El Consolador, el Espíritu Santo, que mi Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará cuantas cosas os tengo dichas" (S. Juan 14,26). Es lo que Pio XII llamó "la inhabitación del Espíritu Santo en nuestras almas" (Encíclica "Mystici Corporis Christi", nro. 35). 

2) Que el país ha sido dominado constantemente por los peores con las peores ideas, más o menos disimuladas, pero siempre eficaces en su siniestra tarea de destruir nuestras tradiciones y abolir el bienestar general basado en la Justicia. 

El peronismo ha sido y sigue siendo el instrumento del comunismo, del militarismo, del liberalismo hipócrita, de la corrupción moral y del latrocinio descarado. Los buenos no pueden prosperar, los que deberían gobernar son anulados, los más desvergonzados son promovidos y por detrás de toda esa farsa política, es evidente que está en marcha un plan para montar un Estado marxista-leninista sobre las ruinas de la vieja Argentina. 


3) Que ante este panorama evidente e insoslayable, los "buenos patriotas" se hacen los idiotas y se niegan a enfrentar el peligro para defender la Patria. Usan diversas excusas, algunas de ellas invocando una causa noble, pero que no sirve para detener el proceso en el que estamos forzadamente embarcados. Y eso ocurre desde que tengo memoria, aunque antes todavía quedaban algunos que intentaban resistir: ahora no queda nadie, de manera que es inútil argumentar y exhortar. Todo cae en saco roto. 


* * * 

Siendo así, ¿qué cree mi amable amigo epistolar que debo hacer?  Tengo sólo dos opciones: o no decir nada más o dar “garrotazos” de verdades, no porque yo sea "dueño de la verdad", como dice mi amigo usando una frase de mal origen, sino porque la verdad es dueña de mí y no puedo callarla para convertirme en un "perro mudo", como los prelados y los "bien nacidos". 

El ladrido del perro despierta y alerta al durmiente para la defensa. Si oyendo el ladrido, éste sigue durmiendo, eso significa que es un traidor y que, antes que luchar, prefiere dejar que los criminales entren en su casa, maten a sus hijos, violen a sus hijas y lo degüellen a él. Obviamente, no puedo sentir amistad sino una enorme pena por esos cobardes y rezar por su conversión. Sin dejar de "ladrar" con todas mis fuerzas. 

Cosme Beccar Varela