Va una monja en una motoneta por una ruta en la que hay una curva que es imposible de pasar.
Sea cual fuese la velocidad a la que la pase pase cualquier vehículo, camiones, autos o motocicletas, en ese lugar todos se salen del camino.
De pronto llega la monja a la curva, y la pasa perfectamente, sin dificultad alguna.
Un par de policías de tránsito ateos y anticatólicos que conocían bien el sitio, estaban aguardando a los vehículos en un lugar ocultos tras una arboleda, para imponer una multa a los que dieran la vuelta a la curva saliéndose del camino, es decir, a todos.
Como no podía ser de otro modo, detuvieron a la monja, a pesar de que no había descarrilado.
- Los papeles –dice uno de los policías de modo severo y seco, como si hubiese cometido una falta.
La monja, confiada en no no haber cometido ninguna irregularidad, les entrega la documentación. Todo estaba en regla.
Tras revisar la motoneta y verificar que las luces funcionaban, que tenía la placa de la patente correctamente colocada y que estaba todo en orden, uno de los policías pregunta muy enojado a la monja:
- ¿Cómo es que ha sido capaz de pasar la curva sin que les pase nada, sin descarrilar?
- Es que el Señor va conmigo –replica la religiosa.
Y en el mismo instante en que termina de pronunciar la frase, el otro policía que aguardaba en silencio le informa:
- Multa. Denunciada, porque en la moto están viajando dos.
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