viernes, 14 de diciembre de 2012

EL ISLAM, LA POLÍTICA Y EL DERECHO DESDE EL CORÁN (II)


 Se transcribe la segunda y última parte de la intervención del Presidente del Instituto de Filosofía Práctica –INFIP-, el Dr. Bernardino Montejano, en el Instituto de Filosofía del Colegio de Escribanos de la ciudad de Buenos Aires, titulada “EL ISLAM, LA POLITICA Y EL DERECHO DESDE EL CORAN”.

Por el Dr. Bernardino Montejano

a Lilí Goldfarb, la sufí de buenos recuerdos espirituales.
Después de la primera parte, nos han quedado muchas cosas en el tintero; trataremos de abordar algunas de ellas. Y seguiremos girando en torno del Corán, pues si el cristianismo “está centrado sobre una persona, Cristo; el Islam está centrado sobre un Libro, el Corán[1].
I.- Monoteísmo musulmán.
En primer lugar, insistiremos en destacar el monoteísmo musulmán, que entendemos fue un progreso respecto al politeísmo reinante a la aparición de Mahoma.
Así, ordena el Corán: “No os prosternéis ni delante el sol, ni delante la luna; arrodillaos delante de Dios que los ha creado sea a él a quien vosotros adoréis” (Sura XLI, Aleya 38)[2].
Hasta la irrupción de Mahoma, la Kaaba, el centro religioso de La Meca era una feria de ídolos. La “piedra negra” de origen meteorítico había sido convertida en un fetiche idolátrico; “estaba rodeada de un amplio y rústico claustro, en el que se hallaban representadas todas las divinidades tribales”. Como señala José Antonio Galera, “La Meca llegó a convertirse en un centro cultural y religioso de primera categoría, centro caravanero y lugar de peregrinación en momentos tradicionalmente establecidos, dentro del año lunar, para realizar sus ritos ancestrales”[3].
Es un progreso análogo al del cacique de la Curvita, Cornelio Segundo,  indígena Wichí que habita el norte salteño, quien le contesta a un curioso periodista que llegó al lugar en busca de indios “puros”, de pueblos originarios, y que requería la presencia del brujo de la tribu: “Brujo no hay. Sólo hay que creer en Dios. Antes la gente pensaba que al padre del pescao hay que hablarle para que nos dé pescao. Otros decían que el monte también tiene su dueño. Cada pájaro tenía su jefe. Igual los árboles. Ahora que estamos más dispiertos, se da que Dios es padre de todas las cosas”[4].
Desde una perspectiva cristiana es lo que canta nuestro poeta Miguel Angel Etcheverrigaray:
“Aunque te creas derrotado,
con este signo vencerás;
politeísmo fracasado
sólo con Uno triunfarás
los dioses son camino andado
polvo de tierra y nada más.
Yo soy aquel que bien te ama
y con mi signo vencerás”[5].
Respecto a Dios, como bien aclara el actual obispo de Montauban Monseñor Bernard Ginoux, en un texto que pareciera dedicado a un colega cursante, “no hablamos el mismo lenguaje. El Dios del Islam es ‘el Todo Poderoso creador’, pero no es el Dios del amor trinitario que Jesucristo, el Hijo, revela al mundo”[6].
II.- Respeto por el nombre de Dios.
Mahoma prohíbe jurar falsamente. “Ellos pronuncian falsos juramentos… Dios les ha preparado un terrible castigo” (Sura LVIII, Aleyas 14 y 15)[7].
En el juramento se pone en juego el honor de Dios; o se supone que no conoce la verdad o se lo quiere utilizar como cómplice de la mentira.
Los dos  juramentos más importantes son el asertorio y el promisorio. El primero, mira al pasado, es el de los testigos de los tribunales; el segundo, es un compromiso con el futuro, es el que prestan los gobernantes, los jueces, los miembros del Congreso, los profesionales al comenzar el ejercicio, entre ellos los escribanos.
El hecho de jurar es poner a Dios por testigo, es un acto religioso; por eso ya en la República española, los republicanos ateos, hombres cultos en general, jamás juraban, sino que prometían un buen desempeño del cargo.
III.- La adivinación.
“Ningún hombre sabe lo que le ocurrirá mañana; ningún hombre sabe en qué tierra morirá” (Sura XXXI, Aleya 34)[8].
No podemos conocer los futuros humanos contingentes. Podemos y es lícito tratar de anticipar el tiempo, el frío o el calor, la lluvia, la helada o el granizo, los eclipses y tantas otras cosas que dependen de sus causas que se encuentran en la naturaleza física. Pero nuestro futuro contingente, no; eso es adivinación, porque dicho porvenir lo conoce sólo Dios; querer saberlo sin una directa revelación divina es usurpar un derecho divino, convertirse en adivinos.
Pero no nos conformamos y recurrimos a los astros, a los demonios, a las brujas, a los horóscopos, al tarot, (ver en el diario La Nación, la sección “Astrología y Tarot”), y a cuanta imbecilidad pasa por la cabeza de nuestros contemporáneos.
Recordemos la sabiduría que Sófocles pone en boca de Teseo: “hombre soy y el futuro es tan incierto para ti como para mí[9].
El Corán insiste: “Está prohibido consultar la suerte por medio de flechas” (Sura V, Aleya[10] 3) y “Las flechas adivinatorias son una abominación y una obra del Demonio” Sura V, Aleya 90[11].
        
IV.- Las criaturas humanas.
         Dios se ocupa de sus criaturas, en especial de las humanas más indefensas. Todo lo demás está al servicio del hombre y por eso dice el Corán: “Los animales son puestos a vuestro servicio para que vosotros proclaméis la grandeza de Dios” (Sura XXII, Aleya 37)[12].
Hoy, los dos lugares más peligrosos para la vida de los más débiles entre los débiles son el útero materno y la cama del hospital; el primero por el aborto, la segunda, por la eutanasia. Por eso, en el frontispicio de algunos nosocomios se podría escribir la frase que Dante coloca a la entrada del infierno: “Vosotros, los que entréis, dejad aquí toda esperanza[13].
Esa vergüenza que es el proyecto de Código Civil, en el cual ha colaborado más de un colega, no le concede personería jurídica a los embriones.
Mucho más respetuoso de esa vida humana es el Corán: “El Señor os conoce perfectamente cuando os ha creado de la tierra y cuando vosotros erais todavía embriones en las entrañas de vuestras madres” (Sura LIII, Aleya, 32)[14].
Aquí la concordancia con el Antiguo Testamento es llamativa: “Mi embrión tus ojos lo veían; en tu libro están inscriptos todos los días que han sido señalados sin que aun exista uno solo de ellos”, Salmos, 139, 16).
Esta es la venerable tradición musulmana, judía y cristiana, de la cual hoy renegamos por obra de algunos iluminados.
Pero también el Corán protege al ser humano contra el aborto y el infanticidio.
“Que los creyentes juren… que no matarán a sus propios hijos”  (Sura LX, Aleya 12)[15]. “Los dioses de numerosos politeístas les han hecho creer que estaba bien matar a sus hijos” (Sura VI, Aleya 137)[16] y “No matéis a vuestros hijos por temor a la pobreza” (Sura VI, Aleya 151)[17].
V.- El buen uso de los bienes temporales.
Pero además no sólo se ocupa, como hacen aquí algunos, “del niño por nacer”, sino también del niño nacido, con problemas de subsistencia. Buen ejemplo para la Argentina de hoy.
El Corán considera en general al hombre como administrador de los bienes terrenales y manda practicar esa virtud que llamamos liberalidad, término medio superador de la avaricia y de la prodigalidad: “No olvidéis de usar la generosidad los unos hacia los otros” (Sura II, Aleya 238)[18].
También dispone el Corán: “Una parte de sus bienes vuelve por derecho a los mendigos y a los desheredados” (Sura LI, Aleya 19)[19].
Esto es muy parecido a lo afirmado por Santo Tomás: “los bienes superfluos que algunas personas poseen son debidos por derecho natural al sostenimiento de los pobres” (Suma Teológica, 2-2, q.66, a.7)[20].
El avaro se queda sin lo suyo; por perseguir los bienes económicos, pierde el sentido de los verdaderos bienes, con lo cual se perjudica a él mismo; el tener más constituye un obstáculo para ser más: “Aquel que es avaro, es avaro en su propio detrimento” (Sura XLVII, Aleya 38)[21]; “El hombre es ingrato hacia su Señor, su amor por las riquezas es más fuerte” (Sura C, Aleyas 6, 8)[22].
Es lo que leemos en el Evangelio: “No se puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará a otro. No podéis servir a Dios y al Dinero” (Mateo, 6, 14).
El avaro se desentiende de la suerte de los demás y es acusado por el Corán: “Vosotros no honráis al huérfano, no os animáis mutuamente para nutrir al pobre, devoráis con avidez las herencias, amáis las riquezas con un amor sin límites” (Sura LXXXIX, Aleyas 17 a 20)[23].
Pero también es condenado el pródigo, que en el fondo, es un irresponsable falto de providencia. Por eso manda el Corán: “Da a tus parientes próximos aquello que les es debido, así como al pobre y al viajero; pero no seas pródigo. Los pródigos son hermanos de los demonios” (Sura XVII, Aleyas 26/27)[24].
El Corán manda: “Sed buenos con respecto a vuestros parientes, a vuestros prójimos, a los huérfanos y a los pobres” (Sura II, Aleya 83)[25].
Respecto de la limosna voluntaria se aconseja dar lo superfluo y hacer bien a los huérfanos que son nuestros hermanos (Sura II, Aleya 220)[26].
Como el hombre es dispensador debe “atribuir una parte de los bienes a los prójimos, a los huérfanos y a los pobres”; aquellos que devoran injustamente los bienes de los huérfanos, “tienen fuego en sus entrañas y caerán rápido en el Brasero” (Sura IV, Aleyas 8 y 10)[27]. Como destaca Louis Gardet: “el Corán insiste mucho acerca de la ayuda a dar a los huérfanos”[28]
No olvidemos que Mahoma era un guerrero y que sus huestes combatían no sólo por obediencia a los mandatos divinos, sino también por el botín, cuánto más abundante y jugoso, mejor. Pero esa presa no era toda para los combatientes, ya que el quinto correspondía “a Dios, al Profeta y a sus allegados, a los huérfanos, a los pobres y al viajero” (Sura VIII, Aleya 41)[29].
“Los servidores de Dios alimentan al pobre, al huérfano y al cautivo” (Sura LXXVI, Aleya 8)[30].   
VI.- La justicia en el comercio.
Mahoma recomienda un uso honesto de las pesas y de las medidas, el que hace posible la concreción de la justicia conmutativa: “Utilizad medidas exactas, no seas de aquellos que trampean. Pesad con una balanza justa, no causes daño a los hombres… no seáis malhechores sobre la tierra corrompiéndola” (Sura XXVI, Aleyas 181/184)[31].
También está considerado el tema de los depósitos y su devolución: “Dios os ordena restituir los depósitos y juzgar según la justicia cuando vosotros juzguéis entre los hombres” (Sura IV, Aleya 58)[32].
El hombre justo es aquel “que cumple con sus compromisos” (Sura II, Aleya 177); “Felices los creyentes… que respetan los depósitos confiados así como sus compromisos” (Sura XXIII, Aleyas 1, 8 y 9)[33].
VII.-Algunas penas especiales: la apostasía y la blasfemia.
         La apostasía es el acto por el cual el musulmán abjura de su fe; en cambio la blasfemia es una ofensa a Dios, a un ángel o a un profeta, proferida por un musulmán o un no musulmán, como el caso famoso de Asia Bibi en Pakistán.
         Como escribe José López Ortiz “el apóstata, probado suficientemente su crimen, es exhortado al arrepentimiento y se le concede un plazo de tres días, pasados los cuales, si no se retracta es condenado a muerte… Al blasfemo, probado su delito y calificado de grave se condena sin más a muerte, sin tener en cuenta su arrepentimiento”[34].
         VIII:- El consumo de vino.
         En la reunión pasada nos ocupamos del tema del vino, ahora veremos la insólita sanción como castigo, descripta por López Ortiz: “El musulmán que en pleno uso de sus facultades bebe vino o cualquiera otra bebida con la cual se pueda llegar a embriagar se hace acreedor a la pena de ochenta azotes. Ni aun el haber hecho uso de la bebida en cantidad insignificante, ni aun como medicamento le excusa de la pena[35]. ¡Otra que el control de alcoholemia, con un alcoholímetro, y el secuestro del auto, con márgenes de tolerancia!, sino ochenta azotes.
         Junto a la interdicción del vino se encuentra la prohibición de los juegos de azar invento del demonio. Según la escribana Bilbao, siempre moderada, no es tan así, porque alguno muy de tanto en tanto puede ir al Casino de Mar del Plata, pero nosotros entendemos que también debe ser demoníaco haber transformado a la Argentina en un gran garito, en una timba gigantesca, que contribuye a destrozar a muchos imbéciles que acaban arruinados.
VIII.- Una forma muy particular de combatir el error.
         Los musulmanes tienen una forma muy particular de combatir el error que si la aplicamos acá eliminaría a varios cursantes, uno de ellos hoy ausente afectado por la fiebre, cuya palabra refutativa esperábamos con ansiedad: Lanzamos contra el error la Verdad que le aplasta la cabeza, y he aquí que el error desaparece. ¡Desgracia a vosotros! Por causa de aquello que inventáis” (Sura XXI, Aleya 18)[36]
IX.- El sufismo: una heterodoxia del Islam.
Durante un tiempo estuvimos bastante cerca de una sufista; linda por dentro y por fuera; de ella nos quedó el libro “Las hazañas del incomparable Mulá Nasrudin” (Kalendar, Buenos Aires, 1969),  del cual hemos fotocopiado diversos cuentos, elocuentes y educativos, para los cursantes.
El sufismo es “un movimiento espiritualista de fe islámica que se traduce en modos y maneras ascéticos, dirigidos a provocar en este mundo la unión con Dios (cosa que para la ortodoxia islámica tradicional es algo impensable dada la pequeñez de la criatura humana)”[37].
Según esa ortodoxia el musulmán está llamado a someterse a Dios, no a amarlo, “el vive constantemente bajo la mirada de Dios, no una mirada de amor sino de vigilancia”[38].
Las características del sufismo han sido bien señaladas por José Morales, en su libro El Islam, (Riap, Madrid, 2001): “el sufismo ha sido para el Islam como la respiración que anima un cuerpo… Es un camino de perfeccionamiento interior, una fuente de fervor… significa una reacción frente al conformismo y la rutina de la enseñanza religiosamente establecida, y contra la esclerosis espiritual de una religión formalística”.
Los sufís han sido llamados “los místicos del Islam” y ya sus primeros círculos buscaban una “regla de vida” nutrida de una meditación interiorizada del Corán: “vestidos sea de una túnica remendada, sea de una bata de lana, los primeros ascetas se agruparon con rapidez. No era una vida monástica propiamente dicha, sino del grupo del maestro y sus discípulos”[39]-
El sufismo se apoya en un texto del Corán, el Sura III, Aleya 31, que dice: “Seguidme, si vosotros amáis a Dios; Dios os amará y perdonará a vosotros vuestros pecados. Dios es quien perdona, él es misericordioso[40].
Un sufí prominente, Hallâj une a la fe con el amor cuando afirma: “nadie adora a Dios por un acto que le sea más agradable que amándolo”, porque en el amor está la llave de todo misterio. Esto no podían soportarlo los escribas y fariseos del Islam, los doctores y los juristas y Hallâj fue condenado y ejecutado en el año 922. Estos leguleyos y juridistas afirmaban que “el creyente puede y debe amar la Ley de Dios, los Mandamientos y beneficios de Dios, pero no a Dios mismo, en Él mismo”[41].
Transcurrieron casi dos siglos hasta que Algacel (al Ghazzali), sufí prestigioso intentara una síntesis y “le dio al sufismo solidez y coherencia teológica… A partir de él empiezan a fundarse monasterios sufíes para vivir a su modo y manera el Islam… En tiempos del califato abasí, se convirtieron en promotores del conocimiento y estudio de ciencias: química, matemáticas, arquitectura, astronomía… Todo ello en las “madrasas” (escuelas superiores)”[42].
           Finalmente, cabe destacar que el sufí Ibn Arabî tomaba “como regla suprema de santidad a la vida de Jesús”[43].
          X.- Islamismo y cristianismo.
          Entendemos que como cristianos podemos tener un diálogo cultural con los musulmanes, y con los judíos, con mayor razón. De este diálogo tenemos que excluir a todos los fundamentalistas, porque ellos han renegado de la base cultural común; su verdad, como afirmaba Mao, “está en la punta del fusil”.
           Eso nos permitirá aclarar algunas cuestiones; así un problema preliminar al rechazo o no de la Trinidad, es precisar el concepto de persona que no existe en la lengua árabe.
           El Islam se preocupa por defender la unidad trascendente de Dios y el famoso Sura 112 dice: “Él es Dios Único, Dios él sólo. Él no ha engendrado y no ha sido engendrado[44]. Muchos musulmanes se sorprenderían si leyeran lo definido por el IV Concilio de Letrán, año 1215, cuando enseña acerca del Misterio de la Trinidad y dice que esta “suprema Realidad incomprensible e inefable es la substancia, esencia o naturaleza divina; que sola es principio de toda cosa, sin que ningún otro pueda ser; y esta Realidad no engendra ni es engendrada[45].
            Finalmente, la respuesta de un Papa a la demanda de un príncipe musulmán, que debería guiar a un verdadero diálogo: “Es esta caridad que nosotros nos debemos recíprocamente, porque nosotros creemos en un solo Dios, bien que de manera diferente, y porque nosotros Lo alabamos todos los días como el creador y gobernador del mundo”[46].                           
               XI.- La violencia, hoy.
               Ahora, haremos algunas referencias a las violencias musulmanas de hoy, concordando desde el vamos con nuestro querido colega enfermo, Hernán de Pablo en algo fundamental: No todos los musulmanes son terroristas ni todos los terroristas son musulmanes.
                Sin embargo, el programa de los “Hermanos Musulmanes”, de tanta influencia hoy, ratifica el carácter de totalidad clásico de su religión: “El Islam es dogma y culto, patria y nacionalidad, religión y Estado, espiritualidad y acción, Corán y sable[47].
                Para que valoremos  el nivel intelectual de algunos que no dejan día sin matar algunos cristianos o quemar alguna iglesia, colegio o institución religiosa cristiana, se destaca en el norte de Nigeria uno particularmente sanguinario, el llamado Boko Aram, que significa “los libros están prohibidos”, evidentemente todos, menos “el  Libro”, o sea, el Corán[48].
                Hoy, el terrorismo aparece muchas veces ligado con los musulmanes fundamentalistas: se secuestra, se tortura, se asesina, en nombre de Alá. Y a veces las mezquitas que deberían ser lugares de oración, se convierten en centro de reclutamiento y adoctrinamiento de futuros terroristas.
Un día antes de la masacre de las Torres Gemelas aparecieron las declaraciones del gran muftí sirio Ahmand Katfaro, quien bendecía en público los atentados contra Israel: “los heroicos mártires suicidas representan una reacción natural y legítima que es necesario bendecir del mismo modo en que nosotros rechazamos los crímenes sionistas que continúan golpeando a nuestra gente en Palestina[49]. Podríamos traerlo al muftí a Buenos Aires para un diálogo ecuménico con el rabino Abraham Skorka, nuevo doctor honoris causa de la Universidad Católica Argentina, quien hizo la apología del sionismo al aceptar su designación. El tema podría ser: ¿Sionismo impoluto o criminal? Y el moderador, el irresponsable rector Fernández, que entregó la distinción[50]. ¿A quién aplaudirán los aplaudidores?
Las declaraciones de Kaftaro fueron efectuadas después de un atentado en el cual murieron dos kamikazes y que causaron cinco muertos y más de cuarenta heridos. El muftí no es un personaje marginal ya que recibió a Juan Pablo II en la mezquita de Damasco y se fotografió con él, y debe estar bien seguro de lo que afirma, pues lo ratificó meses después: “las acciones de los mártires son el único medio de los palestinos para hacer frente al arsenal bélico sionista”[51].
La vinculación entre este terrorismo y el mundo musulmán, es reconocida por Abdel Rahman al Rashed, director de TV árabe, quien confiesa: “nuestros hijos terroristas son el producto final de la corrupción de nuestra cultura”; luego enumera una serie de atentados realizados por grupos extremistas islámicos en Rusia, Irak, Sudán, Arabia Saudita y Yemen; para concluir, afirma que “gran parte de los atentados suicidas en los ómnibus, en las escuelas y en los centros residenciales de todo el mundo han sido realizados por musulmanes. No podemos limpiar nuestra imagen  si no se admite este hecho escandaloso y si continuamos en vez buscando justificaciones. La situación es humillante, dolorosa y áspera para todos nosotros”[52].
Es muy importante este reconocimiento, por un musulmán, de la “corrupción de su cultura”. Porque el terrorismo no es un fenómeno aislado, sino que germina en un terreno abonado por una prédica religiosa errónea y falaz.
Como bien escribe Magdi Allam, “estos terroristas saben que pueden contar con la simpatía y el sostén de amplios sectores populares que han sido adoctrinados en la cultura de la ‘guerra santa’ y del ‘martirio’. Y pone el ejemplo de la política de Arabia Saudita, transformada “en un ingobernable nido de víboras”[53].
XII.- El decálogo del kamikaze.
En Italia, investigando a los aspirantes a terroristas, se descubrió un importante documento proveniente de una mezquita, que contiene el decálogo del kamikaze, las reglas “morales” para quien quiere hacerse explotar. Es un instrumento muy útil para tratar de entender cuál es el humus del aspirante al martirio, de quienes deciden madurar esta elección.
Las primeras imágenes del video muestran atentados realizados en Israel… luego se escucha la voz de imán Abu El Qaqaa: “Nosotros enseñaremos a nuestros muchachos, antes que todo a los varones, a ser amantes de la muerte, así América caerá y también caerán los opresores”.
Se interrumpe la prédica, aparece un campo de adiestramiento y el saludo del futuro kamikaze a sus amigos y a su familia: “No se pongan tristes… la llamada ha llegado y si incluso vosotros sois felices, mi misión tendrá más sentido”.
Luego, reaparece el imán y su voz recita: “Después del atentado, la madre ha dicho: ‘Dios es grande, sea alabado’ y luego ha lanzado gritos de alegría. Sí, señores, todos eran felices y la madre ha dicho: ‘si habéis venido a darme los augurios, sed bienvenidos; pero váyanse si han venido aquí para las condolencias’. No es una parábola. Es una historia verdadera. Y se presenta al “mártir”: Mohamed Farhat.
Después comienza la arenga del imán: “Es necesario morir, porque morir vilmente es un deshonor. Dios hace volverse nuestro cuerpo y nuestra sangre en una impronta para la victoria prometida y futura… Miren al mundo… ¿Por qué morir de muerte inútil y banal como la enfermedad o el accidente, si tu puedes morir por la Jihad?”.
Más adelante Abu El Qaqaa critica a los islámicos moderados, a los incrédulos y a los traidores, para finalmente enunciar una especie de decálogo, cuyas reglas principales son: “La palabra del Corán que no llama a la gente a la Jihad es una palabra vacía, palabra de traidores”; “Odio por los idiotas y los judíos, el Profeta ha dicho que serán nuestros enemigos, hasta Jesús, hijo de María, que resucitará destruyendo la cruz y aceptando al Islam como única religión”; “Enseñad a vuestros hijos a amar la muerte”; “Señores, ¿dónde está el grito de vuestros niños que llaman a la Jihad?; “Quien transmita estas improntas tendrá un papel importante para la victoria de nuestros hermanos en Palestina y en el mundo entero”[54].
XIII.- La apoteosis de la cultura de la muerte.
Nos encontramos con la apoteosis de la cultura de la muerte. El degüello, la decapitación y la exhibición de los cadáveres mutilados de los enemigos del Islam se han transformado en instrumentos de la “guerra santa”, atentando contra la sacralidad de la vida, base de nuestra civilización. Como señala Magdi Allam, en su artículo citado, “en la mente demencial de sus asesinos se trata de una condena eterna, porque el cuerpo mutilado de un ‘infiel’ no se recompone en el día del Juicio Universal”.
“Después de las autobombas y de los kamikazes, el terrorismo islámico ha pasado a un nivel más alto de ferocidad en lo que respecta a las personas individuales. Actos inhumanos, en todo consonantes con una ideología que legitima la masacre indiscriminada de civiles, por el simple hecho de formar parte de una sociedad acusada de ‘atea’ o ‘apóstata’… por eso es difícil ponerse de acuerdo con quien desconoce los valores fundamentales de la común civilización del hombre, con quien mira a imponer un poder teocrático, sanguinario, agresivo y expansivo”.
Nosotros entendemos que no es difícil, sino imposible, todo acuerdo con el fundamentalismo musulmán, porque ya no tenemos una base cultural común, un marco humano básico, como diría Perelman, que permita la comunicación.
XIV.- Mujeres exultantes por el éxito del “atentado de los atentados”.
La escritora rusa  Ljumilda Ulickaja, en la misma dirección, se refiere a lo que todo el mundo ha visto por TV, después del derrumbe de las Torres Gemelas: “una hermosísima mujer árabe exultaba por el éxito del “atentado de los atentados”. En aquélla hora estábamos pegados delante del televisor petrificados por el terror”. Lo que la lejana colega no pudo ver es que acá, en la Argentina, también exultaba, la veterana y no tan bella Hebe de Bonafini, líder de las Madres de la Plaza de Mayo, comisionista y vividora de particularísimos derechos humanos. 
La citada escritora señala que “los fundamentalistas islámicos nos han hecho saber que a ellos nuestro mundo no les gusta”. A nosotros tampoco nos gusta, y en muchos casos visualizamos sus pequeños defectos y sus grandes vicios y los criticamos.
Luego observa que “nuestro mundo, no islámico y más o menos cristiano, temblando ante tal delito, comenzaba a buscar justificaciones para los islámicos… Sería mejor tener más tacto, ser más políticamente correcto… Pensamiento más que justo: los elefantes y los asnos se comportan de manera tan torpe en el global negocio de porcelana y los cacharros vuelan por todas partes”. Aquí encontramos una clara referencia a los gobernantes norteamericanos, representados por un elefante (los demócratas) y por un burro (los republicanos).
Y continúa la escritora rusa: “¡Permitan a nuestro mundo torcido, manco y rengo, reparar los cacharros a nuestro modo! ¡Sin ser reprendidos por los islámicos que nos castigan porque nuestra fe está equivocada! Permitidnos un Dios equivocado a nuestro modo…Y a propósito de aquel Dios que constriñe a las mujeres  musulmanas a llevar cinturones llenos de dinamita, permitidnos no creerlo nuestro”[55].
Magnífica ironía de una mujer muy lúcida. Porque somos nosotros quienes debemos corregir nuestros errores, sin necesidad de esa especie de curatela universal que parece atribuirse el fundamentalismo musulmán, que mientras persigue y masacra a los cristianos en las regiones que gobierna, negando incluso a muy antiguas comunidades los derechos más elementales, pretende con soberbia imponer sus criterios y sus normas en los países que integraron la Cristiandad, y en los cuales son a veces pequeñas y otras considerables minorías, muchas veces recién llegadas. 
          XV.- ¿Cuál es la causa del terrorismo?
          Entendemos que hoy la causa principal es la pérdida de la imagen de Dios en nosotros mismos; si ella se esfuma, el hombre, apartado de la ley y de la razón, se vuelve el peor de los animales; desde su perspectiva pagana ya lo había señalado Aristóteles.
          Se trata de que el hombre recupere su humanidad, lo cual comprende a la ley y a la razón. Esta humanidad no se recupera afirmando como lo hace el experto norteamericano en bioterrorismo, Dennis Maki, que los habitantes de Hiroshima no “eran totalmente inocentes”, al ser “miembros de un país adversario”[56]. Si se recupera la humanidad volviendo a la doctrina clásica acerca de la guerra, expresada entre otros por Francisco de Vitoria, que efectúa varias distinciones, entre ellas la de culpables e inocentes.
          La pérdida de la imagen de Dios en nosotros mismos, afecta a la consideración de nuestra dignidad, incluso ontológica. Y esa pérdida impide ver la imagen de Dios en el otro y apreciar la dignidad, lo que pertenece al otro, lo que debemos respetar. Nos hemos vuelto incapaces de considerar el rostro del otro, de ponernos en lugar del otro, de compartir el dolor del otro.
          No hay remedios puramente humanos para esto. Sólo podemos salvarnos si volvemos arrepentidos, como el hijo pródigo de la parábola evangélica, a Dios y a su ley, porque Dios es un Padre que siempre espera y perdona.

Escribano Bernardino MONTEJANO. Instituto de Filosofía del Colegio de Escribanos. 6 de diciembre de 1912.
                                             


[1] Gardet, Louis, “L’Islan religión et communauté”, Desclée, París, 1967, p. 41.
[2] Utilizamos la traducción de D. Masson, editada por Gallimard, París, 1967, T. II, p. 595. Conf. Sura XXVII, Aleya 24, en T. II, p. 465.
[3]Diálogo sobre el Islam”, Palabra, Madrid, 2006, p. 17.
[4] Clarín, Buenos Aires, 9/1/2001.
[5] Canción del signo victorioso, en El Canto, Medina del Río, Buenos Aires, 1953, p. 70.
[6] Islam et christianisme: un dialogue nécessaire, en La nef, Feucheroles, septiembre de 2012. 
[7] Edición citada, T. II, p. 681.
[8] Edición citada, T. II, p. 509.
[9] Edipo en Colono, en Las siete tragedias, Porrúa, México, 1976, p. 165.
[10] Edición citada, T. I., p. 125.
[11] Edición citada, T. I, p. 143.
[12] Edición citada, T.II, p. 413.
[13] La Divina Comedia, Canto III, 7, en Obras Completas, B.A.C. Madrid, 1956, p. 41.
[14] Edición citada, T. II, p. 657.
[15] Edición citada, T.II, p. 690.
[16] Edición citada, T.I, p. 172.
[17] Edición citada, T. I, p. 176.
[18] Edición citada, T. I., p. 47.
[19] Edición citada, T. II, p. 647.
[20] Tratado de la Justicia, B.A.C., Madrid, 1956, T. VIII, p. 506.
[21] Edición citada, T. II, p. 633.
[22] Edición citada, T. II, p.765.
[23] Edición citada, T. II, p. 754.
[24] Edición citada, T. I, p. 343.
[25] Edición citada, T. I., p. 16.
[26] Edición citada, T. I, p. 42.
[27] Edición citada, T. I, p. 93.
[28] Ob. cit., p. 139.
[29] Edición citada, T. I., p. 218.
[30] Edición citada, T. II., p-732.
[31] Edición citada, T. II, p. 460. En un texto complementario manda: “Dad una justa medida cuando vosotros midáis. Pesad con la balanza más exacta” (Sura XVII, Aleya 35 en edición citada, T. I, p. 344.
[32] Edición citada, T. I, p. 102.
[33] Edición citada, T. II., ps. 32 y 419.
[34] López Ortiz, José, “Derecho musulmán”, Labor, Barcelona, 1932, p. 96.
[35]  Ob. cit., p. 99.
[36] Edición citada, T. II, p. 397.
[37]  Ob. cit., p. 99.
[38] Laurent, Annie, “Le marasme de l’Islam”, La Nef, Feucheroles, septiembre 2012, n° 240, p. 24.
[39] Gardet Louis, “Conaître l’Islam”, Libraire Fayard, París, 1958, p. 88.
[40] Edición citada, T. I., p. 64.
[41] Gardet, Conaître…. cit., p. 89.
[42] Galera, ob. cit., p. 154.
[43] Gardet, Conaître… cit., p. 93.
[44] Edición citada, T. II, p. 171.
[45] Denzinger Enrique, “El magisterio de la Iglesia”, n°432, Herder, Barcelona,. 1963, p. 156.
[46] La carta es de 1076, del Papa Gregorio VII al príncipe al-Nasir Ibn Alennâs, en Gardet, Conaître…, cit., p. 154.
[47] A. L. “Islam et islamisme”, en “la neuf”, Feucheroles, n° 240, septiembre de 2012, p. 24. Los “Frères Musulmans”, fueron fundados en 1928 por el egipcio Hassan-El Bann.

[48] Marc Fromager, “Lady Gaga et l’islam”, en “la neuf”, Feucheroles, n°239, 2012, p. 16.
[49]Gli attentati sono legitime”, Corriere della Sera, Milano, 10/9/2001.
[50]  Puede verse acerca del tema la declaración del Instituto de Filosofía Práctica del 23/11/2012.
[51]Quei kamikaze sono dei martiri”, Corriere della Sera, Milano, 7/4/2002. Aquí cabe aclarar que durante la Segunda Guerra Mundial el kamikaze era el aviador japonés que ofrendaba su vida en el ataque a objetivos militares enemigos. Hoy, los nuevos kamikazes son suicidas que mueren para matar mejor a civiles indefensos.
[52]L’amara verità: tutti i terrorista sono musulmani”, Corriere della Sera, Milano, 5/9/2004.
[53]La cultura della morte”, Corriere della Sera, Milano, 19/6/2004. Debemos agradecer a la escribana Marta Ignatiuk el haber aportado el texto de la Constitución de Arabia Saudita que se puede consultar en el Instituto de Filosofía Práctica.
[54]Il decálogo dei kamikaze: fate amare la morte ai vostri figli” Corriere della Sera. Milano, 11/5/2004.
[55]Tenetevi il vostro orrore e lasciateci vivere nel mostro mondo di errori”, Corriere della Sera, Milano, 4/9/2004.
[56] Reportaje de Graciela Navarra en La Nación, Buenos Aires, 3/9/2004.

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