Por Guillermo V. Lascano Quintana
El Frente para la Victoria, en ninguna de las elecciones en que participó, expuso su intención de reformar el Consejo de la Magistratura, limitar la utilización de medidas cautelares, ni debatir las demás cuestiones que se presentaron, recientemente, como proyectos de ley al Congreso. Se trata, en consecuencia de “manotones de ahogado” frente a lo que el gobierno considera oposición a sus propósitos, pero que comulgan, perfectamente, con la declaración de “vamos por todo”. Sigue siendo oculto, sin embargo, que es “todo”. ¿Se contentarán con la intención de someter al Consejo de la Magistratura y disciplinar a los jueces? ¿O irán por más?
Si nos atenemos a la experiencia acumulada desde el 25 de mayo de 2003 y especialmente desde diciembre de 2011, no se detendrán aquí y tratarán de apoderase de todo lo que se les oponga o sobre lo que abriguen ambiciones. En todo ese tiempo el gobierno y sus aliados han ido destruyendo, poco a poco, los fundamentos de nuestras instituciones básicas. Han quedado heridas la familia, la libertad de comercio, la de expresar las ideas, la seguridad ciudadana, los contratos, el crédito público, las fuerzas armadas y de seguridad; todo ello en aras de una proclamada y nunca cumplida “mejor redistribución de la riqueza” y eliminación de la pobreza, olvidando que para redistribuirla primero hay que generarla y que sólo se genera en libertad, aceptando a los hombres como son y no como se los imaginan las “vanguardias esclarecidas”
No hay ninguna razón, entonces, para suponer que algún día se detendrán, por más oposición que tengan sus propuestas. El absoluto desprecio por la opinión ajena es característica indiscutible de quienes gobiernan, ignorando a niveles insólitos el clamor popular, negándole la magnitud que tuvieron las manifestaciones recientes o escondiendo la cabeza, como el avestruz, tras palabreríos superficiales e intrascendentes mientras el país se divide de un modo peligroso.
Estamos, en consecuencia, frente al abismo y en esa circunstancia la experiencia enseña que hay que actuar con decisión, audacia y grandeza.
Así quienes han formado parte del Frente para la Victoria y hoy discrepan con sus propósitos y métodos, deben decirlo “con todas las letras” dejando de lado los “pasos de minué”. Tanto Massa como Scioli serán responsables de la caída al abismo de cuyas consecuencias no podrán evadirse, si no se desprenden de los pruritos que les impiden comportarse como auténticos dirigentes y no como comparsas de circo.
Los opositores deberán dejarse de molestar entre si y enfrentar la hecatombe con gallardía y magnanimidad. Carrió y Alfonsín, serán tan responsables como Massa y Scioli, si no actúa con espíritu elevado, admitiendo alianzas imprescindibles para que sea posible garantizar la libertad.
Los empresarios deberán dejar de hacerse los distraídos y recordar o aprender si no lo saben, cómo les fue a sus pares en la Italia fascista y en la Alemania nazi cuando olvidaron que la libertad hay que ganarla diariamente y que ningún beneficio debe ponerla en peligro.
Los intelectuales deberán dejarse de interpretar la justicia histórica de las revoluciones que, a pesar de todas las mentiras, sólo han traído dolor y muerte, tanto en Rusia, como en China, desperdiciando oportunidades y cegando ilusiones.
Y el ciudadano común, el que trabaja, educa a sus hijos, paga impuestos y ayuda al necesitado, deberá meditar serena y profundamente, que el futuro depende de cada uno de nosotros y votar por un futuro mejor en donde sea posible la discrepancia pero también el diálogo, la justicia y la concordia
Y los jueces actuales y futuros, quienes abrazaron el derecho como medio para organizar la sociedad y la justicia como norte, deberán cumplir con su juramento de defender la Constitución, no solo porque así debe ser sino, también, porque algún día serán juzgados y será mejor que lo hagan con ecuanimidad y por jueces imparciales.
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