Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Ávila (LMGSM 1-CMN 73 - VGB)
Esta claro que el "Edén" es nuestra Argentina y su "putrefacción" la conducción gubernamental del Siglo XX que en forma de maldición bíblica se ha dedicado a destruir la obra del pasado y negar la visión del futuro. Aquel maravilloso país admirado y respetado mundialmente de principios del siglo pasado se ha derrumbado en sus realizaciones para convertirse en un nada de un planeta que crece y desarrolla con ideales de paz y bienestar.
Es evidente que Argentina va de contramano de la evolución y que sus tropiezos hacen que caigan permanentemente al compararla con otros pueblos que inferiores en sus condiciones logran capacidades que les permiten restañar sus situaciones y construirse con altura para el mañana. Este fenómeno indescifrable para aquellos que quieren saber su origen para alcanzar un correcto diagnostico que permita salir de los pantanos tiene una respuesta lógica y racional que corresponde a la inhabilidad de nuestra clase gobernante. En el Siglo XIX los que tenían la responsabilidad de organizar la Nación actuaban y trabajaban para hacernos un mañana , en cambio, los que mandaron después se quedaron en solo el presente.
Muchas pueden ser las causas de esta falta de energía y derroche de potencias que ha caracterizado el devenir de los argentinos, pero, quizás, por sus simpleza, ella debe ser encontrada en el no cumplimiento de lo pactado cuando se acordó ser una Nación. Se quería tener una sociedad libre, basada en el esfuerzo y el trabajo, con el premio del bienestar para aquellos que actúen para lograrlo y la solidaridad de los justos dando oportunidad a todos para su realización. Este camino a la grandeza necesitaba para su concreción de la ley que determinara con la firmeza de la Justicia los pasos y las acciones que debían ser cumplidas. La Constitución Nacional de aquel ya lejano 1853 sentaba las bases de una nación que abierta al mundo brindaba futuro a todos aquellos que llegaran a estas tierras. La formula de la republica entregaba el poder de gobernar a aquellos que fueran elegidos como representantes de cada una de las provincias en su saludable origen federal territorial. Pero la creación de las instituciones deformo aquel mandato histórico y troncho los derechos iniciales que se materializaban por una soberanía única originada de las autonomías generales de todos.
Argentina fue traicionada por aquellos que violaron el mandato y construyeron un régimen diferente alentado por ideologías o intereses corporativos que al centralizar el poder se apartan de la sustancia democrática del poder de los pueblos originales y construye una casta privilegiada que domina esclavizando.
Nuestra Patria no saldrá de sus problemas y no lograra ser aquella Nación soñada que tiene como sustento un país excepcional, en la medida que no se logre sustraerse de un régimen insólito y atrapante que deja sin razón los sueños del pasado y corroe negativamente el logro de las esperanzas de un mañana. Pareciera ser que los argentinos no reconocemos lo que el mundo sabe y nos dice en todo tipo de mensaje y expresión, tenemos que volver a ser la gran nación y para ello es necesario arrancar aquellos males que como una maleza asesina nos disminuye, detiene y niega la capacidad y posibilidad de las realizaciones.
Es necesario que el país vuelva a sus formas constitucionales pactadas en el Siglo XIX para que toda su geografía sea parte de un mismo devenir, que no se produzcan resultados disimiles y que no se erija una fantasía de democracia de masas que anula el sentido de las identidades. El pueblo de las provincias tienen que reclamar sus derechos que los particularizan en el conjunto y les da sus capacidades sin tener en cuenta su tamaño, potencial o población, para que la nación sea la real representante de la sumatoria de voluntades y deseos en un verídico proceso de justicia, solidaridad y evolución.
En tanto sigamos en este mismo proceso, en el cual se materializa un régimen de gobierno que no se ajusta a lo pactado, que centraliza el poder para llevarlo a las características de las dictaduras y que se aleja de los sentidos de la democracia motivando una especie de monarquía enclenque, no encontraremos la manera de reformular las acciones para lograr el éxito al que siempre hemos estado llamado.
Es necesario que los argentinos despertemos de esta somnolencia que abruma y entristece, para que con el mismo coraje y decisión con la que nuestros abuelos formaron de la nada una Patria nosotros lo hagamos para que nuestros se enorgullezcan por lo que les estamos entregando una Nación.
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