jueves, 1 de marzo de 2012

LA DAMA DE HIERRO



Por Nicolás Márquez

Nuestros escritos no se caracterizan por analizar o apelar a la cinematografía, pero el flamante filme sobre Margaret Thatcher (protagonizado por la actriz “oscarizada” Meryl  Streep “The Iron Lady” -La Dama de Hierro-) reavivó polémicas y merece que hagamos la siguiente notícula, no desde la óptica de la crítica actoral (no es nuestro métier) sino desde la perspectiva de lo que ha significado la persona de Thatcher. Hace mucho tiempo había leído el emblemático libro “Los Años de Downing Street”[1], y al ver el flamante filme, se me vino al recuerdo muchos aspectos de la vida y obra de esta notable y controversial estadista.

Fue nuestra enemiga en 1982, y bajo su conducción las tropas británicas acabaron con la vida de algo de mas de 600 argentinos en la guerra de Malvinas, de modo que Thatcher bien nos puede  inspirar un legítimo rechazo emocional, pero también hay sobrados motivos para que nos inspire una profunda admiración racional.

Nacida el 13 de octubre de 1925 en el seno de una familia de modestos almaceneros, Margaret no necesitó de un “marido” que la acomodara en el poder. Ella se hizo sola. Desde muy joven y a instancias de sus sobresalientes calificaciones, fue becada para estudiar en la Universidad de Oxford. Va de suyo que a diferencia de las tiranuelas del tercer mundo, los títulos universitarios de Thatcher no sólo no están en duda, sino que se doctoró en Química y se recibió de abogada.  Militó con toda energía en el Partido Conservador, el cual llegó a liderar durante 15 años. Ejerció como Primer Ministro del Reino Unido desde 1979 a 1990 (fue tres veces electa), siendo el más longevo gobierno durante el Siglo XX, además de ser la única mujer que ha ejercido dicho cargo en la historia del Reino Unido.

Al momento de asumir, en el Reino Unido había desempleo, huelgas, disturbios constantes y los asesinos del IRA (versión irlandesa de los Montoneros locales) atentaban sin piedad contra el orden público. De inmediato Thatcher se dedicó a revertir el desastre político y económico heredado por las políticas estatistas y socializantes que dejó la desastrosa administración saliente del Partido Laborista, a la sazón capitaneada por el Primer Ministro James Callaghan.

En efecto, durante su prolongada gestión Thatcher privilegió decisiones que iban a beneficiar a los trabajadores, a pesar de que estas fuesen antipáticas o pusiesen en riesgo sus perspectivas electorales. Promovió desregulaciones en la economía, impulsó flexibilizaciones laborales, realizó privatizaciones y progresivamente fue cerrando las empresas estatales, a la vez que eliminó los  subsidios e incentivó la inversión privada. Luchó a capa y espada contra la delincuencia sindical que la acechaba y siempre eligió el camino certero (aunque el más sacrificado y menos rentable electoralmente) para beneficiar a la clase trabajadora: les dio instituciones sólidas y libertad económica en vez de elogios discursivos y humillantes subsidios asistencialistas.

Fue demás una heroica princesa en la lucha contra el comunismo, y fue ella quien junto al Presidente norteamericano Ronald Reagan y el Papa Juan Pablo II pusieron de rodillas al depredador moscovita hasta promover su derrumbe en 1989.

Tras su salida del gobierno en 1990, la reina Isabel II, le concedió a Thatcher un título nobiliario, como «Baronesa Thatcher», de Kesteven en el condado de Lincolnshire, que le otorga el derecho vitalicio a ser miembro de la Cámara de los Lores.

Años después, en 1998, fiel a su estilo ajeno de la demagogia populachera a la que nosotros estamos tan habituados, cuando las circunstancias así se lo impusieron y ya sin que ejerciera la función pública, Thatcher no dudó en visitar y agasajar al Presidente chileno Augusto Pinochet, cuando este último fuera detenido transitoriamente a instancias del corrupto ex Juez Baltazar Garzón.

A diferencias de las tilingas locales, Thatcher llevó desde siempre una vida incorruptible, signada por la austeridad, los hábitos modestos, y hoy pasa su avanzada vejez con el mismo confort y la misma sencillez que la de cualquier vecino londinense.

Los argentinos, a falta de una mandataria mujer hemos tenido tres: Eva Perón (técnicamente no fue Presidente pero fue nombrada como “Jefa Espiritual de la Nación”), Isabelita Perón y Cristina Kirchner (las tres colocadas en ese sitial por compartir el lecho conyugal con sus respectivos maridos/Presidentes). Alguna mala lengua dirá que entre las tres mencionadas no hacemos una como Thatcher.  En sentido contrario, no faltará también quien lamente este artículo y lo acuse de “cipayismo” o falto de nacionalismo. Pero si entendemos el nacionalismo como el querer y pretender el bien para la Patria de uno, entonces lo que hay que lamentar es que una persona con las cualidades de Thatcher haya sido Presidente de un país enemigo en vez del nuestro. En efecto, no es lo mismo estar dirigido por una dama que brilla con señorío y estilo en los ambientes mas calificados, que estar bajo el yugo de una burda “compañera” de Unidad Básica.

¿Será que los referentes sociales reflejan la idiosincrasia de un pueblo?. Y si esto es válido: ¿Será por eso que El Reino Unido es lo que es y nosotros somos lo que somos?.

No haremos ahora comparaciones odiosas que de todos modos nos llevarían a discusiones inacabables. Pero apostamos uno contra un millón, que el día de mañana Florencia Peña no va a ganar ningún “Oscar” interpretando una película conmemorativa de  la “Dama del Bótox”.

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