sábado, 2 de junio de 2012

RECUPERAR LAS FFAA PARA LA NACIÓN




Miguel Ángel Sarni
General de División (R ). Ingeniero militar.
Escribió Educar para este Siglo

                  Es tan evidente la gestión de desprestigio de nuestras Fuerzas Armadas y tan notorios los indicadores de la degradación de su componente militar que continuar manifestándose sobre la cuestión, como un mero ejercicio intelectual, resulta un absurdo. Es un deber de las autoridades civiles, militares y de la dirigencia política en general velar por el prestigio de nuestras Fuerzas Armadas. No hay excusas para seguir mirando al costado cada vez que son agraviadas o atacadas. Urge rescatar y acrecentar su prestigio y su respeto ante el pueblo de la Argentina y, también, lo no menos importante, su institucionalidad.
Desde hace años, se ha decidido mantenerlas indefinidamente en "el banquillo de los acusados" y que cumplan con su misión bajo restricciones presupuestarias extremas.
El hecho de la sustitución de un gobierno constitucional por un gobierno defacto, las consecuencias de la represión de la guerrilla que tuvo lugar entonces, la pérdida de la guerra de Malvinas, la crisis económica fueron, entre otros, una suma de factores que produjeron resentimientos y desconfianzas mutuas en el seno de nuestra sociedad.
Estos resentimientos y desconfianzas provocaron, en muchos casos, una suerte de enquistamiento que inmovilizó la modernización, y por otra parte, la recurrencia en abordar un pasado traumatizante sin un mensaje superador que nos permitiera asumirlo, pero, a la vez, avanzar hacia el futuro con una sociedad cohesionada, impidieron que las máximas conducciones políticas condujeran el proceso de modernización con el dinamismo y celeridad que las nuevas necesidades hacían menester.
Con el "nuevo orden mundial" y el mejoramiento de las relaciones entre los países de la región, recaló la idea de la retracción del poder militar en nuestro país. Rápidamente, se montaron a la tendencia los detractores de las FF. AA. y algunos "pensadores de la defensa", para desnaturalizar su misión.
La paz universal está tan lejos hoy como hace mil o dos mil años, pero las armas son infinitamente mejores que las de entonces, y los conflictos de interés por recursos naturales o por mercados, mucho peores. El desarme podrá ser un objetivo deseable, pero por ahora sólo ha sido “privilegio” de países derrotados en guerra o de protectorados que pactaron su defensa con otros países mayores. Y el precio por ese pacto suele ser su eternización como país menor.
Y esto se sabe. Por eso, a pesar del progreso del Mercosur y de la solución de los problemas limítrofes de la Argentina, nadie ha querido proponer en voz alta un desarme unilateral. Y, sin embargo, ocurrió. En cámara lenta, pero ocurrió.
Vamos a contramano de la historia y la geografía. Nuestros vecinos y socios Chile y Brasil, invierten sumas importantísimas en Defensa. Brasil construye submarinos nucleares para defender sus activos petroleros off shore en alianza estratégica con Francia y Rusia.
Quizás debido a la superpoblación, el mundo esta cada vez más brotado de guerras regionales de extraordinaria crueldad por asuntos de petróleo, minería, ríos, religión o límites.
Asimismo, rara vez el mundo estuvo tan aquejado de estados que colapsan devorados por amenazas internas, separatistas, sediciosas, narcotráfico  o criminales; mejor armadas que los propios ejércitos.
En el idílico escenario argentino, fueron borradas las hipótesis de empleo como metodología de planeamiento, las amenazas pasaron a tener mala prensa y, con un utópico paraguas de buenas intenciones, se agudizó la "racionalización de gastos militares", un eufemismo del estrangulamiento presupuestario.
Tomar conciencia de los cambios que ha experimentado el mundo en los últimos veinte años, y la influencia que esos cambios deben producir en la estructura y funcionamiento de nuestras Fuerzas Armadas, es un deber que no debiera soslayarse y ser asumido por el actual gobierno  y la oposición.
Con respeto y con la responsabilidad que me cabe como ciudadano, solicito a las nuevas autoridades que fijen una Política de Defensa en la agenda nacional. Con humildad me permito sugerir:
1. Respecto de los recursos humanos.
    a. Preservar la calidad y el prestigio en la conducción de las fuerzas: los hombres designados deben ser de confianza de las instituciones, no sólo para el Poder Ejecutivo, sino para la ciudadanía toda. Hay que legislar un mecanismo de selección de la cúpula militar basado en el esfuerzo, la dedicación y capacidad profesional, y desligado de la cercanía del gobierno de turno. Así también hay que definir un período lógico para la gestión de la jefatura militar, que no sea coincidente con la duración de los mandatos presidenciales.
     b. El Poder Ejecutivo debería fijar y regularizar la escala salarial del personal militar, conforme a la ley para el Personal Militar 19.101 y sus modificaciones. Esto eliminaría (o reduciría al máximo) los 'suplementos no remunerativos y no bonificables' que componen el haber militar, que rondan alrededor del 70% de este y que no tributan aportes sociales ni jubilatorios. Como los aportes se realizan sobre las sumas remunerativas, la regularización de los haberes mejoraría la situación delicada del sistema de retiros. Así se podrían pagar los juicios ganados por el personal militar y continuar con los préstamos al Estado Nacional. También se mejoraría la situación  de las obras sociales militares.
Se cumpliría con la sentencias de la Corte Suprema, que dictaminan que a los militares se les debe pagar  todo en blanco en lugar de casi todo en negro (“haberes no remunerativos”).
     c. Modernización de la educación militar. A partir de fines de los 80,  los sucesivos Ministerios de Defensa convencidos de que la calidad operacional de las FFAA dependería de su calidad educacional, tomaron la decisión prioritaria de modernizar la educación militar, apuntando a mejorar su activo  principal: el recurso humano. Se potenciaron el conocimiento de ciencias afines a las necesidades militares. Los oficiales vieron que las carreras de grado y los posgrados como vías para ser mejores militares. Los suboficiales a través de pregrados y tecnicaturas. Se les sumó como exigencia el conocimiento de dos lenguajes: una lengua extranjera y el lenguaje informático.
El Sistema Educativo Militar implementado se constituyó en una muestra de cómo se estaba generando esa síntesis de potencialidad civico-militar en esta área estratégica del conocimiento, meta tan reclamada por los argentinos. Asimismo, podemos afirmar que la mayoría de países que determinarán la historia del siglo XXI (BRIC - Brasil, Rusia, India y China-; EEUU, Francia,…) comparten  la misma perspectiva.
Sin embargo tras más de una década de exigirse excelencia y apertura educativa; durante los últimos años, se suprimieron gran parte de los cambios excelentes del modelo de educación militar adoptado para la modernización de las FFAA.
Es una de las decisiones que sería necesario revisar.


2. Respecto del Presupuesto:
      El gasto dedicado a defensa no se puede decidir irracionalmente. Un proceso de reestructuración inorgánico, fruto únicamente de restricciones presupuestarias, lleva siempre al deterioro de la capacidad operativa. El presupuesto militar tiene que ser un resultado del debate, y los ciudadanos deben poder evaluar en qué y cómo se lo gasta, sabiendo que se trata de alcanzar un determinado fin; el mismo que debe regir la escala salarial del personal militar. Y ese fin debe ser la eficiencia operativa.
3. Responsabilidades tecno-industriales para la defensa:
     La única función de las fuerzas armadas, en realidad, es ser operativas y creíbles. Si deben entrar en guerra, es porque alguien creyó, con razón o sin ella, que no lo eran. Y hoy, esta credibilidad depende en gran medida de su equipamiento tecnológico, una parte del cual se puede y debe fabricar localmente por cuestiones de costo. Lo científico, lo tecnológico y lo industrial son la médula misma de una política tecno-industrial de la defensa.
Políticos y militares poseen, en general, diferentes lógicas para entender los problemas, por lo que es menester lograr una adecuada sincronía entre las visiones. Hay que erradicar o marginar las visiones prejuiciosas entre unos y otros.
Para transitar a una democracia donde las Fuerzas Armadas tengan una correcta inserción es necesario seguir secuencialmente los pasos de conocimiento, confianza, coordinación e integración (entendimiento). Deben sentirse parte del diseño de un sistema de defensa y de un proyecto de Nación.
Nuestras Fuerzas Armadas han realizado un profundo análisis crítico sobre su actuación en el pasado y existe hoy la convicción, en todos sus cuadros, acerca del respeto a la institucionalidad y a la subordinación a las autoridades legítimamente elegidas por el pueblo, más allá de la opinión que les puedan merecer las políticas que se instrumenten. Esta reflexión crítica no la han hecho otros sectores de nuestra sociedad que debieran hacerla, de manera de poder escribir entonces la historia de nuestro pasado, única forma de obtener la garantía de que los errores en que hemos incurrido, por acción u omisión, no se repetirán en el futuro.
De lo contrario, si como eternos adolescentes colocamos toda la culpa en el otro y ninguna responsabilidad en nosotros, jamás creceremos como sociedad ni construiremos la unidad necesaria que hace falta para afrontar los tiempos que vendrán.
Querer vivir en este mundo sin Fuerzas Armadas creíbles es exponerse a perder todo: oportunidades, territorio, modo de vida, autonomía, libertades.

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