Estimados amigos del Instituto Hugo Wast: dos mil setecientos años atrás el profeta Miqueas habló sobre el más grandioso milagro de todos los realizados por Dios que habría de suceder en el momento cúlmine de la historia de la salvación:
Y tú, Belén de Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá,
de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel:
sus orígenes se remontan al pasado,
desde los días de la eternidad.
Por eso, el Señor los abandonará
hasta el momento en que dé a luz
la que debe ser madre;
entonces el resto de sus hermanos
volverá junto a los israelitas.
Él se mantendrá de pie y los apacentará
con la fuerza del Señor,
con la majestad del nombre del Señor, su Dios.
Ellos habitarán en paz,
porque él será grande hasta los confines de la tierra
de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel:
sus orígenes se remontan al pasado,
desde los días de la eternidad.
Por eso, el Señor los abandonará
hasta el momento en que dé a luz
la que debe ser madre;
entonces el resto de sus hermanos
volverá junto a los israelitas.
Él se mantendrá de pie y los apacentará
con la fuerza del Señor,
con la majestad del nombre del Señor, su Dios.
Ellos habitarán en paz,
porque él será grande hasta los confines de la tierra
Miqueas, 5. 2-4
Setecientos años más tarde, Lucas el evangelista, nos habló sobre lo que sucedió aquella noche de hace dos mil doce años en un pequeño pueblo semita enclavado en las sierras de Judea que era utilizado como posta por los que recorrían el camino entre Siria y Egipto cuando llegó el momento anunciado por el profeta:
“Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Quirino gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba en cinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño"
Lucas, 2. 1-8
Celebremos en esta Navidad la verdadera razón de nuestra alegría: el nacimiento del hombre-Dios que con su pasión, muerte y resurrección nos reabrió misericordiosamente las puertas del cielo posibilitando nuestra salvación, habiendo sido cerradas estas por la rebelión de nuestros ancestros y reiterada generación tras generación por nuestros pecados libremente cometidos.
Bendito sea Dios Padre, nuestro Creador y Dios Hijo, nuestro Salvador. Y bendito el Dios Espíritu Santo nuestro Consolador.
¡Feliz Navidad!
INSTITUTO HUGO WAST
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