martes, 30 de abril de 2013

UNA FORMA DE MENTIR, LA SONRISA




Por el Dr. Cosme Beccar Varela
Buenos Aires, 30 de Abril del año 2013 – 1157
La sonrisa, ese gesto tan simple y tan inocente en apariencia, es una forma de expresarse sin palabras, pero muy elocuente para quien quiera observar con atención al que sonríe. Veamos cuáles son los distintos tipos de sonrisa. 
1) La sonrisa natural y sincera es una forma de mostrar benevolencia. Es la sonrisa de los santos, de los hombres buenos. No me puedo olvidar de la sonrisa del Padre Pío de Pietrelcina que vi hace poco en una filmación de su vida. Era una sonrisa que venía del cielo, porque su alma estaba permanentemente en presencia de Dios. No trataba de ganarse la simpatía de quienes lo veían, sólo quería que todos supieran que los quería como hermanos y que comprendía las mil tristezas que pudiera haber en los corazones de quienes lo rodeaban, tristeza que él compartía con la suya propia, porque por más santo que fuera no dejaba de estar en este valle de lágrimas y mientras aquí estuviera, toda felicidad, aún la de los santos, es precaria y mezclada con el temor de no ser fiel.  Esa sonrisa daba ánimo para seguir creyendo, amando y luchando con la esperanza del Cielo, como se veía que él sufría, creía, amaba y luchaba. 
2) La sonrisa amable de una persona bien educada que saluda a otra. Es una sonrisa breve, fina, cuya intención es mostrar el respeto y el aprecio que el otro le merece. Esa sonrisa, aún en los labios del más pobre, si es como debe ser, tiene siempre algo de aristocrático por aquello de que son rasgos de la aristocracia el "savoir dire, savoir faire, savoir plaire" de la vieja Francia ("saber decir, saber hacer, saber agradar"). Es la base de una buena convivencia social y de la armonía de las clases. 
3) La sonrisa indiferente del que acoge al otro pensando en otra cosa y sin importarle mucho quién sea ni cómo puede afectarle esa indiferencia. Pero en esa sonrisa fría todavía queda algo de la vieja civilización cristiana. Es un último resto de buena educación en alguien que ha perdido mucho de las virtudes que la constituyen. 
4) La sonrisa del mercader que quiere hacer un negocio para lo cual necesita atraerse la buena voluntad de su cliente potencial. Es una sonrisa prolongada, exagerada, en la que se destaca la intención mercantil que el sorridente no sabe ni quiere ocultar, porque el otro suele sonreírle de la misma manera si su potencia económica es equivalente o un poco menos si es superior y casi nada si es muy superior y no tiene interés alguno en el negocio del otro. 
5) La sonrisa del estafador que quiere inspirar confianza a su víctima a la que piensa despojar en toda la medida que le sea posible. Si tiene éxito, la víctima responderá con una sonrisa de bobo, ligeramente desconfiada, lo cual indicará al caco que la billetera del otro está ya casi en su mano. 
6) La sonrisa del político, que es mucho peor que estafador vulgar porque en vez de intentar engañar a uno, quiere estafar a todo un pueblo. 
Es una sonrisa exagerada, constante, enorme, de oreja a oreja y mirando más a las máquinas de fotos o de filmación que a las personas que lo rodean. Es una sonrisa que no revela alegría alguna sino una mala voluntad oculta, una sonrisa entrenada en la que los diversos músculos faciales que intervienen en su realización están ejercitados días tras día y horas tras hora, de tal manera que es una sonrisa casi acrobática, imposible de lograr para una persona común. 
Estoy pensando en las sonrisas que aparecen en una foto reciente de los políticos de la "oposición" reunidos para rechazar la reforma judicial intentada por la tiranía (que, dicho sea de paso, poco agrega al sometimiento y las prevaricaciones de los jueces ya conseguidos desde hace años). En esa foto las sonrisas de esos políticos dan asco. Pretenden transmitir un optimismo idiota e infundado, quieren insinuar que "tout va tres bien" cuando ellos saben perfectamente que "tout va tres mal". 
Lo peor es que muchos les creen y se olvidan las mil pruebas que han dado de su falsía, su venalidad, su cobardía, su traición y su afinidad ideológica con la tiranía. En honor a la verdad, debo hacer una salvedad. Hay uno de ellos que es tan amargo, tan desagradable, tan despectivo del prójimo, tan acomodaticio, que no consigue ni siquiera sonreír con la anchura artificial de los otros. Me refiero a Pinedo. Mirarle la cara y sentirse mal, es todo uno. En cambio, el campeón en esa gimnasia sorridente es Eduardo Amadeo, más falso que un billete de mil pesos pero que está convencido de que con su barba a la Jorge V y sus maneras que imitan a una persona "bien", su sonrisa es ganadora y persuasiva y hace olvidar que es peronista por conveniencia (como todos los peronistas, dicho sea de paso). 
7) La sonrisa siniestra del perverso que se goza a la vista de su víctima y que disfruta demoníacamente con la tenue esperanza de salvarse que consigue hacer concebir a quien inexorablemente va a torturar o matar. La sonrisa helada de terror que le devuelve la víctima aumenta el tétrico gesto sorridente del canalla. Es la sonrisa de la hiena, de la cual participan todas las otras menos la del santo y la del bien educado. 
9) La sonrisa untuosa el seductor que se prepara a hacer perder su virtud a una niña inocente desprevenida e imprudente. A este repulsivo farsante me gustaría sorprenderle "in fraganti" para romperle la dentadura de una feroz trompada de tal manera que nunca más pueda sonreírle a nadie sin causar repulsión por su falta de dientes. 
10) La sonrisa "beatífica" del santón que finge piedad, mansedumbre, caridad, cuando por dentro es un saco de hipocresía y de ateísmo práctico. Toda palabra "piadosa" que sale de su boca sonriente es una mentira, todos sus aspavientos de humildad son una comedia, todas las apariencias de ascetismo y desapego de los bienes terrenales son falsas. En su corazón no hay un sólo gramo de amor de Dios ni del prójimo. Su alma es la del heresiarca que oculta su desprecio por la verdadera Fe sin atreverse a negarla abiertamente por temor a perder su clientela de incautos. De todas las sonrisas enumeradas hasta aquí, esta es la peor, la más ofensiva a Dios, la más peligrosa y la más elocuente para quien se tome el trabajo de observarla con atención pidiendo a la Santísima Virgen, Sede de la Sabiduría, las luces necesarias para saber reconocer la mentira en una sonrisa.   
Cosme Beccar Varela


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