lunes, 28 de julio de 2008

El respeto a las mayorías populares

Por Alberto Buela (*)


Si hay algo que caracteriza al peronismo es el respeto a las mayorías, así la única vez que fue derrotado en elecciones libres en ocasión del triunfo de Alfonsín allá por 1983, no se registró ningún hecho de violencia ni oposición en la derrota. Se tomó a cuenta de inventario y los dirigentes que condujeron a la derrota lentamente desaparecieron de la arena política.


Este acatamiento a la voluntad de las mayorías viene a ser como la petitio principis de la condición de peronista. Por eso en el orden interno del partido existe el adagio que: el que gana conduce y el que pierde acompaña (o se repliega)


Esta obediencia a la voluntad mayoritaria, manifestada tanto a través del voto como de la manifestación o aclamación popular (acclamatio) ha hecho afirmar a los politólogos y académicos que el peronismo es un populismo, pues para él, el pueblo siempre tiene razón.


El respeto a la mayoría es para el peronismo y sus dirigentes lo que el filósofo Castoriadis llama palabras últimas 1 porque no podemos explicarlas con otras palabras. Es un concepto del que no podemos hablar más que a partir de él y alrededor de él.

No faltará quien diga, y seguramente tenga razón, que la mayoría no siempre tiene razón porque ocurrió en tal caso o en tal otro. Pero para el peronismo y sus hombres la mayoría siempre tiene razón. Este es su presupuesto y su preconcepto ideológico, y así, si se lo sabe respetar se es peronista y sino no se es.


Cuando Kirchner asume su gobierno en 2003 establece la teoría de los Derechos Humanos como un absoluto ético, esto es, los extendió a toda la actividad humana dejándose de lado el criterio según el cual los Derechos Humanos se fundan en la inherencia a la persona para ser establecidos por consenso. Con lo cual aparecieron una infinita variedad de “derechos humanos” según el lobby que los fogoneara. Por ejemplo, derechos humanos de los gays al matrimonio o a la adopción de hijos, de las mujeres al aborto, al ejercicio de la prostitución, al consumo de drogas, etc.


Este “absoluto ético” lo llevó a privilegiar políticamente a las minorías (piqueteros, madres, ex montoneros, etc.,) por sobre las mayorías populares. Y al considerar que su gobierno era la encarnación de este “absoluto ético” cualquier crítica en su contra y toda oposición fue caracterizada y vivida como una acción de lesa humanidad. Sus decisiones no se discuten y e disidente es un perverso y reaccionario a quien sólo le cabe estar de rodillas. Su gobierno se transformó así más en personal que en institucional. De corte stalinista se lo caracterizó desde el peronismo, por aquello de Stalin sólo y rodeado por la troyca hebrea.

La derrota estrepitosa y para peor “innecesaria” de Kirchner como conductor ideológico del gobierno de su mujer, Cristina Fernández, ante el paro agropecuario es producto, entre otras cosas, de esta lógica del “absoluto ético” que no le permitió ver que el 25 de mayo se juntaron en Rosario medio millón de personas en tanto que en ese mismo día en el acto oficial hubo cincuenta mil, y lo mismo ocurrió un mes después en Buenos Aires, donde en el acto del partido peronista, con oradores de saco y corbata, hubo ochenta mil personas, mientras que en Palermo, con oradores descamisados, se manifestaron en contra trecientas mil.


Se cuenta que luego de la derrota en el Senado se encerró y le dijo a su mujer: Renunciá, vámonos, no entienden nuestra revolución.

Es que siempre hay excusas para no escuchar la voz de las mayorías como la teoría de la manipulación mediática,(Clarín que fue socio de K durante todo su mandato fue demonizado), la teoría de la incapacidad de discernimiento de las masas populares,(K: Renunciá, no nos entienden) caracterizadas por ser muchas cabezas y ningún cerebro. La teoría marxista de las masas reaccionarias y trogloditas con sus lumpenprolerariat se oponen a la revolución del proletariado obrero. (D´Elía: Nosotros somos la revolución). La teoría de las falsas mayorías cuando no son las nuestras. (K: es la oligarquía ganadera y los comandos civiles).


Hoy Kirchner terminó, al menos formalmente, su mandato. La que está en el gobierno es su señora Cristina Fernández, y ella tiene la ocasión de diferenciarse de su esposo, si es que puede, y tomar nota de esta evolución político-ideológica de los Derechos humanos y así puede ver que si gobernar es crear instituciones como lo hizo Sarmiento con el Colegio Militar donde canalizó todas la inquietudes belicosas que perduraban de las guerras civiles del siglo XIX y Perón lo hizo con los sindicatos donde superó las tensiones políticas e ideológicas venidas desde Europa entre anarquistas, comunistas y socialistas. Por qué no institucionalizar el ejercicio del poder político en Argentina fundándolo en la simpleza y claridad de realización de “los valores patrios” que son los valores que comparte la mayoría nacional y popular.


Tiene la ocasión, si puede separarse de la estrategia de su esposo, y buscar un nuevo anclaje a la teoría de los Derechos Humanos superando la propuesta del gobierno anterior, quien lo buscó en las minorías y proponer su enraizamiento en las mayorías populares, No es difícil porque es un acto superador y específicamente dialéctico, que como se sabe: avanza conservando. Es la estructura de la Aufhebung hegeliana, cuyo motor es la negación de la negación. Y así, en esta nueva fundamentación que proponemos los derechos de las minorías no son anulados sino sublimados en los derechos de las mayorías.


Si nuestros gobernantes se habituaran a respetar la voluntad de las mayorías populares se ocuparían, por ejemplo, no de ir corriendo a pedirle disculpas a las víctimas de los ladrones como lo hace el gobernador de la provincia de Buenos Aires, sino en combatir los ladrones que es lo que quiere la mayoría del pueblo.


Si se acostumbran a gobernar en función y al servicio de las mayorías se puede romper el corset del jacobinismo político que solo gobierna para la minorías o los grupos con lo cual actitud propia del resentimiento social, y poder así comenzar a gobernar en función de la concordia interior, fin último de la acción política al interior de los Estados-nación.


alberto.buela@gmail.com

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