miércoles, 14 de abril de 2010

CARTA ABIERTA A LA PRESIDENTE…

SOLDADO ARGENTINO, SOLO RECONOCIDO POR DIOS.

Por María Delicia Rearte De Giachino

madre del Capitán de Fragata (Post Mortem) Pedro Giachino, caído en Malvinas

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Me dirijo a la Sra. Presidente de La Nación, como ciudadana argentina que se ha sentido ofendida por su calificación de perros, a los que no pensamos como usted.
Si no me gustaran tanto los perros y estuviera en edad escolar, le respondería a la Sra Presidente, con aquella frase que utilizábamos cuando nos sentíamos tocados por algún insulto:
MÁS… SERÁS
Seguramente, la Sra. Presidente, acostumbrada a estar rodeada de pichichos, que mueven la cola, se paran en dos patitas, lamen su mano, cuando les tira una cascarita crocante como galletita, barrunta que la raza canina sólo ladra para defender a su amo o cuando tiene hambre.
En este año del Fondo del Bicentenario olvida la Sra Presidente que esos perros mandamos a nuestros “cachorros”, hace muy poco, a Malvinas, a dar su vida con desinterés y entrega para defender esa Patria que le otorgó los privilegios que hoy detenta y de los cuales hace uso y abuso.
Estos doscientos años, que intenta homenajear, supieron poner a La Argentina entre los grandes países del mundo y hoy su declinación es motivo de escarnio y burla, de aquellos mismos que la admiraron y no precisamente por los ladridos de los perros, sino por los aullidos de un pueblo harto de banalidades y revanchismos.
Sus consideraciones zoológicas no son muy felices.
Le aseguro que por más pollo que coma, no va a volar, (tal vez sí las vacas, que están por las nubes) y que si se atosiga con cerdo, lo que va a lograr es que le explote la otra carótida “al compañero de toda su vida”.
Le saltó la derecha, si le salta la izquierda, se va poner la cosa a cara de perro (me refería a las carótidas, por supuesto).
Creo, Sra Presidente, que su ofensa gratuita a los argentinos, de la cual exceptúa a los 101 dálmatas que la aplauden, es porque teme la aparición del “Mastín de los Baskerville” en medio de la noche sombría de su soledad y su ostracismo.
Perro que ladra, no muerde, así que cabalgue serena, no busque los molinos de viento, que avizora en su desmesura y no ofenda más a sus compatriotas, a los cuales juró servir.
De lo contrario, no va a tener un perro que le ladre PERO SÍ QUE LA MUERDA EN FORMA DE JUSTICIA.

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