Por Alejandro Guerrero Bernabey *
La posición tenía la misión de dar protección a un sector de Puerto Argentino. Aquel lº de mayo el amanecer trajo el aviso de alerta roja. Esa fracción de infantes de marina del BIM 5 ocupaba sus posiciones en seis baterías. Juan alistó su cañón antiaéreo hispano suizo “radarizado” Era uno de los cuatro en aquella batería que enfrentaba al corredor aéreo. Tendría que responderle sin demoras, sin atascarse y con precisión. Controló que los diez servidores estuvieran en sus puestos sin dejar de mirar el cielo tratando de descubrir las siluetas de los Harrier enemigos. En las alturas se libraba desde el amanecer malvinero, un duro combate aéreo, una “pelea de perros” entre aviones británicos y argentinos. .
El teniente de corbeta Noblea Lamoglia fue claro en las indicaciones. Recorrió cada una de las baterías y dio instrucciones. Deseó suerte a cada uno de sus hombres. Aquel día entraron en combate. Fue el día de bautismo de fuego de la Fuerza Aérea y del BIM 5. El capitán Gustavo García Cuerva, indico a sus A-4C Escuadrilla “Lana” combate en tijera para buscar clásica “pelea de perros” en el combate aéreo. Los aviones argentinos entrarían al corredor aéreo por la izquierda y se los identificaría por la bandera y un manchón de pintura amarilla en la panza. Los cañones antiaéreos eran manejados por radar, pero no podían distinguir entre “amigos y enemigos” debido a la variedad de aviones de las escuadrillas. Algunos aviones carecían de identificación.
García Cuerva se trabo en tijera tratando de colocase a la cola del Sea Harrier del teniente de corbeta Robert Thomas que repetía los movimientos. Los dos disparando y evadiendo. Trompa y cola. Cola y trompa. Y fuego Las maniobras tantas veces enseñadas en el aula eran realidad aquel día. Garcia Cuerva, sin combustible para regresar al continente, decidió aterrizar en la pista de Puerto Argentino sometido en ese momento a un intenso ataque. Desobedeció la orden de eyectarse. Estaba intacto y quería salvar su avión. Descendió para alcanzar la pista cuando sintió los impactos.
El cabo de Infantería de Marina Juan Barreyro, a cargo de aquella batería no vio identificación alguna, lo vio avanzar volando bajo cruzando hacia la derecha y apretó el disparador. El avión fue derribado y cayo al final de la pista. Cuando pasó sobre la posición vieron la escarapela argentina. García Cuerva era el primer héroe de la Fuerza Aérea derribado en Malvinas. No alcanzó a eyectarse. Estaba a baja altura y atrapado en el sistema de eyección. Era una victoria pero no la festejaban. “No pudiste ver que era argentino?” pregunté. Juan baja la cabeza como si recordara aquel momento. “No... no tenía identificación... ni la bandera ni el manchón amarillo... solo la escarapela bajo las alas... era uno de los aviones enviados por Perú”
Juan es chofer del Ministerio de Salud Pública de Misiones. Un hombre sencillo, reservado. Cuando un 2 de abril pidió permiso para asistir al acto de homenaje a caídos y veteranos, la Directora Maternidad e infancia y el Subsecretario de Salud se lo negaron. Le duele que muchos no reconozcan todavía a quienes combatieron y son veteranos, “héroes que están vivos, con nosotros, que vivieron la guerra”. Lo dice con humildad, mostrando esa sencillez que lo distingue. “Los jóvenes deben conocer la historia relatada por sus héroes”. Lo conocí como veterano una tarde confundiéndose en un largo abrazo con el Director del Liceo Naval “Alte Storni” Capitán de Navío Noblea Lamoglia. El jefe de la posición y su artillero recodaron anécdotas, sucedidos, el final de la guerra y el trato dispensado por los ingleses a sus prisioneros infantes de marina. “No nos quitaron ni armas ni equipos. La guerra había terminado. Ya había pasado. Éramos infantes de marina como ellos. Cambiábamos cigarrillos, chocolates y raciones”. Noblea Lamoglia lo invitó a regresar y compartir la mesa con oficiales y suboficiales. Respondió “Puede ser, señor, viajo mucho...” Al regresar a la ciudad solo dijo “un jefe fuera de serie, un camarada más, bueno es infante de marina”.
La RAF cambió aquel día su sistema operacional. “Diametralmente distinto de lo que se había calculado” tanto en los mandos unificados británicos como en las esferas políticas. Al día siguiente, al atardecer fue hundido el crucero “Gral. Belgrano”. Los mandos analizaban atacar blancos en el continente. “Si los mandos argentinos hubiesen podido asistir a las deliberaciones, se hubiesen convencido de que la batalla del 1 de mayo había sido una gran victoria para las armas propias. Este resultado significaba también una verdadera afrenta para el Reino Unido y su principal aliado EE.UU”. (Moro-La guerra inaudita)
En el registro argentino de bajas de aquel 1º de mayo leemos “1 M III- I-019 derribado por artillería antiaérea propia, piloto fallecido” y más abajo “muertos 1 oficial”, agregando: “península de Feycinet, próximo a las rocas de Maggie Elliot, siendo las 16:33 hs.” Ese día se derribaron cinco aviones argentinos, se averiaron un guardacosta y el mercante “Formosa” y se inutilizó un radar. Los británicos 4 aviones Sea Harrier derribados y 2 averiados. Averiados 2 destructores (uno el HMS Exeter) y 2 fragatas tipo 21, ninguno confirmados por Gran Bretaña.
El día se inició con 21 bombas lanzadas por el bombardero B-2 del 1er. Teniente Martín Withers sobre la pista de aterrizaje de Puerto Argentino. Había comenzado la guerra en el Atlántico Sur...
A Juan Barreyro, cuando le pregunto si conoció a la familia de García Cuerva, me dijo “no la conozco. Me gustaría conocerlos. Hice mi trabajo. En la guerra hay poco tiempo para pensar: No es como en las películas”. La condecoración por aquellos días de guerra, se la entregó a su hija. No le gusta contar historias malvineras. Tiene a flor de piel el inocultable orgullo de ser infante de marina. Pero, por ahora, es chofer del Ministerio de Salud Pública.
* periodista– Diario Misioneonline
Posadas – Misiones
asgbernabey@gmail.com
Bibliografía consultada
“Dios y los halcones” Relato del Cap. Pablo Marcos Carballo, piloto de A-4B Skyhawk Capitulo 7 “Si Dios con nosotros” Edit. Abril
“La Guerra Inaudita” - Comodoro Rubén O. Moro, Tercera Parte – Capítulo 6: Guerra, edit. Pleamar.
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