Las experiencias que vive el bebé, lo van formando para lograr su estabilidad anímica, desde lo cotidiano de sus actividades y el contacto con el papá, la mamá y los hermanitos.
Hay que dedicar un tiempo diario a jugar con él, sin la agenda ni el teléfono. La actividad tiene que centrarse solamente en el juego entre los padres y el bebé. Y si hay hermanos, también se pueden unir en el juego, y así el bebé aprenderá con todos a convivir, a compartir y a contar con su familia.
Es importante además que haya tiempos de silencio, no acostumbrar a los bebés y niños a un ruido permanente.
Hay que hablarle mucho, aunque aun no entienda el significado de las palabras. El bebé captará el mensaje de los gestos, de las muecas y del tono de voz
Cuando llega la hora de dormir por la noche, hay que dejarle una prenda de los padres, que le hará compañía y evitará que se sienta abandonado y angustiado.
Si los padres están nerviosos o excitados, no es bueno alzarlo. Primero tienen que esperar a calmarse para hacerlo, ya que los bebés son sensibles al estado emocional de sus padres, y si los alzan en plena crisis, en breves instantes le transmitirán el malestar anímico.
Propónganse crear un ambiente apacible y tranquilo en el hogar, cuidando el tono de voz que usan al dialogar, con el volumen de la televisión, de la radio, de los equipos de música, con el tipo de música que se oye en la casa, con los estímulos del cuarto del bebé… La música clásica o litúrgica ayuda a obtener tranquilidad anímica de los bebés, y también de los mayores
Es bueno tener una rutina diaria de las actividades cotidianas, una regularidad en el horario del almuerzo y de la cena, brindando una sensación de seguridad que es básica para el equilibrio emocional del bebé.
Asistir a Misa en familia, ayuda también a que los hijos vayan ganando en estabilidad emocional. El ámbito mismo de la Iglesia colabora a ello.
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