jueves, 10 de marzo de 2011

"TODO EL PAÍS ES CARNAVAL"

Cosme Beccar Varela leyendo

Por Cosme Beccar Varela    

Buenos Aires, 10 de marzo del año 2011 – 1032

e-mail: correo@labotellaalmar.com

Así tituló "La Nación" la primera página de su edición del 8 de Marzo ppdo.  A su manera, el diario "opositor" se sumó a la campaña kirchnerista que ha resuelto mantener a la actual ocupante la Casa Rosada en ese lugar "sine die", usando un lema anunciado, después negado y finalmente reiterado por todos los adulones, los del oficialismo y los otros: “Cristina eterna en la Argentina feliz”.

La insinuación del diario es evidente: si "todo el país es carnaval" es porque la Argentina es feliz y para seguirlo siendo, "Cristina debe ser eterna".

Hace muchos años que no se celebra el Carnaval en Buenos Aires. Pues bien, según recuerda uno de los organizadores de la payasada de este año, "en Octubre, cuando la Presidenta anunció en la Casa Rosada el nuevo cronograma de feriados nacionales eso fue la señal de largada para la organización de todas las murgas que según el mismo diario "sumaron 36 en los 24 barrios de la ciudad" (loc, cit. pag. 11). Por lo tanto esta "alegría" se debe a "Cristina" y su nuevo feriado.

El diario reproduce como cabeza de la página 11 una crónica cuyo origen no cita pero por su texto se ve que es de Telam, la agencia oficial, que es de una relamida y untuosa felicidad. Se titula: "Todo el país vibró al ritmo del Carnaval". Mentira, yo no vibré y estoy seguro de que la mayoría de los argentinos tampoco, pero ¿quién se entera de este desmentido mío y qué otro argentino tendrá ganas de desmentirlo en lo que a él le atañe? Se deja correr y queda como una verdad probada. Quien calla otorga.

Los detalles no pueden ser más groseros y propios de un candombe. Aprovecha el diario para decir que hasta "los vecinos de La Cava (San Isidro)" bailaron "al ritmo del tamboril".  Llamar "vecinos" a los ocupantes ilegales de terrenos que no les pertenecen, en medio de los cuales los delincuentes encuentran un inexpugnable refugio y del cual salen para aterrorizar y robar a los auténticos vecinos de la zona, es, por lo menos una farsa siniestra.

En Gualeguaychú, que cuando no cortan el puente a Uruguay hacen carnaval en un "corsódromo" esta vez se apiñaron allí 40.000 espectadores para ver pasar las comparsas. De estos, varios venían de otros lugares del país. Según datos de Telam, 100.000 turistas se trasladaron a Entre Ríos en esos días.  

Con eso se pasa otro "chivo" publicitario a favor del régimen: "¡Vean cuanta gente tiene plata para viajar a ver un Carnaval! ¡Eso es obra del *modelo* kirchnerista!"

Me abstengo de calificar a esos turistas del candombe para no ofender a los inocentes niños que habrán sido llevados por sus idiotizados padres a mirar mujeres semi-desnudas y otras expresiones del más ordinario saltimbanquismo que nada tiene que ver con el carnaval tradicional argentino.

El carnaval antiguo, que se festejaba en tiempos de la colonia y durante mucho tiempo hasta poco después de iniciado el peronismo, era un inocente juego de familias que consistía en disfrazarse un poco y tirarse agua con pomos y serpentinas.  No había comparsas ni nudismo.

Se abandonó cuando la Argentina, por obra del peronismo, dejó de ser una sociedad de familias cristianas para pasar a ser un conglomerado proletario o proletarizado, con una larvada lucha de clases en permanente ejercicio y un gobierno de ladrones surgidos de todas las capas sociales, porque en eso de robar no hay distinción de clases.

No copio más frases del informe de Telam que "La Nación" reproduce en su integridad porque es tan meloso y mal escrito que ofendería las modestas páginas de este periódico y el buen gusto de sus lectores. Pero como lo leí entero, le puedo asegurar que es tan ridículamente laudatorio como carente de interés. Sólo se limita a repetir que todos eran felices en todas las ciudades del país y en todos lo barrios de Buenos Aires.

Las fotos son chabacanas y vulgares. Y es evidente, por ejemplo, que las mujeres que están fotografiadas en la primera fila de la comparsa que sale en la tapa del diario, están muy lejos de mostrar un entusiasmo auténtico. Se limitan a exhibir unas sonrisas de compromiso, sólo dos de ellas con antifaces y las demás,  notoriamente "fichando" para cobrar después el estipendio pactado con los "organizadores".  Hay sólo dos hombres, uno con una especie de gorro de cocinero pero tan ridículo que sería injuria considerarlo sin más como un gorro de cocinero y el otro con un gorro que parece hecho de papel de diario doblado como un barquito al revés.  Plumas artificiales en profusión terminan de llenar el cuadro.

En suma, un terrible papelón. Si el Director del diario y quienes aprobaron el formato de esa edición del 8 de Marzo tuvieran un mínimo de vergüenza, deberían haberse dejado matar antes que autorizar semejante esperpento. Y si ni así hubieran podido impedirlo, deberían renunciar y pasarme a mí la dirección del diario.

Yo les puedo asegurar que NUNCA JAMÁS cometería semejantes despropósitos y, además, le daría un giro realmente opositor para acabar con esta tiranía o con el diario. Pero seguir fingiendo que están en contra de este régimen, cuando son los encargados de "mojar la pólvora" de la indignación anti-kirchnerista de quienes lo leen, eso jamás lo haría. Adoptaría el viejo lema radical que los radicales de hoy hace rato que abandonaron: "Se rompe, pero no se dobla".

Lo único que hubiera valido la pena hubiera sido ver desfilar una murga compuesta por toda la "oposición". No sería necesario que se disfrazaran. Pasaría la voluminosa Carrió, el seriudo Pinedo haciendo sus contorsiones para quedar bien con todo el mundo, el pedante cineasta Solanas, sibarítico y exclusivo jefe de la izquierda igualitaria y ladrona, el indefinido Malacuse con su larga melena a la Ninón, la ex-montonera Patricia Bullrich con una ametralladora de utilería, el camaleón Menem con trajes carísismos hechos a su escasa medida y sus sonrisas de pillo redomado, las varias arpías de izquierda, con un gorro de cirujano abortero y un muñeco vestido de militar ahorcado en la punta de un palo, Macri, con el bigote que se nota que le falta y su harem de cinco mujeres y tantos otros de cuyos nombres no me acuerdo ni nadie se acuerda porque no son nadie y siempre serán nadie.

Esa sí sería la murga por antonomasia para tirarle tomates, huevos, bolsas de agua con olores y otros proyectiles despectivos pero no dañinos. Esa sería la reina del carnaval, la payasada más genuina, la mayor causa de hilaridad sino fuera porque son para llorar de rabia y de vergüenza. No sería sino la exhibición callejera de lo que son todos los días.  

Entretanto, el otro carnaval, el que preside la mujer que usurpa la Presidencia, seguida de las arpías de plaza de mayo, de los jóvenes secretarios enriquecidos y muy queridos, del clown Aníbal, del trapecista Randazzo, del vivo de de Vido, de los  ordenanzas que fungen de jefes de las tres FFAA, de la ceñuda Garré, del vudú Boudou, de la bailarina Marcó del Pont, de las siniestras eminencias grises vestidas de monjes negros y apóstatas, Verbitzky, Kunkel, Zanini y otros comunistas revolucionarios y ex-guerrilleros que pululan habitualmente en las sombras del poder, ese otro carnaval causaría terror. Sería como una burla del infierno.

Es sabido que el demonio es el gran payaso, la mona de Dios, el que hacía aparentar que reían a quienes escupían y golpeaban a Nuestro Señor Jesucristo en el Pretorio, el que pierde más almas con sus diversiones que con sus discursos.  

Ese otro carnaval tiene el tremendo inconveniente de que nos lleva a todos nosotros de comparsas de cola, queramos o no, porque sus cabezas tienen la suma del poder público, mientras nosotros somos la suma de todas las cobardías.

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