Por Carlos Belgrano
Amigos:
En esta turbamulta, conocida vulgarmente como nuestra Sociedad existen a mi juicio, tres estamentos, que no se diferencian por estar unos sobre otros.
Por la primera transitan las grandes mayorías, que ignoran lo que implican, las fatales consecuencias políticas y económicas que este "modelo" habrá de acarrearnos en el futuro cercano.
Pertenecen a ella, quienes son de la creencia que nuestro crecimiento productivo, está a la vista de todos y que en definitiva, no hay que preocuparse por otro mandato de esta golfa, porque seguiremos en ascenso.
Es un sector inmensamente mayoritario, al que en su época José Ingenieros definía magistralmente como el "hombre mediocre", que constanetemente se ajusta con agrado y complacencia a los grises.
Son los que no analizan casi nada, porque la temperatura de la economía, la miden de acuerdo a su presupuesto doméstico, mientras se deleitan con el fútbol y la saga de Tinelli.
Pero al ser tan numeroso como anónimo, es imposible tanto de captar como de combatir ó incluso seducir.
Incapaces de movilizarse por un objetivo común a toda la argentinidad, jamás asisten a una marcha, salvo que sea sectorial y específica, excepto alguna cuestión de órden comunal, como las tibias iniciativas contra la inseguridad, que sólo se presenta en las barriadas de los grandes centros.
Sin recurrir a demasiada memoria, tan sólo ayer en las inmediaciónes del corredor ribereño de Vicente López, un centenar de ese tipo de ciudadanos, se nuclearon en torno a un futuro complejo tipo "mini Puerto Madero", para repudiar el proyecto.
Pero esos mismos Compatriotas, fueron incapaces de hacer algo similar frente a la Quinta de Olivos, porque en esencia carecen de un factor aglutinante, que los saque de ese inmovilismo, para coadyuvar a erradicar a estos taimados de su madriguera principal.
Considero tan repudiable esa ausencia de compromiso, para algo mucho más relevante, que peticionar por un espacio verde, que será sepultado por la inercia arrolladora del lavado de dinero, que encierra a esas monumentales y faraónicas construcciónes en progreso.
En el segundo sector de esta población, podemos ubicar por su número, bastante considerable, a la familia Militar, que en conjunto engloba a unos dos millones de Argentinos, que tampoco se las ingenian para ensayar al menos, algo digno, como el clamor por la suerte de sus Camaradas detenidos.
Con una asistencia del 5% de esa fracción, harían rebosar de participantes a la Plaza del Congreso e incluso a la de Mayo, si tuvieran las agallas y el determinismo de hacerse oír.
Pero no lo hicieron en el pasado, no lo hacen ahora y mucho me temo, que tampoco lo harán en el futuro.
Como una muestra mínima de estas afirmaciónes, solo diré, que si entre toda la comunidad marplatense, en la que residen unos cuántos miles de retirados de las tres fuerzas, no juntaron el mínimo valor para sitiar el Consejo Deliberante, que en una afrenta propia de estos tunantes, sacaron el cuadro de nuestro héroe malvinense, el Capitán de Corbeta Pedro Giachino ¿que se puede aguardar de esta gente, que tolera que se mancille el honor de un infante y caballero que murió desangrado por haber ordenado no reprimir a sus ocasionales contrincantes británicos?.
Y en último término, debo de apuntar a una tercera facción, que es infinitamente menos numerosa que las dos anteriores, que cree en una posibilidad de redención, pero por fuera de la conducción política de todos estos lumpen que se postulan de candidatos, pero que no resisten ni el más lejano y recóndito archivo.
Esta porción de la Sociedad, que descree de todos estos fracasados de salón, y que estaría deleitada con la aplicación de una justicia popular, para desterrar de un golpe a todos los culpables, en esencia somos nosotros mismos, que en nuestra horfandad de elementos aglutinantes, nos mimetizamos con las otras dos porciones de Argentinos. Porque estamos como demasiado anestesiados, para incitar a otros para que nos acompañen en alguna gesta reivindicatoria.
LAS TRES CLASES.
Atentamente Carlos Belgrano.-
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