Por Cosme Beccar Varela
Buenos Aires, 09 de Febrero del año 2012 - 1087
Todos los días los delincuentes matan a alguien, a veces a
más de uno. No necesito probar esta afirmación porque todos lo saben. El que
diga que no le consta, miente.
Ayer un "negro" (cuando digo "negro" me
refiero a los negros de alma, aunque no lo sean de piel) atacó al turista
francés Laurent Schwebel en la Plaza San Martín, a plena luz del día y en medio
de muchos peatones, para robarle su equipo fotográfico. Como éste se resistió,
como es lógico que lo hiciera, el maldito criminal no dudó en asestarle un
estiletazo en el pecho, apuntando al corazón, que lo mató en pocos minutos.
Después se fue caminando tranquilamente, con toda sangre
fría, intentando pasar desapercibido.
Había mucha gente alrededor de la escena pero, por supuesto, todos
estaban desarmados. Felizmente algunos lo siguieron de lejos y cuando el
criminal arrojó su arma, fue detenido por un civil joven y valiente, cerca de
un policía que se paseaba tranquilamente junto a la Torre de los Ingleses que
no tuvo más remedio que cumplir con su deber y detener al asesino.. El canalla,
evidentemente, se dirigía a su refugio en la “villa 31” que está a pocos pasos
de allí y es un aguantadero conocido, como toda “villa miseria”, de los
delincuentes que nos atormentan.
La tiranía de los políticos se ha ocupado desde hace muchos
años, gobiernos militares incluidos, en desarmar a la gente de bien aumentando
las penas para quienes intenten defenderse de la única manera posible, es
decir, arma en mano. Al mismo tiempo han relajado notoriamente la prevención
del delito por medio de la fuerza pública.
En 1974 el gobierno de Perón insertó el art. 189 bis del Cödigo Penal (ley 20642, del 28.1.74) por
el cual las penas por tenencia de armas "de guerra" (que puede ser
cualquier arma que se le da la gana al gobierno de turno definir como tal) son
de 3 a 10 años de prisión.
Esto equivale a una amenaza de aniquilamiento de la libertad
de una gravedad tal que es como para disuadir a la gente honesta de intentar
una defensa armada, o sea, es una autorización indirecta otorgada por el Estado
a todos los asesinos del país para matar a quien quieran con la misma facilidad
con que se degüella un pollo en gallinero.
El asesinato de este turista, con el cual nos obliga la ley
de la hospitalidad a ser especialmente cuidadosos de su seguridad, sin que
hubiera habido ni un solo policía para defenderlo nada menos que en la céntrica
plaza San Martín, a las 8 y media de la mañana, en medio de numerosos peatones,
nos recuerda violentamente el estado de inseguridad en que ha caído el país.
* * *
Esta inseguridad se debe a varios factores concurrentes:
1) Domina una tiranía demagógica que adula a la plebe
desordenada y resentida (que no es lo mismo que decir “las clases más
humildes”), a sus cabecillas y agitadores, y les da vía libre para hacer lo que
se les dé la gana, dormir en la calle, andar medio desnudos, sucios,
malolientes y hacer sus necesidades en lugares públicos, y todo eso no por
necesidad sino por borrachera, estupefacción drogada, desaliño o simplemente
por el gusto de chocar a la gente bien educada. Y hasta les paga por eso con
sus “planes *trabajar*” (valga la ironía), para que no tengan necesidad de
hacerlo y puedan dedicarse libremente a drogarse, robar, agredir y matar.
Esa plebe y sus agitadores imponen a la inmensa mayoría del
país su prepotencia cortando calles, vías de tren y accesos o salidas de
estaciones y fábricas, con el auxilio de la fuerza pública que, lejos de
reprimir esas acciones que violan varios artículos del Código Penal, los
protege y asegura que logren su objetivo de enloquecer a la ciudadanía honesta.
Para mejor servir a los delincuentes, el gobierno nacional y
el de la ciudad, fomentan las “villas miseria”, conocidos “aguantaderos” de
maleantes que tienen aterrorizados a los verdaderamente pobres que allí
viven.
2) Libertad para consumir marihuana otorgada por sentencia
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (sentencia en el "Caso
Arriola" del 24/8/2009) con lo cual se abre la puerta para el consumo de
cualquier droga. Como es sabido, el drogado puede cometer crímenes aberrantes
sin el menor remordimiento de conciencia. El drogadicto es un criminal en
potencia de alta peligrosidad.
3) Un gobierno compuesto por ex-terroristas cuyos
integrantes se enriquecen descarada y delictivamente, dando un pésimo ejemplo a
toda la población. Esa corrupción se extiende a la Policía y los agentes que
quieran cumplir con su deber de prevenir el delito son disuadidos porque cada
vez que reprimen a un delincuente, son castigados y hasta dados de baja. La
Policía tiene orden permanente de no impedir los desórdenes que menciono en el
punto (1) a los que se designa como "protesta social" con lo cual la
Policía es puesta al servicio de notorios malvivientes y es obligada a
desamparar a las personas honestas agredidas por esas agresiones. Esto crea en
la Policía una especie de convivencia con la plebe y sus agitadores que termina
por hacerla insensible al sufrimiento de las víctimas de esa caterva vil.
4) El desarme de la población honesta mediante leyes
intimidatorias feroces, como el art. 189 bis ya mencionado, y toda una cháchara
política y periodística que desprestigia la tenencia de armas con diversas
mentiras como por ejemplo: "Si todos tienen armas aumentará la
violencia", "esto será un *Far West*", "cuando a uno lo
asaltan es peor tener un arma que no tenerla", etc.
No quiero alargar este artículo refutando cada una de esas
paparruchadas. Lo dejo a la perspicacia, conocimiento de la Historia y de la
actualidad de cada uno de los lectores. Sólo diré que los Estados de los EEUU
que permiten el porte de armas son aquellos en los que hay menos delitos, lo
mismo que en Israel donde los delitos comunes casi no existen.
Es evidente, además, que si los criminales supieran que una
gran parte de la población civil está armada y sabe cómo usar las armas,
dudarían mucho antes de cometer un asalto. Y es muy posible que el número de
éstos disminuyera.
Además, es muy posible también, que se pueda ayudar
eficazmente a las víctimas durante la comisión del delito y que se pueda
detener a los criminales inmediatamente después de cometido el crimen.
Por ejemplo, el infortunado M.Schwebel podría haber sido
salvado por alguno de los muchos peatones que había alrededor de él quienes,
por estar desarmados, no pudieron hacer nada para salvarle la vida y tuvieron
que limitarse, como dice la valiente Sra. María Costa Paz de Gowland, testigo
del crimen de ayer, a "llorar de impotencia" (ver carta de lectores
en "La Nación2 del 9/2/2012).
* * *
En un artículo de este periódico publicado el 13 de marzo
del 2001 (nro.114 titulado "Defensa civil contra la ola de
delincuencia") resumí los lineamientos de una posible ley de defensa
civil. Si los malditos políticos hubieran aceptado la idea en el 2001 ¡cuántas
muertes y delitos se habrían evitado! Han pasado once años y las cosas han
empeorado exponencialmente, convirtiendo nuestro otrora seguro país en una
cueva de asesinos y ladrones.
El sistema legal que proponía debería tener en cuenta los
siguientes recaudos mínimos:
I) Toda persona que lo desee -y se debería incentivar que lo
deseen todas las personas de bien- podrá portar un arma siempre que cumpla con
los siguientes requisitos: a) ser mayor de edad y físicamente hábil; b) estar
psíquicamente sano; c) tener una educación suficiente para comprender las bases
de lo que es una convivencia civilizada; d) no tener condenas penales y d)
recibir instrucción sobre la manera, oportunidad y condiciones para el uso del
arma. El tener una familia establecida hará especialmente recomendable el
otorgamiento de la licencia para portar de arma.
II) Esas personas deberían concurrir al menos una vez cada
tres meses a recibir instrucción de lo mismo y revalidar su autorización del
uso del arma. Para facilitar la instrucción, las Fuerzas Armadas y la Policía
deberán abrir centros ad hoc en cada Comisaría, cuartel, clubes de tiro y otros
lugares que se habiliten al efecto. Los instructores, a su vez, deben ser
cuidadosamente seleccionados y controlados por sus superiores para asegurarse que
su enseñanza sea eficiente y conforme a las normas legales y de prudencia.
III) La persona que tenga porte de armas tendrá derecho a
defenderse ella, a su familia, a sus vecinos y a cualquier otra persona que
sufra una agresión criminal evidente en sus proximidades. Podrá efectuar
arrestos ciudadanos, cosa que ya permite el art. 240 del Código Penal.
IV) En caso de verse obligado a actuar en defensa propia o
de terceros y como consecuencia de ello, deba herir a un delincuente o aún
darle muerte si no hubiera otra defensa, el sumario que se abrirá será
tramitado sin prisión preventiva del responsable ni suspensión de la licencia.
No se debe exponer a la persona a represalias. Si se debe secuestrar el arma
para peritajes, se le proveerá otra. Se admitirán las presunciones como prueba
a favor de la razonabilidad del uso del arma y será tarea del fiscal probar que
hubo un exceso deliberado o alguna otra forma de delito.
V) La licencia se perderá en caso de que la persona haga un
uso indebido del arma o si no concurriera a los entrenamientos trimestrales o
si presentase irregularidades psíquicas o de conducta o si incurriese en algún
delito o por cualquier otra causa que tornase evidente que la persona no es
capaz de usar el arma en defensa propia o de terceros.
* * *
En base a este esquema podría proyectarse una ley de Defensa
Civil contra la delincuencia. No hay otra forma de parar la ola de crímenes que
nos ahoga. No sirve reforzar las leyes porque los delincuentes se ríen de
ellas. No sirve mejorar los ju eces, porque ellos castigan “ex post facto”, pero
no salvan la vida de las víctimas. No sirve aumentar la Policía porque ya está
corrupta y sólo aumentaríamos el número de los que no hacen nada para evitar el
delito.
Sólo dejando a cada uno el derecho de armarse para velar por
sí y por su prójimo podrá disminuirse la inseguridad. Al menos así habrá una
cierta igualdad entre la gente honesta y los delincuentes que están armados
hasta los dientes sin pedirle permiso a nadie.
Cosme Beccar Varela
e-mail: correo@labotellaalmar.com
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