Por José Luis Milia
Julio 4, 2012
“Caminante, ve a Esparta
y diles a los espartanos
que por obedecer sus leyes
aquí yacemos”.
Simónides de Ceos,
poeta griego.
Eran doce Soldados Salteños
mandados por dos Suboficiales. Estaban ese día, 29 de mayo, en Manchalá. Ni
siquiera tenían la pretensión de ser Militares. Sólo cumplían las Leyes de la
República Argentina, en especial esa que imponía a los ciudadanos a cumplir con
el Servicio Militar y habían ido allí por orden de un Gobierno Constitucional.
La mañana del 29 de mayo de 1975
los sorprendió pintando la escuela de Manchalá. Un poco más tarde la historia
los puso en un brete del que todo hombre recela pues siempre tiene la duda de
cómo responderá. Sin embargo, no dudaron, ¿Cómo iban a dudar si habían crecido
escuchando en cuentos y consejas las historias de los Infernales que con Don
Martín le guardaron, a pura lanza, la frontera norte a San Martín?, ¿Cómo iban
a rehuir el combate si eran de la estirpe que le puso el pecho a cuanto bandido
quiso asolar su provincia?.
No preguntaron, ellos, los doce
Soldados Salteños de Manchalá y sus Jefes, cuántos eran los otros. Solo sabían
que eran muchos más que ellos pero respondieron al plomo con el plomo y en esas
horas en que jugaron con la muerte se ganaron para siempre el mote de “Los
bravos de Manchalá”.
Un pueblo agradecido y un
Ejército- era otro Ejército-, orgulloso levantaron en el cuartel donde se
formaron un túmulo para recordar su coraje.
Hoy, si se han cumplido con
presteza las órdenes de un obsecuente ministro y unos generales más preocupados
en cobrar sus sueldos el 29 de cada mes que en formar Soldados, el monumento ha
sido demolido.
Los enanos de la revancha trabajan
rápido y sin pausa, e inclusive han obligado a empleados uniformados-
amenazándolos, seguramente, con hacerles perder su pitanza ganada a fuerza de
agachar la cabeza- para que aprieten a Soldados que se han animado a expresar
lo que su honor les imponía.
Quizás, la demolición del
monumento sea lo mejor. La frase de Simónides
que alguna vez fue tallada en una piedra en las Termópilas quizás duró más
tiempo que el Monumento a los Bravos de Manchalá -las inclemencias del tiempo
son más generosas que la bajeza de los hombres- pero sirvió, aún después de
desaparecer hace más de dos mil años, para hacernos saber que el coraje y el
amor a la Patria prevalecen.
José Luis Milia
P.S.: El uso de mayúsculas y minúsculas para determinados empleos o
grados no es errático. Es sólo una manera de mostrar el respeto o el desprecio
que los actores de esta historia me provocan.
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