Por el Dr. Cosme Beccar Varela
Buenos Aires, 21 de Septiembre
del año 2012 - 1128
¡Dios mío! ¡Qué horror! Creo que
hemos tocado el fondo de la perfidia, el fondo de la indiferencia cínica y
cómplice de la mayoría de los "argentinos". Lo que ha pasado ayer en
Rafael Castillo, Provincia de Buenos Aires, es lo más horrendo que ha ocurrido en
estos años horrendos.
Un par de malditos asaltaron a
una familia. Los dos demonios con forma humana que invadieron la casa de Víctor
Granada, un hombre de 74 años que vivía con su esposa, su hijo Alejandro y su
nieto Hernán, de siete años, querían robar plata. Los amenazaron, con armas en
la mano. El nietito Hernán, intuyendo que esos degenerados estaban dispuestos a
todo, que su abuelo, con pleno derecho, no quería darles la plata que era de
él, ganada con el sudor de su frente, y que de esa confrontación resultaría una
tragedia, les suplicó a los demonios: "¡No le hagan nada a mi abuelito,
les regalo todos mis juguetes para que se los lleven, pero por favor no le
hagan nada!" ("La Nación", 21/9/2012, pag. 23). Inclusive, según
dice la abuela, hasta les ofreció una naranja que tenía en la mano.
Pero los degenerados no se
conmovieron: mataron al pobre abuelo, fríamente, de un tiro en el corazón. Y se
llevaron $100 y un teléfono celular. Ese era el precio de las lágrimas del niño
y de la vida de un hombre.
Todos los días hay dos o tres
asesinatos. Pero este, cometido a pesar de esa súplica infantil capaz de
conmover a una piedra, revela que la delincuencia en la argentina ha pasado los
límites del Código Penal y ha entrado en los del genocidio y el castigo sale de
las manos complacientes e ineficaces “de la ley” para pasar a las de la
venganza social y personal. Yo puedo asegurar que si hubiera estado en el lugar
y si hubiera tenido el porte de armas que me niega esta tiranía infame, hubiera
fusilado a esos canallas sin ninguna duda lamentando no haber estado antes para
matarlos antes de que cometieran su crimen.
Los delincuentes que están
asolando a la población indefensa, mientras los corruptos del gobierno se
dedican a robar en vez de cumplir, aunque más no sea, el deber elemental de
todo gobierno de garantizar la vida de los habitantes, son de una clase de
malditos que han dejado de ser humanos para pasar a ser sirvientes del demonio.
Nuestro Señor Jesucristo dijo de
Satanás que fue "asesino desde el principio". Ese rasgo criminal de
Lucifer se reproduce en los delincuentes de los tiempos terminales, cuando ya
no se conforman con robar o defraudar sino que además matan por el puro placer
de matar, aunque el asesinato no les reporte más que $100 y un teléfono
portátil.
De sólo imaginarme que estos
criminales están sueltos y vanagloriándose de su cobarde crimen me siento
enfermo. Si además me imagino que fueran presos pero que por negligencia de los
carceleros, se escapan, o que si son "juzgados", por desidia inmoral
de los jueces, pueden ser dejados en "libertad condicional" o que por
venalidad de la prensa sus fotos aparezcan sonrientes en los tribunales en los
que son procesados y donde, por el hecho de ser parte de la plebe vil, son
tratados con una benevolencia con la que no es tratado el inocente Carrascosa,
preso hace tres años por el capricho de un fiscal “patuquito” y trepador y la
injusticia demagógica de los jueces de apelación, siento que la sangre me corre
por las venas en el sentido contrario al que debería y se me atosiga el corazón
de una rabia tan feroz como impotente.
Si el pobrecito Hernán pudiera
leer estas líneas quisiera que sepa que en el vasto territorio de la
indiferencia en el que él sobrevive hay por lo menos una persona que se
compadece infinitamente de él, admira incondicionalmente su coraje y su amor
filial y desea intensamente que la sangre de su abuelo sea vengada.
Eso no significa que quiero que
juzguen y castiguen a los criminales. Eso no basta. Para alimañas como estas no
se hizo el Derecho. Identificados debidamente los culpables deben ser
eliminados como ratas que son. Y al igual que ellos, los autores de todos los
crímenes que enlutan nuestro país desde hace años con la complicidad de esta
tiranía de montoneros criminales.
Es evidente que el Estado de
Derecho ya no existe. Hemos vuelto a la ley de la selva en la que el débil
muere y el fuerte mata.
Execrados sean los políticos que
con su hipocresía se oponen a permitir que los ciudadanos pacíficos se armen y
de defiendan contra la jauría de perversos que nos acosan. Y si no existe el Estado de Derecho, como es
notorio que no existe, entre otras razones porque los jueces de la Corte
Suprema convalidan todos los delitos de los funcionarios que roban impunemente
a cuatro manos y los criminales hacen lo que se les da la gana todos los días,
entonces el derecho de defensa propia, el más elemental y primero de todos los
derechos, recobra íntegramente sus fueros y debemos armarnos para matar a
demonios como los que desoyeron la súplica del pobrecito Hernán Granada.
Y no me vengan los clérigos
progresistas a decirme que “hay que perdonar”, que la venganza no está
permitida. Ellos son culpables en primer lugar de esta situación, porque la
plebe ha caído en este abismo de perversidad porque ellos han dejado de enseñar
el catecismo y, en cambio, predican la herejía permisivista del progresismo.
En una situación como la que
vivimos el perdón debe ser sólo para los que se arrepienten y lo piden
sinceramente con el debido propósito de enmienda y nunca si ese perdón equivale
a la impunidad que incentiva nuevos crímenes.
El perdón debe ser concomitante
con el castigo y si por un milagro inesperado, esos degenerados que mataron al
abuelo de Hernán Granada pidieran perdón, habría que decirles: “Que Dios los
perdone, que sus víctimas los perdonen, pero la sociedad que Uds. han
contribuido a hacer peor de lo que ya es, exige que Uds. mueran, perdonados
pero culpables, para que los otros miserables de calaña de Uds. que pretendan hacer lo mismo
mañana, sepan cual es el castigo que les espera.”
Cosme Beccar Varela
e-mail: correo@labotellaalmar.com
Veo que los argentinos ya están sufriendo lo mismo que los mexicanos y por las mismas razones. Esto nos pasa por haber rechazado el reinado social de Cristo.
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