Entre las obras escritas por el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira cabe destacar especialmente “En Defensa de la Acción Católica” (1943), “Revolución y Contra-Revolución” y “Nobleza y Élites tradicionales análogas“. Estas publicaciones constituyen un resumen de una vida: el primero es un grito en defensa de la Iglesia y, el segundo, en defensa de la Civilización Cristiana.
Contenido
• El
Modernismo
• Una
“francmasonería católica”
• El
“catolicismo democrático”
• Roma
condena, los modernistas se esconden
• Resurge
el neo-modernismo
• La
Acción Católica
• De
la izquierda de la Acción Católica nace la teología de la liberación
Los errores
denunciados por Plinio Corrêa de Oliveira en su obra “En Defensa de la
Acción Católica”provenían de dos corrientes distintas pero entrecruzadas:
una corriente de activismo socio-político izquierdista que, nacida como
componente del “catolicismo social“, dio vida al “catolicismo
democrático“ del cual salió el “cato-comunismo“(o cristianos para el
socialismo); y una corriente filosófico-teológica que, conocida como “catolicismo
liberal“, dio origen al “modernismo” del cual salió la llamada
“nouvelle théologie“.
”Mirando a mi
alrededor estoy obligado a admitir que la corriente modernista está destruida,
sus fuerzas estan por ahora agotadas. Debemos esperar el tiempo en que, por
medio de un trabajo silencioso y secreto, habremos conseguido transbordar a la
causa de la libertad una más amplia parte de los fieles“. Así se lamentaba
el jesuita inglés George Tyrrell (1861-1909) después de la condenación de la
herejía modernista. [1]
El Modernismo
Incubado en
ambientes intelectuales de “vanguardia” bajo formas variadas y no siempre de
acuerdo entre ellas, hacia fines del siglo XIX, el Modernismo quería producir
profundas reformas en la doctrina y en la estructura de la Iglesia, con el
pretexto de adaptarla al “espíritu de los tiempos“. Según Alfred Loisy
(1857-1940), principal exponente de la corriente, “los modernistas forman un
grupo bastante definido de hombres de pensamiento, unidos por el común deseo de
adaptar el catolicismo a las necesidades intelectuales, morales y sociales de
nuestros días“. [2] Especificando la magnitud de esta adaptación, afirmaba
que el objetivo era “cambiar la Iglesia, su constitución, su doctrina y sus
ritos“[3]
La adaptación
querida por los modernistas no era de hecho ni superficial ni saludable. Esta
habría alcanzado los mismos fundamentos de la Iglesia, comportando en la
práctica su destrucción: “¡El viejo edificio eclesiástico deberá
derrumbarse!”,proclamaba Loisy.[4] La misión de los modernistas, según
Tyrell, era de “golpear y golpear la vieja carcasa de la Iglesia Romana“.[5]
Por esto, en el acto de condenarla, San Pío X definió esta
corriente como “la síntesis de todas las herejías“, especificando
además: “si alguien se hubiera propuesto reunir en uno el jugo y como la
esencia de cuantos errores existieron contra la fe, nunca podría obtenerlo más
perfectamente de lo que han hecho los modernistas [Los modernistas] han
aplicado la segur, no a las ramas, ni tampoco a débiles retoños, sino a la raíz
misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas“.[6]
En Italia el movimiento modernista formó un grupo restringido entre
intelectuales y sacerdotes como Tomás Gallarati Scotti, Stefano Jacini, Alessandro
Casati, Antonio Fogazzaro, Giovanni Selva, Salvatore Minocchi, Giovanni Semeria
e Giovanni Genocchi. Mayor interés tienen Ernesto Buonaiuti (1881-1946),
primero profesor de Historia de la Iglesia en el Seminario del Apollinare y
después de 1915 en la Universidad de la Sapienza de Roma, y Romolo Murri
(1870-1944), uno de los principales animadores de la Democracia Cristiana.
A diferencia de
tantas herejías del pasado, el Modernismo no combatía a la Iglesia desde el
exterior, sino que trabajaba desde el interior, alcanzando a influir hasta en
ambientes altamente situados. Es siempre San Pío X quien denuncia que: “los
autores del error ya no deben buscarse entre los enemigos declarados, sino que,
es lo que da una suma pena y temor, se esconden en el mismo seno de la Iglesia“
Una “francmasonería católica”
En el corazón de la
corriente modernista, confiriéndole su dinamismo y coordinando sus
manifestaciones, había una verdadera secta semi-secreta. El mismo Papa Sarto
destacaba que “los modernistas son tanto más perniciosos cuanto menos
aparecen”, cuanto más obran “en secreto“.
Le idea de una
secta secreta que tramaba desde dentro la destrucción de la Iglesia podrá
ciertamente hacer que se levante más de una ceja, casi como se tratase de un
mediocre enredo policialesco. Sin embargo, eran los propios modernistas que se
jactaban de ello. “Debemos hacer una francmasonería católica“, proponía
Antonio Fogazzaro por boca de uno de los personajes de la novela Il Santo,”¿Masonería
Católica?¡Sí, Masonería de las Catacumbas!” [7]
El “catolicismo democrático”
Pero los miembros
de esta “francmasonería católica“ no eran los únicos que querían
reformar la Iglesia. Paralelamente y en conjunto con ellos actuaban también los
exponentes de la corriente llamada católico-democrática.
A mediados del
siglo XIX, como respuesta a las injusticias causadas por la revolución
industrial, había surgido el así llamado “catolicismo social“ que,
además, se había dejado influenciar en algunos de sus ambientes por doctrinas y
posturas de matriz socialista. Del deseo, en si laudable pero demasiado vago y
romántico, de ayudar a los pobres se pasó en algunos casos a la profesión de
las ideas igualitarias. De la denuncia, a menudo justificada, de la explotación
de los obreros por parte de patrones no raramente se pasó al rechazo del
sistema liberal capitalista y a una visión de la sociedad de tipo marxista.
Este desvío a la izquierda dio origen, hacia fines del siglo XIX, a la
corriente conocida como catolicismo democrático.
Desde 1867 existía en Italia la Sociedad de la Juventud Católica
Italiana, dirigida por Giovanni Acquaderni. En Junio de 1874 tuvo lugar en
Venecia un congreso católico que terminó creando un movimiento a nivel
nacional. Esto se concretó un año después en el congreso de Florencia, del cual
brotó la Obra de los Congresos y de los Comités Católicos en Italia. La
presidencia fue confiada inicialmente al mismo Acquaderni.
Algún tiempo
después, sin embargo, comenzaron a manifestarse los primeros roces. Los jóvenes
líderes en ascensión dentro de la Obra representaban una orientación bastante
diversa, afín con las nuevas ideas. Algunos sectores de la Obra comenzaron a
manifestar una fuerte infiltración modernista y católico-democrática. En 1891,
los sectores más radicales influenciados por Romolo Murri fundaron los “grupos
democráticos“ ubicados tan a la izquierda como para querer abandonar la
etiqueta “democrática“ sustituyéndola con la de “socialista“. [8]
La corriente murriana brotó en el 19° Congreso nacional de la Obra realizado en
Bolonia en 1903 y la vieja guardia salió derrotada.
Roma condena, los modernistas se esconden
Profundamente
descontento por el éxito del congreso y, de modo general, por la forma que
habían tomado algunos sectores de la Obra, en Diciembre de 1903 San Pío X
publicó el motu proprio Fin dalla prima, en el cual delineaba una “normativa
fundamental para la acción social de los católicos“, en contraste neto con
las ideas católico-democráticas. Frente a la posición obstinada de estos
sectores de la Obra, ahora reforzado por la corriente murriana, al año
siguiente se separaron oficialmente de la asociación, dejando abierta solamente
la Sección guiada por el conde Medolago-Albani. [9]
Los “cristianos
democráticos“ respondieron de modo insolente convocando un congreso en Bolonia,
donde fue fundada la Liga Democrática Nacional, de inspiración socialista. Para
aclarar de una vez por todas la situación, San Pío X publicó entonces la
encíclica Il fermo proposito, en la cual condenaba la
corriente cristiano democrática. Don Murri fue primero suspendido a
divinis y, después, excomulgado. Abandonando la sotana, se casó en
1912.
La audacia de los
modernistas provocó una respuesta análoga del Pontífice. Después de repetidas e
inútiles advertencias “recordemos particularmente la encíclica Pieni
l”animo (1906) y la Alocución consistorial del 17 de Abril de
1907- San Pío X fue obligado a condenar el Modernismo con el decreto Lamentabile
sane exitu (Julio de 1907) y la encíclica Pascendi
Dominici gregis (Septiembre de 1907), en la cual lo define como “síntesis
de todas las herejías“. En el texto latino original, la acusación suena aún
más fuerte: “omnium haeresum collectaneum“.
Condenados de este
modo, ¿los modernistas se someterían? De ningún modo. Habituados a trabajar en
la semi-clandestinidad, se enmascararon aún más. “Os aconsejo que no os
liguéis con un vínculo sensible“, aconsejaba Fogazzaro. “Podéis navegar
seguros bajo el agua como los peces cautos, pero pensad que el ojo agudo del
Sumo Pescador o vice-Pescador os puede descubrir fácilmente y cogeros con un
golpe de arpón. Ahora yo no aconsejaré nunca a los peces más finos, más
sabrosos, más buscados, de congregarse. Uds. pueden comprender qué puede
suceder cuando uno es cogido y sacado fuera. Y, uds. lo saben bien, el gran
Pescador de Galilea ponía los pescaditos en su vivero, pero el gran Pescador de
Roma los fríe“.[10]
Pero el “ojo
agudo del Sumo Pescador“ vigilaba. En el motu proprio Sacrorum
Antistitum (1910), S. Pío X denunciaba que los modernistas se estaban
reagrupando en una “liga clandestina“ (clandestinum foedus), advirtiendo
además que ellos “no han abandonado su designio de perturbar la paz de la
Iglesia“ [11]
Resurge el neo-modernismo
En los años
sucesivos, de las tenebrosas sinuosidades de esta liga clandestina, la chusma
modernista llevó adelante el “trabajo silencioso y secreto“ propuesto
por George Tyrell, estableciendo así los fundamentos de lo que Pío XII después
llamaráNouvelle Théologie, sucesivamente condenada en varios documentos,
especialmente en la encíclicaHumani generis. (1950) [12]
Esta es la fuente
contaminada de la mayor parte de los errores teológicos contemporáneos.
”Obligados a una especie de vida
clandestina“, explica Albert Besnard, O.P., “los modernistas continuaron
a obrar de modo secreto, inspirando sucesivamente a la mayor parte de las
contestaciones religiosas que hoy vemos en la Iglesia“. [13] Don Germano
Pattaro, del Seminario Patriarcal de Venecia, precisa igualmente que: “el
cambio de perspectiva se operó dolorosa y trágicamente con el modernismo que
fue retomado y repropuesto en la Nouvelle Théologie“.[14]
Alfred Loisy
En el ínterin, sin embargo, intervino
un factor que podría haber cambiado substancialmente la situación. Además de la
facundia de sus mentores, lo que había llevado a la ruina a la secta modernista
fue su escasa influencia sobre la opinión pública. El modernismo permaneció
como un fenómeno de élites intelectuales y, al comienzo, hasta los nuevos
teólogos padecieron con esta situación. Les faltaba un movimiento de masas que
permitiese la difusión masiva de las nuevas ideas. La ocasión se presentó a
fines de los años “20.
La Acción Católica
En los años “20 el Papa Pío XI emprendió la reorganización de los
laicos, dando vida a la moderna Acción Católica, siguiendo un esquema que fue
reproducido después en todo el mundo. En la intención del Sumo Pontífice, la AC
debería constituir un vasto movimiento apto para coordinar el empeño apostólico
de los seglares, bajo la guía de la Jerarquía. [15] De ahí la definición:
participación de los laicos en el apostolado jerárquico de la Iglesia.
Jacques Maritain
Desgraciadamente, casi desde el
comienzo existió dentro de la nueva asociación una conspicua presencia de la
corriente católico-democrática y de la neo-modernista. Inspirados en pensadores
como Jacques Maritain (1882-1972) y Emanuel Mounier (1904-1950), así como de
teólogos como Marie-Dominique Cheng (1895-1989) y Henri de Lubac (1896-1991),
núcleos de activistas se introdujeron en algunos sectores de la Acción
Católica, sirviéndose de ella para la difusión de sus errores y empujándola en
una dirección opuesta a la querida por el Pontífice.
Los años “30, como
dice el historiador Adrien Dansette, “señalaron un decisivo cambio de
dirección en el catolicismo“.[16] Fue su principal protagonista la Acción
Católica, por medio de sus sectores más dinámicos que, según el caso, eran los
que más sufrían esta infiltración. El cambio de dirección se realizó de dos
modos.
Primeramente, las
antiguas asociaciones católicas, fieles a la orientación de San Pío X, fueron
absorbidas y por lo tanto neutralizadas, utilizando métodos más bien ambiguos.
Refiriéndose, por ejemplo, al modo por el cual la AC fue introducida en Estados
Unidos, el padre Andrew Geeley, un protagonista del hecho, revela que “fueron
fundadas nuevas asociaciones, las antiguas fueron infiltradas y reorganizadas“.[17]
Por otra parte, muchos de los militantes sufrieron un proceso que
podríamos llamar de trasbordo ideológico, llevando a desmantelar su mentalidad
tradicional sustituyéndola por las nuevas ideas e induciendo a los más
radicales a asumir posiciones francamente revolucionarias.
El desvío izquierdizante dentro de la AC no fue uniforme en todos sus
sectores, ni se manifestó de modo igualmente virulento en todos los países. Es
innegable, por ejemplo, que el liderazgo de Luigi Gedda, apoyado por Pío XII,
frenó esta infiltración en sectores de la AC italiana. [18]
Pero desgraciadamente no fue así en todas partes. En Francia,
posiblemente la principal fábrica de las nuevas ideas, el desvío fue tan grave
que indujo a sectores enteros de la AC a adherir al socialismo y aún al
comunismo. [19] Cuando, a comienzos de los años “70, fue fundado en Francia
Cristianos por el Socialismo, cinco grupos de AC adhirieron a ellos en bloque.
El caso de la
Acción Católica brasileña constituye en la especie un ejemplo paradigmático. El
desvío era visible sobre todo en la JUC (Juventud
Universitaria Católica). Inspirándose en Maritain, Mounier, Teihlhard de
Chardin y otros pensadores, en su mayoría franceses, la JUC “tomó una tonalidad
siempre más socialista“, como lo explica Luiz Alberto Gómez de Souza. [20]
En 1959 la JUC saludó con entusiasmo la revolución comunista de Fidel Castro.
De la JUC nació la Acção Popular (Acción Popular), que en 1962
de define como “socialista“ y en 1972 se transforma en la Acção Popular
Marxista-Leninista, terminando por ser incorporada al Partido Comunista.
Algunos militantes de la AC llegaron a participar de la lucha armada en los
años de plomo.
De la izquierda de la Acción Católica nace la teología de la liberación
El sacerdote Gustavo Gutiérrez
En el campo teológico, el hundimiento
no fue menos llamativo. Para dar un ejemplo, la famosa teología de la
liberación nació en este ambiente de la Acción Católica latinoamericana. Gustavo
Gutiérrez, considerado el “padre fundador“ de la corriente, era
capellán de laUNEC (Unión Nacional de los Estudiantes Católicos),
el equivalente peruano de la JUC. El “obispo rojo”, D. Helder Cámara, era
entonces el capellán de la AC. El P. Ronaldo Muñoz, mentor de los Cristianos
para el Socialismo, era líder de la JUC chilena. Fray Betto,
actualmente miembro del gobierno Lula, era presidente de la JEC (Juventud
Estudiantil Católica). El elenco podría continuar casi ad infinitum. Es
necesario notar que la primera editora de los libros de la teología de la
liberación fue MIEC-JECI (Movimiento Internacional Estudiantil Católico “
Juventud Estudiantil Católica Internacional), emanación de la AC.
El teólogo de la
liberación Pablo Richard afirma claramente que: “la JUC de los años 1960
vivía ya la efervescencia del cristianismo revolucionario“ que habría dado
vida a esta corriente. [21] Más explícito, Luiz Alberto Gómez de Souza explica
que “fue en Brasil, y más concretamente en la Acción Católica, que
comenzaron a tomar forma las instituciones que luego darían origen a la
teología de la liberación“. [22]
Recapitulando el
proceso, el historiador Samuel Silva Gotay afirma que la teología de la
liberación “salió de la radicalización de las doctrinas y de la práctica del
catolicismo social del paso del catolicismo social al cristianismo revolucionario“.[23]
La infiltración denunciada por Plinio Corrêa de Oliveira en el ahora
lejano 1943 había desgraciadamente alcanzado su objetivo.
(Artículo traducido de la revista: Tradizione,
Famiglia, Proprietà , Mayo 2003, Año 9 N° 2, Roma)
————————————————————–
[1] Citado en E. Riviére,
“Modernismo”, Dictionnaire de Théologie Catholique, Vol. CC, col.
2042.
[2] Alfred
Loisy, Simples Réflexions sur le Decret du Saint Office Lamentabili
Sane Exitu, et sur l”Encyclique Pascendi Dominici Gregis, p. 13, in Arthur
Vermeersch, “Modernism”, Catholic Encyclopedi, Caxton
Publishing, Londres, 1911, Vol. X, pág. 416.
[3] In Vicente Maumus, Les Modernistas, Beauchesne, París,
1909, pág. 9.
[4] Carta al
P. Marcel Hébert, in Alec Vidler, The Modernist Movement in Roman
Church. Its origins and outcome, Gordon Press, New York, 1976, pág. 78.
[5] Carta del 28 de Noviembre de
1907, ibid., pág. 78.
[6] S. Pío X, Pascendi Dominici Gregis, Septiembre de 1907.
[7] Antonio Fogazzaro, Il Santo, Milán, sin Editor, 1907,
págs. 44, 48
[8] Luidi Civardi, Compendio di storia dell”Azzione Católica
italian, Coletti, Roma, 1956, pág. 54
[9] Para una historia de la Obra, ver Ernesto Vechesi, Il
movimento católico in Italia, Società Editrice La Voce, Florencia,
1923.
[10] A. Fogazzaro, Il Santo, pág. 44.
[11] Acta Apostolicae Sedis, 9 de Septiembre de 1910, núm.
17.
[12] Cfr. La encíclica Mystici Corporis Christi (1943)
yMediator Dei (1947) además de las alocuciones a los Padres
Jesuitas del 17 de Septiembre de 1946 y a los Padres Dominicanos del 22 de
Septiembre.
[13] Albert
Besnard, O.P., “Modernismo”, in Les Religions. Les dictionnaries du savoir moderne, de Jean Chevalier., Centre d”Etude et de Promotion de la Lecture, París, 1972, pág. 306.
[14] Germano Pattaro, Curso de Teología del ecumenismo,
Brescia, 1985, pág. 344.
[15] Giacomo de Antonellis, Storia dell”Azione Católica,Rizzoli,
1987, págs. 153 y ss.
[16] Adrien
Dansette, Destin du catholicisme français 1926-1956, Flammarion,
Paris, 1957, pág. 5.
[17] Andrew
Geeley, The Catholic Experience, Doubleday & Company, New York,
1967, pág. 257.
[18] Luigi Gedda, 18 de Abril, Memoria inédita del artífice de
la derrota del Frente Popular, Mondadori, Milán, 1998.
[19] Cfr. Georges Suffert, Les Catholique el la Gauche,
Maspero, París, 1960; Jean-François Kesler, De la gauche dissidente au
nouveau Parti Socialista. Les minorités qui ont rénové le P.S., Bibliotéque
Historique Privat, Toulouse 1909; A. Latreille, J.R. Palanque, E. Deraruelle,
R. Rémond, Histoire du Catholicisme en France, Spes, París, 1962,
Vol. III.
[20] Luis Alberto Gómez de Souza, A JUC. Os estudantes católicos
e a política, Petrópolis, Editora Vozes, 1984, p. 156.
[21] Ibid., pág., 10.
[22] Ibid., pág. 9.
[23] Samuel Silva Gotay, “Origem e
desenvolvimento do pensamento cristão revolucionário a partir da radicalização
da doctrina social cristà nas décadas de 1960 e 1970”, in CEHILA,
História da teologia na América Latina, Edi+oeses Paulinas, São Paulo,
1981, pág. 139.
FUENTE: Accion Familia
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