domingo, 2 de agosto de 2009

MONS. HECTOR AGUER SE REFIRIÓ A LAS REFORMAS DE LA ENSEÑANZA

En su reflexión semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (AMÉRICA TV), Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata y Presidente de la Comisión Episcopal para la Educación Católica, afirmó que “las reformas son diseñadas por ideólogos muchas veces sin experiencia áulica, que aplican las últimas teorías en boga sin atenerse a la tradición cultural del país y a las necesidades concretas de su gente”.
Dijo que “este intento de concretar reformas educativas resulta crónico en la Argentina” y que “en realidad no habría que aspirar tan frecuentemente a reformar la enseñanza, sino que habría que pensar más bien en una auténtica filosofía de la educación que se base en una recta antropología, en una concepción correcta del hombre. Eso es lo que muchas veces falta”.

El prelado platense manifestó que “no hay reforma que pueda prosperar, por más ley que la promulgue, si no se apoya en la auténtica realidad humana y, ante todo, en la naturaleza de la persona y de sus actos. La persona humana concebida de un modo integral, sin amputarle su dimensión trascendente. En las orientaciones sociologistas, psicologistas, constructivistas, el hombre no es más concebido como una criatura de Dios, como imagen y semejanza de Dios. Habría que partir de allí”.
Mons. Héctor Aguer se refirió, de manera especial, a la propuesta del economista Alejandro Bunge, que escribió un libro publicado en 1940 llamado “Una Nueva Argentina”, con un “capítulo dedicado a la educación que es de una sensatez extraordinaria”.


En la foto: Carlos Saavedra Lamas, quien recibiera el Premio Nobel

Transcribimos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:

“En estos momento se está debatiendo, en la Argentina, acerca del perfil que debe adoptar el nivel secundario de la educación”.

“Estamos en un período de reforma de la reforma, que ha comenzado hace ya un tiempo. Es decir: una nueva reforma del sistema educativo respecto de la reforma que se implantó en los años ´90 y que no tuvo eficacia real en todas las jurisdicciones. Sí en algunas como, por ejemplo, en la Provincia de Buenos Aires, donde la aplicación nos impuso mucha dedicación y grandes costos. Ahora se está tratando de perfilar mejor que características debe tener el nivel secundario”.

“Este intento de concretar reformas educativas resulta crónico en la Argentina. Es notable porque uno, al principio, piensa que el sistema educativo establecido por la Ley 1420, en los años ´80 del siglo XIX, permaneció indiscutido por décadas. A pesar de que tuvo considerable éxito, sobre todo en el plano de la alfabetización, también recibió críticas con el propósito de mejorarlo. Ha habido varios conatos de reforma, que no prosperaron porque no llegaron a convertirse en ley”.

“Por ejemplo, Osvaldo Magnasco, ministro durante la segunda presidencia de Roca, ya advertía que al colegio secundario había que darle una orientación más práctica que la que tenía entonces. Tradicionalmente se ha dicho que el secundario ha sido muy enciclopedista, pero advertía Magnasco que la eventual reforma no tenía que descartar los ideales de un humanismo bien entendido”.



“Después, Carlos Saavedra Lamas, que fuera Premio Nóbel de la Paz y ministro en tiempos de Victorino de la Plaza, intentó hablar de una escuela intermedia de tres años. Había una primaria de cuatro, una intermedia de tres y el secundario agrupado en cuatro núcleos a elección del alumno: físico-matemático, químico-biológico, histórico-geográfico y literario-filosófico. Algo parecido al reciente polimodal”.

“En tiempos de Irigoyen, el ministro Salinas, en su proyecto, hizo hincapié en la reforma del secundario, reducido a cuatro años. Respecto del ciclo primario sostenía que la Ley 1420 ya no se adecuaba a la realidad y que era preciso tomar en cuenta las necesidades regionales. Hubo otro intento durante la presidencia de Ortiz: un proyecto del ministro Coll, muy centralizador y poco favorable a la iniciativa privada”.

“Pero quiero referirme a un caso singular, de alguien que no fue Ministro de Educación sino un gran economista, Alejandro Bunge, que escribió un libro publicado en 1940 llamado “Una Nueva Argentina”, con un capítulo dedicado a la educación que es de una sensatez extraordinaria”.

“Bunge ha hecho una crítica seria de la situación de su época, y ha mostrado, otra vez, las dificultades que entonces se podían diagnosticar en el sistema educativo”.

“Entre sus observaciones destaca que en su época había un número excesivo de maestros, por lo cual recomendaba “desinflar al globo numérico del normalismo”. Notaba que la instrucción, en todos sus grados, estaba viciada de enciclopedismo y excesiva uniformidad, hechos ambos que –en su opinión- son “guillotinadores del genio”.

“Advertía las escasas oportunidades escolares para la población comprendida entre 13 y 18 años, y tomando en cuenta que el enorme gasto que el país hacía en educación era infructuoso por mal distribuido, proponía crear, después de una primaria de seis años una escuela intermedia, gratuita, de tres años en los cuales “se instruirá y educará para la vida y en lo posible en carácter regional y vocacional”. El proyecto de Bunge sigue con indicaciones precisas para el secundario y la universidad. Importa subrayar la idea propiamente educativa de formar, no sólo instruir, y preparar para la vida”.

“En realidad no habría que aspirar tan frecuentemente a reformar la enseñanza, sino que habría que pensar más bien en una auténtica filosofía de la educación que se base en una recta antropología, en una concepción correcta del hombre. Eso es lo que muchas veces falta”.

“Desgraciadamente, en ciertas ocasiones, las reformas son diseñadas por ideólogos muchas veces sin experiencia áulica, que aplican las últimas teorías en boga sin atenerse a la tradición cultural del país y a las necesidades concretas de su gente”.

No hay reforma que pueda prosperar, por más ley que la promulgue, si no se apoya en la auténtica realidad humana y, ante todo, en la naturaleza de la persona y de sus actos. La persona humana concebida de un modo integral, sin amputarle su dimensión trascendente. En las orientaciones sociologistas, psicologistas, constructivistas, el hombre no es más concebido como una criatura de Dios, como imagen y semejanza de Dios. Habría que partir de allí”.

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