martes, 17 de agosto de 2010

LOS “PURA SANGRE”

Por Rupén Berberian

Al principio del siglo XX los armenios todavía se consideraban reliquias milenarias y “PURA SANGRE”, que si fueran caballos de raza selectiva y predilecta, encima se lo creían y se lo refregaban en las narices de las mulas, los burros, los caballos de carga, incluyendo los “bastardos” que iban siendo atraídos al ruedo como langostas predominantes en la región. Con el tiempo esas criaturas imperfectas proliferaron tanto que necesitaron que alguien los guiara para salir de esa maraña humillante que los “Pura Sangre” les infligían.

De pronto un “bastardo” (Deunmá) se sobrepuso y pateó el tablero, encendió la chispa de la rebelión y todas las mulas saltaron con entusiasmo al unísono. De inmediato se les unieron los demás espectadores del corral, exaltados, contagiados por el espíritu de la revolución “por amor a lo propio” y fueron imitados por las demás criaturas idiotizadas, ingenuas y predispuestas a todo con tal de manifestar su aprobación, pulir su fanatismo y el poder de su insensatez animal. Un asno, metido en medio de la multitud delirante, relinchó acusando con su sabiduría de cuadrúpedo a los “Pura Sangre” de infieles, de enemigos de Ala por querer imponer su supremacía en toda Anatolia, amén de apoderarse de todo el pasto y los forrajes desde las llanuras del Ararat hasta Constantinopla. Allí saltó un caballo de carro exteriorizándose con que los alemanes con su gran experiencia en el tema le podrían encontrar una cura al problema, ya que siendo también “Pura Sangre” a su modo, sabrían eliminar, como un valioso aporte a su buen nombre y honor, otras Razas Superiores y predilectas de los pastizales. “¡Genial!” Relinchó un potro, embebido de patriotismo aparatoso, henchido el pecho de idioteces generacionales: “Le pediremos solución inmediata a los alemanes. Los arios están siempre dispuestos a liquidar a quienes se autotitulan “Predilectos” y “Pura Sangre”. Una mula, medio escondida, asomó el cogote advirtiendo: “¡Herch! No se engañen hermanos míos - exclamó-, los alemanes tampoco valoran a los de razas inferiores como nosotras, no nos tienen consideración, mucho menos a nuestros hermanos bastardos y labradores. Para ellos no somos más que una comunidad de alchak, pesevenk ech-chek-lar”.

Mientras que el odio iba gestando y se acentuaba la rivalidad, los “Pura Sangre”, desafiantes, prepotentes y vanidosos, iban apoderándose sin miramientos de los mejores pastizales pretendidos por los descendientes de los tártaros y mongoloides otomanizados ya radicados en la región. No se daban cuenta que su imagen iba siendo paulatinamente deteriorada y menospreciada entre los brutos y, a falta de humildad, su exceso de engreimiento exhibicionistas resultaba agresiva a los intrusos. Cualquier “Pura Sangre” podría ser repudiado, despreciado, incluso atacado por los incultos. Los reyes de Francia pasaron por la Guillotina y los Zares de Rusia desaparecieron con la Revolución. Todas las desgracias llevan implícitas una razón de ser. Ser “Pura Sangre” y con ello desafiar al bruto en su guarida es suicidarse. Carecer de humildad es herir al ignorante en su ignorancia. Para interpretar a un animal hay que bajarse del caballo. Con los estúpidos hay que acompañar sus estupideces con similares estupideces para ser admitido, respetado y considerado genio. “Si aterrizas en un país de ciegos, conviene cerrar un ojo” - dijo el sabio.

Lamentablemente, mis hermanos, los “Pura Sangre” perecieron sufriendo las consecuencias de haber desmerecido la consigna del sabio.

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