domingo, 1 de agosto de 2010

SUPERVIVENCIA DE LA IMPUNIDAD

a Cristina y Nestor Kirchner asuncion
Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse 


“El cadáver de un enemigo… siempre huele bien…
Y mucho mejor aún… si ese cadáver enemigo…
es el de un conciudadano”
VITELIO, Emperador de Roma,.. 67 d.c.


Una multitud de impunidades han ido quedando arraigadas en el país en los últimos 6 años, merced a las prácticas extravagantes del raro gobierno nupcial que nos rige desde el año 2003.
La primera impunidad se halla naturalmente vinculada al propio Palacio y a la insólita saga de aprovechamientos pecuniarios del matrimonio a partir de un Estado Nacional que les resulta, a ellos, muchísimo más munificente que al resto de los argentinos.
Pero el catálogo de impunidades se integra con una cantidad escalofriante de doscientas graves tropelías todas ellas consagradas en una especie de código “para constitucional” que contiene sus vicios totalitarios.
Debe consignarse en forma especial que, en este asunto, el gobierno opera creando o generando escenarios singulares, ora para delegarlos, ora para ser transitados por ellos dos con exclusividad.
En los últimos años, sin demasiada originalidad, decidieron inventar lo que podría llamarse “el franchising de la impunidad”.
Trátase de una especie de concesión de áreas de impunidad específicas tal como si fuesen “áreas liberadas” en cuyas actividades centrales, el o los señores franquiciados pueden obtener rápidos y alucinantes resultados para la óptica del básico entendimiento humano. Y eso, sin tener que someterse jamás a controles fiscales ni tampoco a monitoreos por parte de organismo de control alguno.
Como todas las demás, la impunidad de los encuestadores, ya se halla incorporada al torrente sanguíneo de la ciudadanía nacional.
En verdad ese gremio variopinto, se mira en el espejo fácil de los patrones nacionales de la estadística (el INDEC).
Su maravilloso ejemplo es casi como un curso de clases magistrales para la distorsión violenta de la realidad a partir de la ya famosa técnica de la ortopedia numerológica.
En base a lo dicho lo que sigue es nada más que una hipótesis:
Planteo aquí una hipótesis temible de supervivencia de la impunidad.
Casi un psicodrama que se podrá reprochar enérgicamente a quien esto escribe por ser el peor de los pronósticos agoreros de toda su vida.
Pese a eso y por ser planteada sólo como una hipótesis aquí está:
Tenemos que suponer, por lo que los encuestadores están diseñando, que el triunfo del domingo 23 de octubre de 2011, será pronosticado una y mil veces para que gane otra vez en forma inexorable “la impunidad”.
En este caso particular, se pueden animar un poco más a pronosticarlo, a la vista de una verdadera caterva de opositores todos los cuales se hallan confabulados -lisa y llanamente- para regalar el trono.
La impunidad, entonces, se ha de preparar muy cuidadosamente para ser paseada en un carromato colmado de flores, y para ser escoltada por los granaderos a caballo.
Unos 40 días después, el cuadro imaginable para esa entronización de la impunidad, tiene sólo dos variantes: a) Una auto transferencia del bastón de mando. b) Una devolución del mismo.
Ambos, en medio de un mar de lágrimas y un contrato histórico para la concurrencia programada de una verdadera plétora de pañuelitos blancos que se agitarán por doquier. El mundo azorado dudará: ¿Son suicidas?
La auditoría pertinente, en esta transferencia de mando y el inventario de gestión que impone la ley, quedarán sellados, simplemente allí, una vez más sólo con la complicidad íntima de un módico guiño de ojos.
La impunidad quedará consolidada, pues, por un simple símbolo físico:
Un bastón presidencial que ya fue, seguramente, imaginado por el platero Don Carlos Pallarols, un artesano que algún día debería repujar una corona de diamantes para calzarle especialmente a la impunidad. Y quien asuma pues, recibirá entonces tres bandas:

1) La banda presidencial, (cinta celeste y blanca, hecha a medida).

2) La banda de la impunidad (cinta que, según Yabrán, debe ser amarilla)

3) La banda de mercenarios (no es una cinta) que son los tipos que vienen con el combo de esta gestión de mercaderes y artífices del enorme latrocinio del Estado.

Las tres bandas, forman parte del patrimonio litúrgico conyugal que deberá dedicarse a vejarnos, de nuevo, desde el 10 de diciembre de 2011, será casi como la cesión anticipada y el comodato vitalicio de los bienes gananciales que enriquecieron a ambos con la carcoma de la República.
La impunidad, entronizada habrá de decidir nuestros destinos.
Quizás, hasta que un viento de profilaxis social, se la lleve.
Hasta que la piara que la empujó bajo el palio de la unción, ya no encuentre nada más para comer en los basurales de la comarca.
Hasta que la falacia del superávit, devenido del salvajismo impositivo, ya no tenga margen para alimentar el vicio de Moyano y de los otros veinte parásitos de la escoria social que viven enquistados en los intestinos de la Nación desde hace más de 30 años.
Hasta que una mañana gris, vestida con su toga solemne, se presente a las puertas de sus despachos otra señora: La realidad, diciéndole al oído que viene a buscar su parte de razón, para llevársela, allí mismo.
La impunidad, dirigirá pues nuestros destinos
Lo hará hasta que todas las postergaciones hayan vencido
Y hasta cuando, para seguir, haya que pasar, indefectiblemente, por la ordalía de una gran alfombra destapada donde se ocultaba cualquier cosa, desde la venganza de Tutankamón, hasta el default institucional.
Con una infinita impotencia para muchos y con una resignación muy difícil para otros, habrá de verse a la impunidad, ya instalada, luciendo envuelta en cien oropeles y en los repulgues faciales de algún colágeno iridiscente, que fue diseñado, para ciertos seres humanos, como la máscara moral más barata que podía encontrarse.
Y otra vez:
Sus planes, sus propuestas, sus dudosas idoneidades y su rumbo decisional, serán cosas que deberán estar, como siempre, completamente vedadas al conocimiento de los argentinos.
La impunidad, como es obvio, no dio ni dará explicaciones de ninguna índole, y no habrá comunicación de los actos de gobierno hasta tanto pueda verse a su propia imagen, ya raída y sin la corona de Pallarols, rodando con estrépito por las escalinatas del palacio.
Sobrevivirá la impunidad hasta tanto despierte de su estúpida modorra la indignación colectiva.

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