Por Cosme Beccar Varela
Buenos Aires, 08 de Febrero del año 2011 – 1026
Leon Bloy decía: "Cuando quiero saber las últimas noticias, leo el Apocalipsis". Parafraseando al misterioso escritor francés yo diría: "Cuando quiero saber lo que está pasando en la Argentina, no leo el diario ni las declaraciones de los políticos".
En política y en economía, todos los "referentes" mienten y la prensa destaca lo baladí y oculta lo importante. Todo lo que se publica es una enorme farsa destinada a idiotizar (aún más, si cabe) a los argentinos para que acepten mansamente el triste destino que les tienen preparado.
Por eso cada vez me interesan menos las supuestas noticias políticas y me guío más por lo que pasa en la vida de todos los días de lo cual se informa poco y mal, aunque algo puede verse en las calles, en las caras, en las conversaciones sociales y en un "no sé qué que se alcanza no sé cómo", diría San Juan de la Cruz.
Esas observaciones -forzosamente incompletas porque la tiranía y el "establishment" se dedican a ocultar la realidad en toda la medida que les es posible-, hay que insertarla en nuestro conocimiento de la Historia de la civilización cristiana a la cual nuestra Patria pertenece, que incluye ideas y sentimientos profundamente identificados con nosotros y que se fundan en verdades que no podemos negar ni abandonar so pena de perder nuestra identidad y cualquier posibilidad de vivir decentemente.
Con ese fundamento firmemente enraizado en el alma podemos tener una noticia mucho más acertada de nuestra situación que leyendo u oyendo las mentiras que escriben o dicen los políticos y los periodistas.
Esa impostación de alma nos permite percibir con claridad cosas que el lector u oyente de los políticos y periodistas pasa por alto, y sacar conclusiones que ese mismo lector cautivo de la publicidad desprecia como exageraciones o arbitrariedades.
El verdadero argentino, y más si es católico, tiene intuiciones que los hombres superficiales no tienen ni quieren tener. Para eso, tendrían que reformar sus mentalidades, aguzar sus inteligencias, amar sinceramente el Bien, la Verdad y la Belleza hasta consustanciar sus pensamientos con esos trascendentales que son la misma substancia de Dios, abrir los ojos para ver lo que los enemigos quieren ocultar y percibir el proceso de transformación que están sufriendo los habitantes de esta tierra sin darse cuenta.
Esa transformación ocurre en las almas, que es la fuente de todas las acciones humanas. Si las almas se corrompen, las inteligencias pierden la capacidad de entender y las voluntades pierden la capacidad de amar aquellos trascendentales.
Cuando digo "trascendentales" no me estoy refiriendo a algo lejano, difícil de alcanzar, sólo accesible para filósofos. El Bien, la Verdad y la Belleza son para las almas como el aire que respiramos es para los cuerpos, algo simple e indispensable. Nadie hace un silogismo para respirar. Tampoco se hace un silogismo para descubrir que una flor es una flor y no un tornillo, ni tampoco para ver con agrado la inocencia de un niño, ni para sentir repugnancia por la grosería vulgar de un matón o por la soberbia de un nuevo rico.
Es esta clase de sentimientos inmediatos los que me guían en mis pensamientos políticos, luego apoyados en argumentos de razón, es claro, pero que no son comprensibles para quienes primero no tuvieron esas intuiciones que nacen de la inteligencia primaria y del corazón ennoblecido en sus sentimientos por las buenas ideas y las buenas costumbres.
* * *
Uno de esos sentimientos primordiales para acertar hoy en política y disponerse a una acción patriótica, es el de la vergüenza, de la humillación que se debe sentir cada día cuando uno recuerda que el gobierno está usurpado desde hace ocho años por una pareja de bandidos groseros, deshonestos y neo-marxistas como los Kirchner.
Antes de leer el diario (apenas los títulos, la mayor parte de los días) para ver qué dijo ayer esta mujer insoportable a la que se le reconoce indebidamente el honroso título de Presidente de la Nación Argentina, tengo una sensación dolorosa de deshonor. Me siento personalmente ofendido de que esa mujer se pasee tranquilamente por la Casa Rosada, por la Quinta de Olivos, y por el mundo con ese título, imponiendo a los gobiernos de los países que visita con inusitada frecuencia la obligación de tratarla con un respeto que no merece.
Y después veo el séquito de bandidos que la rodea, todos sospechosos de ladrones, de malversadores, de coimeros, de fraudulentos, corruptores y corrompidos. Veo el estudiado bigote de Aníbal Fernández, su desfachatada manera de opinar de cualquier cosa con un desprecio por todos los argentinos que no se le puede permitir porque no tiene calidad para menospreciar a nadie, ni siquiera al más miserable de los linyeras; y la sonrisa cínica de Randazzo, que ostenta el título de Ministro del Interior; y el aspecto de burócrata falsificador de balances de De Vido; y la torva expresión de la ex-montonera que actuó como Ministro de Defensa y ahora manda a la Policía; y los desplantes descarados de Timmerman; y la cara de don nadie de Scioli cuyo carrera política es una injuria al más elemental sentido de las proporciones (¡cuando me acuerdo que ha sido vicepresidente de la Nación, Ministro de varias carteras, gobernador de la Provincia de Buenos Aires y no sé qué otras cosas más, me estremezco de indignación!), y el engolamiento totalmente impropio del supuesto juez Oyarbide que en cualquier país normal estaría procesado y no procesando o amenazando con procesar a otros (o desprocesando a sus amigos de la tiranía), etc. etc. etc.
No hay un sólo personaje en la vida política, ni en el oficialismo ni en la “oposición”, que merezca el más ínfimo respeto porque todos ellos carecen de la más elemental respetabilidad.
Teniendo esto tan claro, ¿qué importancia tiene o qué agrega saber lo que dijeron o dejaron de decir cada día estos personajes cuando es obvio que son falsos de toda falsedad?
Con un poco que se aplique la razón y con algunos datos que pueden conseguirse aquí y allá, estos sentimientos se confirman sólidamente. La prensa sólo aporta confusión y engaño.
Si miro a mi alrededor veo con inmensa desolación que esos sentimientos que yo tengo (sin ningún mérito de mi parte, como no lo es el que todavía respire normalmente), casi han desaparecido, aunque algunos finjan tenerlos, y tengo la intuición adicional de que la Argentina no tiene remedio y que vamos directo al Estado marxista, a la pérdida de la libertad, de la decencia, de la buena educación y al aplastamiento de toda forma de bien.
¿Por qué? Porque la tiranía y sus aliados del "establishment" y de la falsa "oposición" han monopolizado de tal manera todos los resortes del poder espiritual, militar, político, cultural, periodístico y económico que sólo con un gran movimiento de almas indignadas y amantes de la Justicia, de la Verdad, del Bien y de la Belleza podremos sacudirnos de encima la enorme montaña de excrementos que nos sepulta. Pero ese ardor de almas no existe ni veo posibilidades de que exista, salvo un milagro de la gracia que no pedimos a Dios ni merecemos, así como no existe posibilidad de encender un fuego con maderas podridas y mojadas.
Si alguien cree que soy excesivamente pesimista le digo a ese tal que él es excesivamente obtuso y que su optimismo es la mejor prueba de que lo es. Este es mi análisis desolado de la república degradada en que vivimos.
NOTA:
En la Sección "Documentos" he publicado un informe titulado "Cuatro mártires argentinos de los 70", de Héctor Hernandez, sobre el asesinato de Jordán Bruno Genta, Carlos Sacheri, Raúl Alberto Amelong y Argentino del Valle Larrabure. Muchos se han olvidado de esos crímenes horrendos, sobre todo aquellos de que fueron víctimas los tres primeros y quiero reproducir el informe del Sr. Héctor Hernández para que no se pierda la memoria de esos valientes.
Para entrar en la página escriba www.labotellaalmar.com
e-mail: correo@labotellaalmar.com
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