domingo, 10 de abril de 2011

DESPROPÓSITOS: CADA VEZ MÁS AUSENTES EL PATRIOTISMO Y EL SENTIDO COMÚN

Alberto Asseff

Por Alberto Asseff

Nos faltan cada vez más. Son los grandes ausentes de la Argentina de nuestro tiempo. Me refiero al patriotismo y al sentido común.

Prácticamente ningún dirigente antepone de verdad los intereses generales – es decir los del país y los de todos – por arriba de los personales o sectoriales. Quien se proponga conducirse por ese noble parámetro se siente más que ingenuo y es mirado como un ‘pobre’ individuo que marcha contra la corriente imperante y no llegará a parte alguna.

Así, vivimos inmersos en recurrentes y cada vez más despropósitos.

La Ciudad de Buenos Aires fue reconocida como Autónoma en 1996. Fue un mandato de la reforma constitucional de 1994. ¿Es admisible que quince años después estemos en la misma discusión sobre los alcances de esa autonomía? ¿Se puede aceptar que la Policía Federal continúe con 15 mil efectivos, pero abandone la custodia de hospitales y establecimientos públicos porteños sin un previo acuerdo? ¿No se puede traspasar la Superintendencia de Seguridad Metropolitana de la P.F a la Ciudad y mantener sí la jurisdicción para los delitos federales? ¿Es lógico que la seguridad de los habitantes sea rehén de una lucha político-electoral?

¿No es una risa que hace llorar de bronca que hasta tengan que hacer huelga los médicos de guardia de un Hospital porque falta custodia policial? ¡Con toda la plata que se gasta y se despilfarra, no hay protección policial en los Hospitales porque se libra una pugna entre la Nación y la Ciudad! ¿No ha llegado la hora de poner fin a este modo disparatado – para ser suave – de (des)gobernar?

50 personas hicieron un piquete en la autopista Illia de acceso al centro porteño e hicieron colapsar el tránsito, con interminable atasco por la avenida Del Libertador. Fue el 6 de abril pasado, pero acaece todos los días. ¿Podemos proseguir con la ‘cultura’ del piquete, antesala de la acción directa subrogante de la justicia institucional? En nombre del ‘progresismo’ vamos raudamente hacia el atraso.

Padecemos a luces vistas y sufridas el creciente narcotráfico y la consiguiente drogadependencia, estimulante formidable del delito. ¿Es tolerable que sigamos sin radarizar nuestras fronteras y, en rigor, todo nuestro territorio? INVAP – esa excelente empresa de alta tecnología – puede fabricar los radares necesarios. ¿Qué se espera? ¿Qué nos transformemos en imperio narco?

Se sabe que el FFCC es el único medio no contaminante y relativamente más seguro para el transporte de cargas y personas. ¿Qué milagro necesitamos para que se planifique una racional y gradual rehabilitación de ese modo de transporte? ¿O persistiremos en mantenernos en el podio del campeón mundial en muertes por accidentes viales?

Es conocido que el Gran Buenos Aires es producto del desquicio con se desmanejó el país durante añares. Sólo un despropósito como política (de la mala, que es la que abunda) pudo asistir impávido al proceso deformante de centralización demográfica para llegar a este desatino actual de que casi un 40% de la población está rejuntada en el área metropolitana en detrimento de un inmenso territorio relativamente desértico. ¿Hay que insistir en rogar a Dios para que nos provean una estrategia demográfica que corrija paulatinamente esta malformación perversa?

Tenemos una Justicia Federal enorme y distribuida por todo el país. Sin embargo, ¿cuántos delincuentes de guante blanco – vulgarmente conocidos como corruptos – han sido condenados en los últimos veinte años por poner un término? ¿Cuántos narcos han ido a la cárcel? Y sobre todo vale un interrogante: ¿Cuánta plata recuperó el país de lo que se hurtó y defraudó al patrimonio común? ¿Cómo lograr que el pueblo confíe si el contexto exhibe que rige la hipocresía y que se burlan en nuestra cara?

¿Qué se intenta hacer para que las palabras que se dicen desde las esferas dirigentes acorten distancia con los hechos reales? Porque hoy por hoy, Marte está más cerca de nosotros que los discursos de la realidad.

¿No es un despropósito que ante la cierta y para nada inventada amenaza de que si son reelegidos nos inundarán de estatizaciones totalitarias (nada que ver con una plausible idea de que el Estado sea un eficaz regulador, en cuyo caso debería ser superinteligente y estar gobernado por gente CAPACITADA y ‘si se puede’ patriótica) no se avance hacia una articulación de una alternativa robusta? ¿O seguiremos con la enfermante cantinela de eso de ‘centroizquierda progresista’ y dislates inservibles por el estilo? Acá si derecha es orden y valores, el 99% del país es de derecha. Y si izquierda es justicia y sensibilidad social, el 99% también es de izquierda. Todos somos todo, sobre todo apetentes de SENTIDO COMÚN y si se ahonda un poco más allá de la epidermis, TODOS TENEMOS VENAS POR LAS QUE CIRCULA LA PATRIA, esa que no se cansa de esperar nuestra acción.

¿No es un colosal despropósito que padezcamos 700 mil desnutridos en el país campeón de la producción de alimentos? ¿Y que salvo algunos discursos no se hace nada de verdad?

¿No es un despropósito que la ignorancia y la pobreza estructural sigan impertérritas e imperturbables a pesar del ‘boom’ de consumo y el festín de gasto público?

¿No es un despropósito que al sector de mayor avance tecnológico y productivo, en vez de estimularlo, se lo demonice, persiga y cuestione, como sucede con el agro?

¿Cómo se explica, si no es porque imperan los despropósitos, que hoy – en medio del ‘modelo’ de consumo que enarbola el oficialismo – tengamos la misma cantidad de operarios industriales que en la década del 90 de desindustrialización?

Por ahora, los despropósitos nos van ganando y el sentido común se ha ausentado por completo. Del patriotismo…, mejor no hablar (porque hay que restituirlo a la escena sin tantas verbalizaciones).

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