Dos hechos significativamente graves acaban de suceder e impiden guardar silencio.
El primero es la indiferencia oficial ante la muerte del Contralmirante Carlos Hugo Robacio, genuino héroe de Malvinas, en el sentido propio, preciso y acabado de la expresión.
Pero el silencio no era suficiente ignominia para la tiranía kirchnerista. Acostumbrados como están quienes gobiernan a las peores inmoralidades, la mudez ante el heroísmo malvinero les parecía poca alevosía.
Era necesario castigar a quienes le rendían homenaje a su memoria. Y así procedieron con el Teniente Coronel Víctor Manuel Paz, Jefe del Regimiento de Infantería Mecanizado 25, primera Unidad del Ejército Argentino en pisar tierra malvinense y jurar la bandera en el campo de batalla.
Poco importan ahora las circunstancias, los entretelones y los detalles de este castrense recordatorio. Lo cierto y lo concreto es que el homenaje resultó justísimo y digno, espléndido en su laconismo militar, y por lo tanto, causa ejemplar para las antiguas y las nuevas generaciones.
Esto precisamente es lo que no puede soportar el odio marxista que anida en el corazón de quienes ocupan los mayores cargos políticos. Ladrones y degenerados como son, la nobleza de los guerreros les resulta hostil. Sobrevivientes impunes del terrorismo rojo; esto es, asesinos, el peso paradigmático de aquellos que los combatieron sigue siendo un dedo acusador de sus múltiples homicidios. Un índice que es necesario segar para que no remita a sus rostros torvos de sicarios castristas.
El segundo hecho aún esta sucediendo mientras redactamos estas líneas.
El Presidente del Concejo Deliberante de Mar del Plata, un pequeño felón que responde al nombre de Manuel Artime, ordenó retirar el cuadro del Capitán Pedro Giachino que se hallaba en el recinto de sesiones, en el segundo piso del Palacio Municipal.
En la historia oficial que han fabricado los sujetos de su laya -continuadora de esa ramera liberal que entrapuja siempre la verdad- las Malvinas son un rotundo mentís a sus ficciones. Sencillamente porque prueba la existencia de milicos corajudos peleando por Dios y por la Patria. Por eso mismo, porque esa realidad desenmascara sus ideologías, llevan años desmalvinizando, conforme a la funcionalidad que les exige cumplir el enemigo. Los héroes de Malvinas no pueden ser militares. Los militares tienen que ser todos, forzosamente, un hato de seres malévolos.
Las “razones” aducidas para descolgar el cuadro del Capitán Giachino, fueron dadas a conocer por presuntos defensores de los derechos humanos, cuya condición de estafadores y tramposos nunca como en estos días quedó tan en evidencia.
Según tamaños sinvergüenzas, nuestro primer caído en la honrosa jornada del 2 de abril no sería pasible de encomios públicos dada su condición de “represor” durante la Guerra Antisubversiva.
En el colmo del cinismo, se pretende deslegitimar su martirio patrio y su procerato perenne porque habría pertenecido a “los grupos de tareas de la Armada”, y por “haber sido felicitado por su desempeño” en “la zona de Zárate-Campana”, en la cual se lo designara junto con otros hombres de su rango, para enfrentar a la guerrilla marxista.
Aunque parezca mentira, el entrecomillado y el sentido del texto precedente corresponde a un suelto de un hipotético Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas de La Plata que, bajo la firma de un tal Alonso, y a la par de otros antros de la misma laya, se solidariza con la infamia de Artime. “No puede haber doble estándar”, dicen. “No son héroes, son represores”.
Lo que para los argentinos de honor constituye una honra, para estos cómplices asalariados de la agresión comunista a la Argentina, es señal de descrédito.
Lo que debería potenciar, y de hecho potencia la estatura moral de la conducta del Capitán Giachino –el haberse batido contra la criminal Guerra Revolucionaria desatada contra la nación por no menos de tres Estados Terroristas- resulta, en la miope visión de estos crápulas, señal de desdoro.
Lo que convalida y ratifica la ejemplaridad de estos hombres de armas; esto es, el haber reprimido una agresión armada contra la Nación, ya no procedente de Inglaterra sino del Imperialismo Soviético y sus satélites, constituye según el criterio de estos miserables, un acto execrable.
Tenía razón Margaret Thatcher cuando decía que el triunfo de las armas británicas en la contienda austral había hecho posible la democracia en la Argentina. Por eso los demócratas gobernantes necesitan exhibir con estos gestos su gratitud perenne a la Corona que sirven. Sea manteniendo cautivos a los oficiales superiores que libraron la contienda, castigando homenajes a los soldados cabales, o descolgando los cuadros de los honrosos muertos en combate.
En algo aciertan sin embargo. No puede haber dos estándares. Quienes toman estas decisiones no son concejales, ni ex combatientes ni ciudadanos argentinos. Son traidores a la Patria.
Y la Patria debe vengar cuanto antes a quienes la agravian, la corrompen y denigran.
Contralmirante Carlos Hugo Robacio, Capitán Pedro Giachino: en un nuevo aniversario del luctuoso 14 de junio, ninguno de ustedes se ha rendido. Y no hay arresto ni retiro de retratos, ni módico renegado de una concejalía playera, que pueda rozar la gloria que supieron conquistar con el testimonio del coraje.
Contralmirante Carlos Hugo Robacio, Capitán Pedro Giachino: ¡Presentes!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los mensajes son moderados antes de su publicación. No se publican improperios. Escriba con respeto, aunque disienta, y será publicado y respondido su comentario. Modérese Usted mismo, y su aporte será publicado.