domingo, 10 de julio de 2011

CELEBRACIÓN DEL DÍA DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL EN BUENOS AIRES, EL 9 DE JULIO DE 1851

Por Silvio H. Coppola


            Después del llamado “pronunciamiento” de Urquiza del 1° de Mayo de 1851, siendo gobernador de la provincia de Entre Ríos y retirándole a Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires, las facultades de encargarse de las relaciones exteriores, la paz y la guerra de la Confederación, la conmoción interior del país se hace sentir en todas las provincias. Más cuando Urquiza firma con el Imperio esclavista del Brasil y el gobierno de Montevideo, un tratado de alianza ofensiva y defensiva, el 29 de Mayo de ese año, dirigido evidentemente contra el gobierno de Rosas y su Confederación Argentina. 
Las provincias en su totalidad, con la excepción de Corrientes bajo la férula de Urquiza, adhieren al gobernador de Buenos Aires y se manifiestan expresamente en su apoyo. 
También lo hace clamorosamente el pueblo de Buenos Aires y sucintamente lo que relata Adolfo Saldías, en su magnífica obra “Historia de la Confederación Argentina” (ver edición de la Editorial “El Ateneo”, Tomo III, Buenos Aires, 1951, págs.406 y 407).
Así destaca que “Ni en 1835, ni en 1845, recibió Rozas demostraciones más grandes que las que le prodigaron en 1851, cuando mayores eran los peligros que favorecían á los que no quisiesen tomar parte en ellas. Una de las que llamó justamente la atención, fue la que tuvo lugar el 9 de julio con motivo de la tradicional solemnización del aniversario de la Independencia. . . . Rozas resolvió mandar en jefe ese día la parada militar de las fuerzas de línea y milicias de la capital. . . . apareció Rozas por el Paseo de Julio, al frente de la división Palermo. El pueblo nacional y extranjero corrió á su encuentro. Una enorme masa humana cubrió el ancho espacio, y lanzó esos ecos que conmueven el suelo con la fuerza de un cataclismo, y vibran en los aires entre ondas que sustenta el entusiasmo. Estrechado cada vez más por esa masa que sin cesar lo aclamaba; en la imposibilidad de dar un paso porque todos querían aproximarse á él y vivarlo personalmente; acusando en la rara palidez de su rostro la emoción que lo embargaba, Rozas dejó hacer al pueblo. . . . . Concluído el tedéum sonó el clarín de órdenes, y Rozas dando frente á la pirámide de Mayo mandó echar al hombro las armas; y levantando la espada, con estentórea voz dijo: “¡Á la tierra argentina, salud! ¡Gloria perdurable á los patriotas ilustres que acordaron virtuosos el juramento santo de nuestra independencia de los reyes de España y de toda otra dominación extranjera”. El pueblo aclamó este recuerdo patrio con verdadero entusiasmo; y las manifestaciones se sucedieron en todo ese día recorriendo las calles ó dirigiéndose a Palermo y á los teatros”.

LA PLATA, Julio 9 de 2011.

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