Por Hugo Reinaldo Abete, Mayor del ex E.A.
Buenos Aires, 07 de septiembre de 2011
Sr.
Director
Desde el 14 de agosto pasado, hay cosas que no me
cierran respecto de las elecciones. Al margen de todas las explicaciones
técnicas que el oficialismo ha dado para convencer a la población que no ha
habido fraude, personalmente pienso que sí lo hubo.
Quienes muy tibiamente han manifestado que,
efectivamente se cometió fraude, han puesto el centro de gravedad en las
irregularidades cometidas en las mesas de votación y en las actas, agregando
inmediatamente que, siendo tan grande la diferencia que el oficialismo le sacó
al segundo y al tercer candidato (que tampoco es casualidad que hayan
empatado), era impensable cuestionar el triunfo. De esta manera lo que ellos
mismos denunciaban terminaba siendo justificado porque no tenía incidencia en
el resultado final… Toda una contradicción.
Más allá de que no creo en absolutamente ninguna
cuestión técnica con la cual se quiere respaldar a los datos oficiales, daré
los fundamentos de fondo por los cuales tengo plena convicción que los
resultados informáticos finales fueron adulterados:
1. El Kirchnerismo expresión política de las bandas
terroristas de los ’70, no es democrático, como no lo son Chávez ni Fidel Castro,
son revolucionarios. Usan la democracia para alcanzar los fines que antes
buscaban mediante el uso de las armas.
2. Una organización que estuvo dispuesta a matar para
alcanzar el poder, una vez en él, es impensable que lo entregue por vía de las
urnas. Harán absolutamente cualquier cosa para que ese resultado siempre les
resulte favorable. He aquí el principal fundamento de lo que estamos
desarrollando.
3. Habiendo alcanzado el poder, llevan a cabo las
políticas y estrategias que les permitan concretar la revolución socialista. En
tal sentido, la principal política que en esa dirección adoptó el gobierno, fue
la de los derechos humanos y de destrucción de las FFAA.
4. El principal candidato opositor, Eduardo Duhalde, en su campaña política recorrió el país
anunciando que iba a terminar con la política sesgada de DDHH, que iba a
restablecer la autoridad y que iba a terminar con la criminalidad. Estos anuncios
lo transformaron para todo el arco político de izquierda, desde el progresismo
hasta el troskismo, en el principal enemigo a vencer, pues era quién podía
poner en riesgo la revolución socialista, de ahí el silencio cómplice de muchos
aún de la oposición a la hora de denunciar el fraude. Un fraude que elige
opositores, que provoca empates y asciende a otros. La moral revolucionaria fue
aplicada para conservar el poder, para los sectores de izquierda.
Por todo lo expresado, es que reitero que, más allá
de todas las explicaciones técnicas que el oficialismo ha dado, los resultados
finales han sido adulterados para asegurar la continuidad de la revolución
socialista o, como dice la presidente: “profundizar el modelo” que es
exactamente lo mismo.
¡Por Dios y por la Patria!
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