En su reflexión
televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (América
TV), MONS. HÉCTOR AGUER, Arzobispo de La Plata, se mostró pastoralmente preocupado porque “muchas familias, muchos padres que se consideran
cristianos, no ponen a sus hijos nombres cristianos”, explicando que “estas cosas no son insignificantes, tienen
que ver con la posibilidad de que la realidad del cristianismo se haga
visible en la sociedad, a través de la cultura vivida de la gente”.
Comentó que leyó una noticia que lo “sorprendió desagradablemente. Una señora,
que además es un personaje muy conocido en la farándula, fue madre
recientemente y le puso a su bebé estos nombres: Merlín Atahualpa”.
“Parece
que después, a causa de la elección de nombres tan inusuales, recibió algunas
críticas. Pero en la respuesta a las críticas esta señora se descolgó con una
lamentable discriminación. Defendiendo
los nombres que le había puesto a su hijo (obviamente, tiene el derecho de
ponerle el nombre que quiera) dijo que si el papá del bebé fuera verdulero y
ella un ama de casa lo hubiera llamado José”, explicó.
El prelado
platense dijo: “A mí me sonó discriminatorio,
no sólo contra los verduleros y las amas
de casa. ¡Ojalá haya en la Argentina
muchos verduleros y muchas amas de casa que tengan muchos niños y que les
pongan de nombre José! Me resultó
discriminatorio también por lo que el nombre José significa para nosotros, los
católicos”.
“Probablemente la
señora que dio origen a este comentario mío no es cristiana. Le ha puesto a su
hijo Merlín Atahualpa, porque le gustó y no se le ocurrió plantearse las
consideraciones que he desarrollado. Pero
a mí no me gustó nada que denigrara ni a los verduleros, ni a las amas de casa,
y mucho menos a San José”.
Destacó que “José es el nombre del esposo de la Santísima Virgen y padre nutricio de
Jesús, el Hijo de Dios” y que “hay 16 personajes bíblicos que se llaman José y que el significado etimológico es
bellísimo. José significa “el Señor añada”. Es decir que el Señor añada
nuevos hijos, que agregue otros hijos al recién nacido. Ese nombre es una
aspiración a la vida, un canto a la vida”.
Mons. Héctor Aguer comentó que “esta
historia acerca de Merlín Atahualpa, que pudo haberse llamado José, me lleva al
tema del nombre que se le pone a un bebé. Decía yo antes que el papá y la
mamá tienen derecho a ponerle a su hijo los nombres que se les ocurra. Siempre hubo modas respecto de la
aplicación de los nombres y las modas, como ustedes saben, son fenómenos
efímeros; la moda pasa. Los papás tendrían que pensar si después ese chico
no tendrá motivo para reprocharles toda la vida el nombre que le pusieron”.
Recordó
que la preocupación
de no poner a los hijos nombres
cristianos la advierten los sacerdotes durante los Bautismos y antes “en algunos ambientes se lo buscaba en el
almanaque” coincidiendo con “el
nombre de un santo para que el niño tuviera un patrono en el cielo y, para
que además de su cumpleaños pudiera celebrar otro día su onomástico, el día de
su santo”-
“El nombre designa a una persona y se identifica
con ella. El nombre define a la persona de alguna manera. Entonces hay que
buscar aquellos nombres que pueden servirle al chico también de orientación
para su vida cristiana”, manifestó.
Finalmente comentó que está “sugiriendo últimamente que si se trae al
Bautismo un bebé al cual le han puesto un nombre que no es cristiano, que se
les sugiera a los papás que añadan como nombre de Bautismo un nombre cristiano.
O bien más adelante, cuando el
chico va a recibir el Sacramento de la Confirmación con el que se completa la iniciación cristiana, se le
presente la oportunidad de añadir un nombre cristiano”.
Adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“Días pasados leí una noticia que me sorprendió
desagradablemente. Una señora, que además es un personaje muy conocido en la
farándula, fue madre recientemente y le puso a su bebé estos nombres: Merlín
Atahualpa”.
“Parece que después, a causa de la
elección de nombres tan inusuales, recibió algunas críticas. Debe haber sido en
esos programas de chimentos que llenan
en vano horas y horas de televisión abierta. Pero en la respuesta a las
críticas esta señora se descolgó con una lamentable discriminación. Defendiendo los nombres que le había puesto a su
hijo (obviamente, tiene el derecho de ponerle el nombre que quiera) dijo que si
el papá del bebé fuera verdulero y ella un ama de casa lo hubiera llamado
José”.
“A mí me sonó discriminatorio, no sólo contra los verduleros y las amas
de casa. ¡Ojalá haya en la Argentina
muchos verduleros y muchas amas de casa que tengan muchos niños y que les
pongan de nombre José! Me resultó discriminatorio también por lo que el nombre
José significa para nosotros, los católicos”.
“Como es sabido, José es el nombre
del esposo de la Santísima Virgen y padre nutricio de Jesús, el Hijo de Dios.
Digamos de paso que hay 16 personajes bíblicos que se llaman José y que el
significado etimológico es bellísimo. José significa “el Señor añada”. Es decir
que el Señor añada nuevos hijos, que agregue otros hijos al recién nacido. Ese
nombre es una aspiración a la vida, un canto a la vida”
“Pero esta historia acerca de Merlín
Atahualpa, que pudo haberse llamado José, me lleva al tema del nombre que se le
pone a un bebé. Decía yo antes que el papá y la mamá tienen derecho a ponerle a
su hijo los nombres que se les ocurra. Siempre hubo modas respecto de la
aplicación de los nombres y las modas, como ustedes saben, son fenómenos
efímeros; la moda pasa. Los papás tendrían que pensar si después ese chico no
tendrá motivo para reprocharles toda la vida el nombre que le pusieron”.
“En este orden de cosas, lo que a mí me preocupa más es que muchas
familias, muchos padres que se consideran cristianos, no ponen a sus hijos
nombres cristianos. Eso lo puede advertir cualquier sacerdote cuando recibe
a una familia que quiere bautizar a su bebé: padres cristianos que no ponen a
sus hijos nombres cristianos. Tradicionalmente, ¿dónde se buscaba el nombre del
nuevo hijo? Muchas veces, en algunos ambientes, se lo buscaba en el almanaque.
Es cierto que eso podía llevar a confusiones porque en algún caso al chico le
ponían Fiesta Cívica, porque había nacido el 25 de Mayo o el 9 de Julio. Pero
más allá de esos accidentes, por lo general se buscaba el nombre de un santo
para que el niño tuviera un patrono en el cielo y, para que además de su
cumpleaños pudiera celebrar otro día su onomástico, el día de su santo. El
chico, ya crecido, podía interesarse en saber quién fue el santo cuyo nombre
le fue dado, conocer su vida y tomarlo como modelo.”
“El
asunto encierra una cuestión pastoral que me parece de máxima urgencia:
tenemos que promover el uso de nombres cristianos”.
“Las modas –sobre todo las
mamás suelen ser muy sensibles a las modas- hacen que se les ponga a los chicos
nombres extraños, extravagantes. Se impone una onda indigenista por allí o
surge una tendencia esotérica, o se difunde el nombre del protagonista de la
novela que se está viendo en esos días o de la artista o del futbolista que en
ese momento brilla más. Pero aquí hay una cuestión clave: el nombre no es poca
cosa, una palabra que suena más o menos armoniosa.
“El
nombre designa a una persona y se identifica con ella. El nombre define a la
persona de alguna manera. Entonces hay que buscar aquellos nombres que pueden
servirle al chico también de orientación para su vida cristiana”.
“Yo estoy sugiriendo últimamente que
si se trae al Bautismo un bebé al cual le han puesto un nombre que no es
cristiano, que se les sugiera a los papás que añadan como nombre de Bautismo un
nombre cristiano. O bien más adelante, cuando el chico va a recibir el
Sacramento de la
Confirmación con el que se completa la
iniciación cristiana, se le presente la oportunidad de añadir un nombre
cristiano”.
“Estas
cosas no son insignificantes, tienen que ver con la posibilidad de que la
realidad del cristianismo se haga visible en la sociedad, a través de la
cultura vivida de la gente”.
“Probablemente
la señora que dio origen a este comentario mío no es cristiana. Le ha puesto a
su hijo Merlín Atahualpa, porque le gustó y no se le ocurrió plantearse las
consideraciones que he desarrollado. Pero a mí no me gustó nada que denigrara
ni a los verduleros, ni a las amas de casa, y mucho menos a San José”.
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