Por Enrique
Guillermo Avogadro
“Si quieres hacer la paz, no hables con tus amigos; habla con tus
enemigos”. Moshé Dayam
La
destitución del, ahora, ex Presidente Lugo por el Congreso de la
República del Paraguay, más allá de la
velocidad impresa al trámite legislativo–idéntica a la que usa el oficialismo aquí para aprobar, en
trámites express, todos los proyectos del
Ejecutivo- ha sembrado una profunda inquietud en las pseudo democracias,
todas ellas delegativas, de América del
Sur. Los gobiernos de Venezuela, Ecuador y la Argentina, acompañados por una
declaración retórica de Brasil, vieron como se
afeitaban las barbas de su vecino y correligionario, y pusieron las
propias a remojar.
Porque,
a despecho de la intencionalidad política de quienes dicen encarnar
proyectos similares al “socialismo del
siglo XXI” del decrépito papagayo caribeño, en el Paraguay no hubo “golpe” alguno sino que, muy por el contrario,
fueron las propias instituciones de la
Constitución lasque pusieron fin a una aventura encarnada por un solo hombre, sin partido y sin apoyo.
Como sucediera en Honduras, donde el
Presidente fue destituido por desobedecer una sentencia de la Corte
Suprema de su país, que inmediatamente
fue castigado con el aislamiento por estos mismos “neo-ofendidos”. Para curarse en salud,
recordemos, el inefable Correa “vendió”
(y sus hipócritas colegas “compraron”) como golpe de Estado una mera
huelga policial en reclamo por mejoras salariales, y consiguió que sus pares
activaran las cláusulas regionales de
protección a la democracia.
Porque
lo que vimos esta semana en Asunción es, tal vez, la reacción civilizada
y constitucional de los pueblos de
América ante los desmanejos de quienes,
mesiánicamente, se sienten dueños y señores de sus destinos. En un mundo
globalizado, que no tolera ya los golpes militares, parece haberse encontrado
un nuevo camino, y los que enarbolan sus
mayorías electorales para usufructuar del
poder lo saben. El refrescante tereré puede expandir sus efectos y eso,
claro, les preocupa sobremanera.
Si las
informaciones de que dispongo son verídicas, doña Cristina se habrá
convertido, una vez más, en el hazmerreír
internacional: con bombos y platillos, el Gobierno anunció el retiro de su Embajador en
Asunción, Rafael Romá; sin embargo, mis
amigos paraguayos me dicen que éste se había despedido, con un gran
cocktail y muchos agasajos, hace ya dos
meses, y que la representación diplomática está, desde entonces, a cargo de un encargado de negocios.
¿Ese personaje notable, don ex
Twitterman, no habrá tenido ocasión de
informar a doña Cristina ese “pequeño” detalle?
En la
Argentina, por otras vías y diferentes razones, también parecen haberse
activado mecanismos nuevos, que señalan
que se están juntando, en la vereda de la
protesta, actores de todos los géneros. Viejos aliados del kirchnerismo
prebendario, organizaciones sociales excluidas del calor de las billeteras gubernamentales,
partidos políticos cuyas cúpulas han dejado de interpretar a sus afiliados, sindicalistas expulsados de
los despachos oficiales, nuevas
conducciones combativas de gremios tradicionales, honestos ciudadanos que ven como la inflación
destruye sus ingresos, individuos hartos de la prepotencia oficial, víctimas de la creciente inseguridad, chacareros
cansados del permanente expolio,
recientes descubridores de la corrupción oficial, gente indignada ante el ejercicio de la Presidencia por un notorio
delincuente, peronistas de la vieja
guardia desconformes con sus juveniles reemplazos, gobernadores e intendentes con las arcas vacías por la
voracidad de la Casa Rosada,
industriales con problemas de importación y exportación, ahorristas esquilmados y limitados por medidas que desconocen, y
simples hombres y mujeres de la calle
repugnados hasta por el innecesario y obsceno gasto en el traslado del
hijo presidencial, convergen con los
renacidos “caceroleros” para generar un ruido
político que no se oía en el país desde hace años.
El 31de octubre de 2010, en una nota a la que titulé “Muchos muertos en uno”,
inserté dos párrafos que, a la luz de la
agitada semana que hemos vivido y de lo que promete la próxima, resultan
casi proféticos: “Porque lo cierto es
que, esa mañana, en el Calafate,
murieron muchas personas a la vez: el marido de doña Cristina, el jefe político
de la Presidente, el padre de Máximo, el Presidente del PJ oficial, el verdadero ministro de economía,
el real presidente del Banco Central, el
Secretario General de UNASUR, el conductor de la diplomacia nacional, el dueño de los negocios non
sanctos, el jefe de los testaferros, el
árbitro equilibrista entre tantos sectores con fuerzas contradictorias y
enemistadas” y “Pero, como dije, lo que
hoy más me preocupa es el reemplazo en la administración de los conflictos entre las distintas alas del kirchnerismo
que, con toda lógica política, comenzarán a disputarse los espacios de poder, y
de dinero, a partir de mañana mismo”.
Desde la
muerte de don Néstor (q.e.p.d.), la señora Presidente ha perdido esa capacidad de arbitrar y componer con que su
marido dotaba al Gobierno. E inició una
purga, a la que se puede calificar sin pudor como “stalinista”, para
desprenderse de quienes fueran los principales adláteres de Kirchner. Así, pasaron a llorar más sentidamente ese fallecimiento
personajes tales como don Alberto
Fernández, don Rudy Ulloa Igor, don Hugo Moyano, don Julio de Vido, don Ricardo Jaime, don Claudio Cirigliano, don
Enrique Eskenazi, don Anímal Fernández, y muchos otros ahora ex amigos del poder o, directamente,
testaferros y socios de éste. Doña Cristina
ha optado por encerrarse en un círculo cada vez más pequeño, que comanda
el Chino Zanini, desde el cual las órdenes
bajan hacia los radios que emergen del núcleo central de esa rueda.
El
sobrenombre de quien está detrás del trono no es gratuito. Ha abrevado
en el maoísmo, y pretende reproducir
aquí lo que los líderes chinos han logrado allá: una nueva forma de capitalismo, conducido y
digitado por quienes disponen del poder
político irrestricto que el Partido Comunista ha conservado y engrandecido en los últimos años. Sin embargo, el fracaso
económico, producto de la torpeza y de
la ignorancia de los llamados a “profundizar” el modelo, hará que todos
sus esfuerzos terminen en la nada, si
nos olvidamos del enorme costo que habrá
implicado esa tentativa para el país.
Porque, convengamos, la peor herencia del cristi-kirchnerismo
será la multitud de pobres –casi el
20%de la población de la Argentina- que, literalmente, comen todos los días con
los diferentes subsidios que este Estado clientelista les entrega y que ya resultan impagables. ¿Cómo y qué hará el
sucesor de la Presidente para desactivar
esa bomba de tiempo que, irremediablemente, amenazará con estallar en forma inmediata? Se trata de ciudadanos que,
ya por generaciones, no trabajan ni han trabajado nunca, y que no están
preparados para acceder al mercado
laboral.
Es
cierto que la inflación, tan negada por el oficialismo a pesar de ser
la verdadera madre de todos los
problemas económicos que nos afligen, ha ido
carcomiendo y deteriorando el poder adquisitivo de esos subsidios y
planes, haciendo caer a sus beneficiarios
en la miseria. Sin embargo, son muchas bocas que habrá que alimentar, cuando ya no es
posible recurrir al viejo método de
hacer trabajar la maquinita de imprimir pesos, mal que le pese a Ciccone
y a sus fantasmales dueños.
El
“modelo de inclusión con matriz diversificada”, ampuloso nombre dado a este fracaso por sus cultores, dejará este legado
al próximo ocupante de la Casa Rosada, después de diez años de un crecimiento
inédito del país. Se trata, como tantos
otros derivados de la gigantesca corrupción de este gobierno, de un verdadero crimen de “lesa humanidad”, ya que
reúne todos los requisitos que el
Estatuto de Roma, que creó la Corte Penal Internacional y definió esta figura
en 1998 -pero el Gobierno y los
Tribunales argentinos usan retroactivamente para condenar a los militares que combatieron a la
guerrilla en los 70’s-, utiliza para
describirla.
El
miércoles, la Plaza de Mayo será testigo de la batalla inicial de una
verdadera guerra cuyo final estamos lejos
de prever. Doña Cristina, tal vez por estar pésimamente asesorada por su mesa
chica, perderá poder real en cualquiera de los
escenarios; es decir, que don Camión siga al frente de la CGT o que ésta
se parta en cuatro o cinco centrales
sindicales diferentes ya que, entonces, los diferentes líderes competirán
entre sí para obtener beneficios para
sus afiliados y prebendas propias, aumentando la conflictividad social en un momento en que,
además, la ciudadanía le ha perdido el
miedo a la Presidente. Tanto como lo han comenzado a perder los parlamentos y
los tribunales ante los dictadores disfrazados de demócratas en América
del Sur.
Argentina,
un país totalmente a la deriva, sigue siendo un lugar en el que sus
habitantes son perennemente niños ya
que, todos los días, se recupera la capacidad de asombro.
Bs.As., 24 Jun 12.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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