Por Alberto Buela (*)
No es necesario decir que me opuse al traslado de los restos mortales del General Perón a su quinta de San Vicente, pero claro está, el año pasado era un perro ladrando en el desierto dentro de la CGT. Nadie me escuchó y así todos bailaron al compás de estruendosas cumbias alrededor del cajón del General.
La conducción de la CGT no conforme con el agravio al cadáver de Perón hizo editar una revista a todo trapo mostrando las fotos de la bailanta de San Vicente.
Cuando el cortejo ya no fúnebre sino “bailantero” llegó a la quinta se desató una pelea descomunal entre camioneros y obreros de la construcción que terminó con Madona, no la artista sino un émulo, preso por tirar tiros al pedo. Lo que me hizo acordar al primer general gringo de la historia militar argentina, el general Levalle quien recomendaba a sus soldados en cololiche: no tiri tiriti al pedo.
Este año, ayer, primero de junio, fui junto con mi amigo y antiguo jefe Osvaldo Agosto a homenajear al General (él con la secreta intención de mirar el sable del cenotafio). La sobriedad y el respeto fueron los rasgos esenciales. No ya música de bailanta, ni gritos ni tiros ni grandilocuentes discursos. Ni guarda espaldas que te empujan impunemente porque se creen que por ser alcahuetes de algún capitoste de turno son más peronistas que uno.
Estuvo la dignidad del bombo del Tula y la medida palabra del Momo Venegas. Estuvieron los granaderos del regimiento de Patricios rindiéndole homenaje a su antiguo general con su parada, sus toques de clarín y sus coronas.
También estuvo la monserga peroniana pero eso sabemos que están en todos los actos repitiendo en cada discurso las frases hechas del general y las palabras vacías de ellos. Pero bueno, esa es la tara irreductible del peronismo con la que vivimos desde hace sesenta años.
Pero por sobretodo estuvo este año en San Vicente el peronismo genuino, aquel de la militancia sin contrapartida, aquel que no se sumó ni al neo liberalismo de Menem, ni a la socialdemocracia con chiripá de Kirchner ni el que se deslumbró por la propaganda del dueño de supermercados TIA (tiendas israelistas argentinas).
Estuvo el peronismo que sostiene que es una revolución inconclusa que se debe aún queda por realizar, que reclama la participación real de las bases, que está en busca de un dirigente genuino o de una mesa honesta y capaz que lo dirija. El de las banderas de Perón y Evita. El que siempre dio y nunca pidió.
No hubo un solo funcionario del gobierno (tendrán cola de paja) pero estuvo el Secretario general del Ejercito argentino. No hubo un solo gordo de la CGT pero estuvo Mingo Petrecca secretario general de sepultureros. No hubo un solo intelectual de Carta Abierta pero estuvimos nosotros.
(*) filósofo, mejor arkegueta
Cees- CGT
No es necesario decir que me opuse al traslado de los restos mortales del General Perón a su quinta de San Vicente, pero claro está, el año pasado era un perro ladrando en el desierto dentro de la CGT. Nadie me escuchó y así todos bailaron al compás de estruendosas cumbias alrededor del cajón del General.
La conducción de la CGT no conforme con el agravio al cadáver de Perón hizo editar una revista a todo trapo mostrando las fotos de la bailanta de San Vicente.
Cuando el cortejo ya no fúnebre sino “bailantero” llegó a la quinta se desató una pelea descomunal entre camioneros y obreros de la construcción que terminó con Madona, no la artista sino un émulo, preso por tirar tiros al pedo. Lo que me hizo acordar al primer general gringo de la historia militar argentina, el general Levalle quien recomendaba a sus soldados en cololiche: no tiri tiriti al pedo.
Este año, ayer, primero de junio, fui junto con mi amigo y antiguo jefe Osvaldo Agosto a homenajear al General (él con la secreta intención de mirar el sable del cenotafio). La sobriedad y el respeto fueron los rasgos esenciales. No ya música de bailanta, ni gritos ni tiros ni grandilocuentes discursos. Ni guarda espaldas que te empujan impunemente porque se creen que por ser alcahuetes de algún capitoste de turno son más peronistas que uno.
Estuvo la dignidad del bombo del Tula y la medida palabra del Momo Venegas. Estuvieron los granaderos del regimiento de Patricios rindiéndole homenaje a su antiguo general con su parada, sus toques de clarín y sus coronas.
También estuvo la monserga peroniana pero eso sabemos que están en todos los actos repitiendo en cada discurso las frases hechas del general y las palabras vacías de ellos. Pero bueno, esa es la tara irreductible del peronismo con la que vivimos desde hace sesenta años.
Pero por sobretodo estuvo este año en San Vicente el peronismo genuino, aquel de la militancia sin contrapartida, aquel que no se sumó ni al neo liberalismo de Menem, ni a la socialdemocracia con chiripá de Kirchner ni el que se deslumbró por la propaganda del dueño de supermercados TIA (tiendas israelistas argentinas).
Estuvo el peronismo que sostiene que es una revolución inconclusa que se debe aún queda por realizar, que reclama la participación real de las bases, que está en busca de un dirigente genuino o de una mesa honesta y capaz que lo dirija. El de las banderas de Perón y Evita. El que siempre dio y nunca pidió.
No hubo un solo funcionario del gobierno (tendrán cola de paja) pero estuvo el Secretario general del Ejercito argentino. No hubo un solo gordo de la CGT pero estuvo Mingo Petrecca secretario general de sepultureros. No hubo un solo intelectual de Carta Abierta pero estuvimos nosotros.
(*) filósofo, mejor arkegueta
Cees- CGT
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