lunes, 30 de noviembre de 2009

CONSECUENCIAS DEL NO PAGO DE LA DEUDA PÚBLICA.


Por Silvio H. Coppola

En cualquier charla o conferencia sobre la deuda externa y al final de la misma, surge enseguida una pregunta clave, de difícil respuesta: ¿qué pasa si no pagamos la deuda? Dejemos de lado por ahora, si esta deuda o parte de la misma es legítima o no, si fue o no producto de la corrupción o si tiene o no carácter de odiosa. Es indudable que los acreedores, con derecho o sin él, van a querer cobrar y que agotarán los medios a su alcance para lograr sus propósitos. Para ello no es difícil prever que agotarán todas las medidas financieras, económicas y llegado el caso políticas, como un bloqueo o incluso actos más directos de agresión, como la ocupación parcial o total del territorio del estado deudor. Si bien a raíz de la llamada Doctrina Drago, manifestada por el jurisconsulto argentino en la tercera Conferencia Panamericana y luego en la Convención Internacional de La Haya en 1907, se niega el cobro compulsivo de las deudas públicas, su doctrina actualmente ha quedado muy restringida y ha sido incorporada al derecho internacional en la siguiente forma, que desde luego limita casi totalmente sus alcances y el propósito que se persiguió al ser formulada: “No es legítima la intervención armada para el cobro de las deudas contractuales, sino cuando el Estado deudor rehúsa someter el conflicto a arbitraje o cuando, después del arbitraje, se niega a cumplir el laudo”. O sea, en última instancia, dentro de los límites del derecho internacional se puede llegar a la agresión armada.

En definitiva, todo se habrá de resolver como una cuestión de fuerza y no de derecho. El Estado que debe, sea o no el nuestro, ¿con qué fuerzas cuenta para apoyar su posición de no pago de la deuda? Como ya dije, aparte de su legitimidad o no; ya que debe considerarse que el estado o en su caso la nación, debe hacer primar ante todo su supervivencia y de su pueblo a cualquier otro prurito, como el latiguillo ese de honrar las deudas. Eso sentado, es del caso recordar que después de la Revolución de Octubre de 1917 (7 de noviembre de 1917 según el Calendario Gregoriano) en Rusia, los bolcheviques con Lenin al frente toman el poder y nace el Soviet de Comisarios del Pueblo. Y al poco tiempo el nuevo gobierno rehúso el reconocimiento de las deudas financieras, contraídas por Rusia con sus antiguos aliados en la Gran Guerra (1914-1918), en especial con Francia. Esta no tenía fuerzas para oponerse y en consecuencia le salió muy caro su política de préstamos a Rusia, para congraciarse con ella y aislar así a Alemania, ya que no sólo derivó en el conflicto armado, sino también en que ni siquiera pudo recuperar parte del dinero invertido en el oriente. La deuda fue entonces considerada por los soviéticos, como inmoral y no pagable, al ser contraída a espaldas del pueblo y sin beneficio para este. Así Lenin cortaba de paso el nudo gordiano de las alianzas y compromisos de guerra, negando las deudas y publicando los acuerdos secretos que llevaron a esta.

Pero la naciente U:R:S.S. pudo hacerlo, porque disponía de la fuerza necesaria para mantenerse en su posición. La mayoría de los países deudores no está en esa situación. Y hay que tener en cuenta, que la banca internacional, tendrá muy en cuenta, que deberá impedir a toda costa, que la primera oveja se escape del redil, para no dar mal ejemplo a las demás. Pronto estaremos en lo que hace a nuestro país, en un nuevo Rubicón, del que cada vez va a ser más difícil seguir postergando una solución drástica y total.

LA PLATA, noviembre 30 de 2009.

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