sábado, 26 de diciembre de 2009

NAVIDADES SIN MÁSCARAS


Por Santiago Floresa *
La selección y condena de unos 600 chivos expiatorios (y consecuentemente de sus familias) que cargarán con todas las responsabilidades de la guerra antiterrorista, es una grave injusticia que repugna al sentido común.

Dicen que La Argentina oficial cree cerrar con alguna apariencia de justicia todas las culpas de la represión ilegal de los 70 acudiendo al procedimiento de vengar en un seleccionado grupo lo sucedido en aquella década desgraciada. En efecto, unos 600 integrantes de las Fuerzas Armadas sufren prisión en espera de una condena mediáticamente anticipada.

La realidad por todos conocida es que desde el Poder Ejecutivo Nacional fue impartida entonces la orden de “aniquilar a la subversión”, llegando a expresar algo más crudamente el Presidente Democrático Juan Domingo Perón ” después del ataque subversivo en Azul, que "a estos psicópatas"-por los guerilleros-, "hay que eliminarlos uno por uno".

Las FFAA y de Seguridad planificaron y llevaron a cabo las acciones de guerra contrarrevolucionaria; fueron entonces los uniformados de diversas jerarquías los que ocuparon los puestos que les fueron asignados, sea en tareas de inteligencia, de logística, o de combate, según le fue ordenado por la superioridad. Todas las FAA y de Seguridad participaron de una forma u otra en las acciones. Estos 600, o 1.000, o 5.000 hombres, no actuaron aislados de las fuerzas: tenían superiores a quiénes obedecían y reportaban , a camaradas pares en todos los destinos, y a subalternos incluyendo la tropa hasta al cabo, al soldado, y al último conscripto. Todos ellos y la sociedad toda sabía de que se trataba. Al igual que ellos todos los integrantes de los poderes Ejecutivo, Legislativo, y Judicial de una forma u otra coexistieron y aceptaron activa o pasivamente lo que estaba sucediendo, excepto honrosas excepciones, valiendo lo mismo para el Servicio Penitenciario y las distintas dependencias del estado (educación, salud pública, etc.), para las entidades gremiales, y todos los integrantes del quehacer social, hasta los deportivos, recreativos, Colegiuos Profesionales, y de la prensa oral y escrita.

Sería necesario– para intentar algo de equidad-, sentar en el banquillo a una gran parte de la sociedad. Así del “nadie fue”, pasaríamos a la más justa aproximación del “fuimos todos”.

Los militares más jóvenes que tuvieron la mala estrella de ser enviados a las tareas más desagradables y peligrosas, fueron en muchas ocasiones exaltados y condecorados por La Nación Argentina en reconocimiento a su heróico valor o heridas en combate.

Treinta años después resulta que los llamados “héroes” de entonces, se han convertido en “monstruosos asesinos”.

La sociedad parece sorprenderse: se han encontrado los “malos” que lavarán las culpas de todos. Así el acusado es aquel teniente al que le tocó en suerte estar en tal Batallón o Centro de Detención, mientras que su compañero al que “le tocó” estar en la oficina de al lado, no lo alcanza esta suerte de venganza selectiva, vergüenza de un remedo de justicia que por parcial y extemporánea es cruelmente injusta.

Tanto los últimos presidentes democráticos (Perón e Isabel), como el primero posterior (Raúl Alfonsín, asiduo visitante del Gral Albano Harguindeguy, Ministro del “Proceso”), y como muchos integrantes del Poder Judicial (varios de ellos “campeones”para rechazar pedidos de “habeas corpus”), sabían muy bien de estas historias conocidas y negadas por todos.

Pero los argentinos hace ya mucho que han aprendido a mirar para otro lado, y hoy como entonces a tranquilizarse con el “algo habrán hecho”. Después de todo seguimos siendo muy “derechos y humanos”.
Creemos que toda esta situación tiene remedio si se lo quiere , dando vuelta a odios y rencores que sólo interesan a pequeños grupos en su mayoría interesados en beneficios personales.





* Santiago Floresa
Juncal al 1800
Capital Federal

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