miércoles, 28 de julio de 2010

RÉPLICA DE EMILIO NANI A UN ARTÍCULO DE MARIANO GRONDONA EN “LA NACIÓN”

a Emilio Nani Medalla

Estimados señores:

De mayor consideración:

Tengo el honor de dirigirme a Uds. para poner en vuestro conocimiento que, a raíz del artículo de Mariano Grondona del día domingo 11 de Julio del corriente, titulado “El país, bajo el hechizo de la polarización”, en el que, al hablar de las históricas antinomias argentinas, incurre en una infundada y odiosa generalización, acusando a “los militares” de haber albergado y albergar sentimientos de odio en la guerra contraterrorista y sus consecuencias, el día 15 de Julio envié una carta dirigida al Dr. Bartolomé Mitre, con copia al señor Héctor Damico, solicitándole poder ejercer mi derecho de réplica, por cuanto, al no identificarse a quienes tienen semejante tipo de emociones y, como desde hace muchos años junto con otros argentinos, varios de ellos militares también, venimos intentando construir un camino de concordia y reconciliación, me siento injustamente agraviado por sus palabras.

Como hasta la fecha no he tenido respuesta alguna a mi pedido, por este medio difundo la réplica, porque lentamente he llegado al hartazgo al comprobar que otros responsables del desastre argentino continúan desentendiéndose del mismo, no desperdiciando oportunidad a la hora de empuñar su dedo acusador.

Si comparten en algo el contenido de este escrito, les ruego que lo difundan.

Sin otro particular, aprovecho la oportunidad para reiterarles mis expresiones de respeto y consideración,

Emilio Guillermo Nani

Teniente Coronel (R)

Veterano de Guerra

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Buenos Aires, Julio 15 de 2010

Doctor Bartolomé Mitre

Director del Diario La Nación

S/D

De mi mayor consideración:

Tengo el honor de dirigirme a Ud. a raíz del artículo de Mariano Grondona del día domingo 11 de Julio del corriente, titulado “El país, bajo el hechizo de la polarización”, en el que, al hablar de las históricas antinomias argentinas, expresa que “El dilema entre el no kirchnerismo y el antikirchnerismo que enfrenta la oposición, es grave porque hunde sus raíces en nuestra historia” y para ejemplificar su juicio de valor, agrega… “Así volvió a pasar con la intolerancia recíproca entre peronistas y antiperonistas que trajeron consido los años cuarenta, cincuenta y sesenta. Y aun cuando los grandes caudillos de estas dos corrientes, Perón y Balbín, fueron habitados por la sabiduría de su abrazo al comenzar los años setenta, en esa misma época vinieron a chocar con una furia impar los Montoneros y los militares, que, en lugar de prolongar la enseñanza que ellos les legaban, estiraron hasta hoy el odio que por otra cuerda también heredaban”.

Como en este artículo, en una infundada y odiosa generalización, se acusa a “los militares” de haber albergado y albergar sentimientos de odio en la guerra contraterrorista y sus consecuencias, le solicito poder ejercer mi derecho de réplica, por cuanto, al no identificarse a quienes tienen semejante tipo de emociones y, como desde hace muchos años junto con otros argentinos, varios de ellos militares también, venimos intentando construir un camino de concordia y reconciliación, me siento injustamente agraviado por sus palabras.

Quienes han sido fieles hasta nuestros días a la consigna del sanguinario (y hoy, en una clara afrenta el pueblo argentino que desea vivir en paz y libertad, entronizando a la categoría de “héroe latinoamericano”) Ernesto Guevara de la Serna (a) “El Che” de “El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal”, no hemos sido ni “los militares”, ni los Montoneros combatientes.

Desde el advenimiento de la democracia, “los militares”, hemos dado sobradas pruebas de haber abandonado cualquier búsqueda de revanchas y reparaciones.- Los Montoneros combatientes, de la mano del entonces Obispo de Mercedes-Luján, Mons Emilio Ogñeñovich, en Abril de 1989, luego del criminal ataque al Cuartel de La Tablada y de los alzamientos militares –que demostraron el gravísimo error del camino elegido por Raúl Alfonsín- dieron a luz el documento titulado “Compromiso solemne por la pacificación y reconciliación nacional sustentadas en la justicia social y la autocrítica nacional”, por el que impulsaban la pacificación nacional como requisito indispensable para el cierre de las heridas del pasado para alcanzar la reconciliación- Lamentablemente, este compromiso, tiempo después, fue dejado de lado.

Sin temor a equivocarme puedo decir que los verdaderos generadores y difusores del odio en esta última etapa de nuestra historia han sido: la corporación política, la justicia federal, las organizaciones que dicen defender los derechos humanos, los intelectuales, los comunicadores sociales, las Fuerzas Armadas, de Seguridad y Policiales, y un importante segmento de la sociedad.

la corporación política, porque lejos de constituir la unión nacional, afianzar la justicia y consolidar la paz interior, no ha cesado en fomentar las divisiones entre argentinos. Es así que le emitieron el certificado de defunción al Estado de Derecho al declarar nulas las llamadas leyes de obediencia debida y de punto final; al derogar solamente los indultos que beneficiaban a “los militares” y, en un inadmisible culto a la desigualdad ante la ley, dejar vigentes los que hacían lo propio con los terroristas; al firmar convenios para financiar la representación legal de los querellantes en los juicios contra quienes tuvieron la responsabilidad de poner fin al flagelo del terrorismo; al erigir museos y poner nombres a escuelas y plazas en homenaje a quienes ensangrentaron a nuestro país; al ordenar a los fiscales, no dar curso a las demandas de las víctimas del terrorismo, tal como lo hizo el Procurador General de la nación, Esteban Righi; al poner al frente de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación a reconocidos terroristas o apologistas del terrorismo (su actual secretario es Eduardo Luis Duhalde, fundador del Movimiento Todos por la Patria, organización terroristas que en Enero de 1989 atacó el Cuartel de La Tablada, provocando la muerte de 39 personas y cientos de heridos de distinta gravedad).

La justicia federal sistemáticamente le negó Justicia a las víctimas del terrorismo e impuso el prevaricato como método de ajusticiamiento, cometiendo nada menos que treinta y un aberraciones jurídicas para privar de la libertad a quienes liberaron a la Nación y su pueblo de las bombas, los secuestros y los asesinatos.

Los intelectuales y los comunicadores sociales porque, utilizando un desembozado método por tergiversar la historia, esconden o minimizan el tenebroso pasado de los terroristas que hoy pululan por los poderes del Estado, omitiendo toda referencia a las más de 20.000 acciones armadas que llevaron a cabo sólo en la década del ‘70, cobrando miles de víctimas, hoy inexistentes en los medios de comunicación y en los estrados judiciales.

Las Fuerzas Armadas, de Seguridad y Policiales, porque han arriado las banderas que antaño enarbolaron, cometiendo el peor de los actos militares: abandonar al camarada caído, hoy representados en aquellos injusta, ilegal e ilegítimamente privados de la libertad.

Las organizaciones de derechos humanos, porque lejos de defender los de la totalidad del pueblo argentino, solamente se limitan a rezumar su odio y sus anhelos de venganza.

Un amplio sector de la sociedad, que en el pasado demandaba a gritos aniquilar el accionar terrorista para evitar se3r secuestrados y/o asesinados, hoy, pasado el peligro terrorista y recuperada su tranquilidad, por acción u omisión, permiten que quienes se la devolvieran sean escarnecidos sin que nada les importe, como no sean sus propios y mezquinos intereses y bienestar.

Es por ello que puedo afirmar que quienes han hecho del odio su bandera, escondidos en una supuesta búsqueda de memoria, verdad y justicia, no son precisamente “los militares”.

Raúl Alfonsín, en 1983, tuvo dos caminos: seguir los ejemplos de Brasil o Uruguay o, de los más lejanos, España y Sudáfrica y sepultar definitivamente el triste período de nuestra historia, signado por el derramamiento de sangre, siempre de argentinos, o el de la venganza- Lamentablemente eligió este último, que ha condicionado la vida de nuestra Patria en estos últimos 27 años.

A pesar de ese oscuro panorama, “los militares”, aceptaron los designios de una justicia que ya se vislumbraba como carente de todo respeto por el Derecho, al ser juzgados por un tribunal especialmente constituido por capricho del gobierno de turno, apartándolos del juez natural y con leyes posteriores a los hechos, en franca violación al Artículo 18 de la Constitución Nacional. Semejante violación al estado de derecho, trajo como consecuencia los alzamientos militares, con los que se creyó encontrar una forma de impedir que la injusticia prosperara y que se llegara al estado de anarquía jurídico-institucional en el que hoy nos encontramos.

Con las denominadas leyes de obediencia debida y punto final, promulgadas por mayoría legislativa, a pedido de Raúl Alfonsín, y con los indultos y las leyes de Carlos Menem, que impulsaban resarcimientos económicos para los integrantes de las organizaciones terroristas y sus familiares (excluyendo a las víctimas del terrorismo), se creyó que se había avanzado en la construcción de caminos hacia la pacificación y reconciliación nacionales. Tristemente no fue así. Durante el gobierno de Fernando de la Rúa, quienes habían visto frustradas sus aspiraciones, volvieron a la carga con sus ataques, impulsando la libertad de los que habían atacado a la sociedad argentina en La Tablada y los denominados “juicios de la verdad”, que lo único que no buscaron fue, precisamente, la Verdad.

Luego de la crisis del 2001 y la aparición en escena de Diálogo Argentino, se pensó que se iba a construir una especie de Pacto de Moncloa, hoy tan en boga. Lamentablemente se desperdició otra nueva oportunidad para lograr la paz social.

Cuando se vio que todo sucumbía, fue desde el sector de “los militares” que surgieron iniciativas para contrarrestar lo que se avecinaba, convocándose a una mesa de diálogo a combatientes de las organizaciones armadas y de las Fuerzas Armadas, con la intención de lograr el cierre definitivo del atroz capítulo de nuestro pasado, lo que también fracasó por la falta de voluntad para que ello prosperara.

Es así que llegamos al 25 de Mayo de 2003 en que, con el advenimiento del gobierno de los Kirchner, aparecieron en escena quienes nunca habían combatido, los que, en una pretendida construcción de un pasado guerrero que nunca tuvieron y bajo la excusa de lograr encontrar la verdad, la justicia y la memoria, convirtieron la Verdad en mentira; la Justicia en prevaricato y la memoria en una antojadiza y hemipléjica reescritura de la historia.

A pesar de ello, desde el sector de “los militares”, se continuaron aceptando las reglas de juego que el régimen había impuesto: las del prevaricato y la violación sistemática de las normas jurídicas y, desde el de las víctimas del terrorismo subversivo, sus familiares y amigos, en lugar de adscribir a la metodología del odio, sólo salieron expresiones de reconciliación y concordia.

Señor Director, no somos “los militares” quienes “estiramos el odio hasta hoy”, como dice Grondona, porque nada “heredamos” en ese sentido. Busquen las expresiones revanchistas y odiosas en los neoguerreros que en el pasado se escondieron (que nada tuvieron, ni tienen, de heroicos combatientes y sí mucho de oportunismo político) y en quienes condescendieron con tal de proteger sus intereses y verán a los responsables del estado de crispación en el que hoy nos hacen vivir.

Estoy convencido que esta Argentina del Bicentenario no se merece su actual presente, signado por una violencia latente que nos ha traído a esta encrucijada, con un gobierno que nada hace por consolidar la paz interior y con la aparición de nuevas organizaciones armadas, como el Movimiento Barrial Tupac Amaru o Quebracho, que se encuentran agazapadas esperando la oportunidad para asestar un nuevo zarpazo a la sociedad argentina, lo que sin lugar a dudas compromete seriamente el futuro de nuestro país.

Señor Director, de no serle posible otorgarme el ejercicio del derecho solicitado, difundiré esta réplica por los canales que considere necesarios.

Sin otro particular lo saludo, reiterándole mis expresiones de respeto y consideración.

Emilio Guillermo Nani

Teniente Coronel (R )

Veterano de Guerra

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