Por Enrique Guillermo Avogadro
“La soledad es el miedo
que se teje callando,
el silencio es el miedo
que matamos hablando,
¡y es un miedo el coraje
de ponerse a pensar
en el ultimo viaje …
sin gemir, ni temblar!”
Eladia Blazquez
Si quisiéramos buscar en el espejo de nuestra historia situaciones similares a las que estamos viviendo, deberíamos remontarnos a 1974 y 1975, aunque la imagen aparecería sumamente desteñida. Todos sabemos como terminó ese periodo.
Entonces, como ahora, la figura mas importante de la política argentina se acababa de morir, y su viuda había alcanzado la cima del poder. Entonces, como ahora, la situación económica se había tornado insostenible por la inflación y el atraso en materia de tarifas. Entonces, como ahora, las alas derecha e izquierda se enfrentaban, pero con otros métodos.
En el caso de Juan Perón, su influencia directa sobre la realidad había durado mas de tres décadas. En el caso de don Néstor (q.e.p.d.), solo siete años.
María Estela Martínez de Perón había llegado a la Vicepresidencia por decisión exclusiva de su marido, después que el debilitado líder viera fracasar su propósito inicial de sentar, a su diestra, a Ricardo Balbín y enterrar así el enfrentamiento suicida de los argentinos. La formula Perón-Perón se debió, entonces, a la necesidad de continuar arbitrando entre las distintas corrientes que integraban al Movimiento.
Cristina Fernández de Kirchner también ocupó la Presidencia por una difícil elección interna en la cual votó solo su cónyuge, que continuo reteniendo el poder real hasta su muerte, y que le ha dejado, como le ocurrió a “Isabelita”, un vacío imposible de llenar: el del arbitro equilibrista.
El oficialismo actual esta presenciando una lucha por el poder, que hoy lleva al campo de batalla a La Cámpora y a la CGT de Moyano, al “cristinismo” a ultranza vs. el “pejotismo” territorial, a los antiguos “jóvenes idealistas” vs. los postkirchneristas. Ese escenario, en el cual don Néstor (q.e.p.d.) sabia desenvolverse tan bien, hoy carece de un operador verdadero, mas allá de las meras maniobras electorales que personas como el “Chueco” Mazzon llevan adelante, con singular pericia pero efímera vida.
Cuando digo que el reflejo vuelve empañado del espejo hablo, sin lugar a dudas, de la imbécil y asesina ideología que llevo a tantos jóvenes de entonces a matar y a morir, en notoria contraposición con la actual, que solo piensa en las prebendas y en las billeteras.
Entonces también el Poder Ejecutivo tenia frente a si un problemón, determinado por el atraso cambiario y de tarifas, caída en el ingreso real de los trabajadores y creciente inflación. “Isabelita”, por determinación de López Rega, designó Ministro de Economía a un hombre de éste, que no encontró mejor solución que el “rodrigazo”.
¿Qué hará el Ministro del futuro Presidente que sea –incluida doña Cristina si, contra todas mis expectativas, decidiera presentarse- aun esta por verse, pero las mismas bombas de tiempo están plantadas en el futuro inmediato, agravadas por el descomunal gasto público y la insoportable voracidad fiscal. Salvo que consiguiera recuperar muy rápidamente la confianza en el Gobierno argentino en materia de seguridad jurídica y, con ello, recibir las indispensables inversiones, no tendrá muchos otros caminos para desenredar la perversa madeja inventada por el kirchnerismo.
Porque, si de futuro se trata, parece que la viuda de don Néstor (q.e.p.d.) no tiene demasiado interés en el. Si no fuera así, seria difícil encontrar una explicación –que exceda la profunda vocación por mejorar la caja oficial para continuar con el clientelismo y la corrupción- al decreto de necesidad y urgencia mediante el cual modifico una ley (marco en el cual fueron realizadas las inversiones de las ex AFJP’s) sin consultar al Congreso y desconoció –¡otra vez!- una sentencia concreta de la Corte Suprema de Justicia, que limita el uso de ese instrumento.
El pavoroso silencio de esta, que ha omitido generar el obligado pedido de juicio político a los funcionarios que incurrieron en tal delito, empaña un poco más, si cabe, esa imagen impoluta que tanto alaban muchos argentinos de todo pelaje.
Lo mismo sucede con todo el mundo empresarial del país que, compartiendo el dañino cortoplacismo que nos impregna y contamina, cree que el futuro se limita a la semana que viene, y que debe, cobardemente, transar con el gobierno de turno para mantener las prebendas que le permiten medrar, sin comprender que lo que esta en juego ahora mismo es su propia supervivencia.
El lunes por la tarde, mientras anunciaba descuentos en medicamentos para jubilados y la extensión del subsidio a las embarazadas, doña Cristina no pudo evitar caer en la tentación de referirse a este nuevo episodio de vulneración de las instituciones.
Lo hizo desde un ángulo sumamente curioso, porque exigió, en nombre de los cuarenta millones de habitantes, que una empresa privada distribuyera más dividendos que los que deseaba. Recurrió a un “relato” –así se llama ahora al dibujo de una falsa realidad- en el que los accionistas mayoritarios de Siderar aparecieron como unos criminales que impedían que se diera subsidios alimentarios a los desnutridos o mejores mensualidades a los jubilados. Peor aun, contó su teoría como si fuera una obligación de quienes poseen la mayoría de una sociedad inclinarse ante la voluntad de una minoría.
Incurrió, así, en varios disparates que llevan a una sola opción: ignora las normas mas elementales del derecho, confirmando que no se recibió de abogada, o es una cínica de marca mayor.
Lo primero que cabe decir es que, si al momento de concretar las ex AFJP’s sus inversiones en empresas privadas el marco jurídico existente (que impedía la concentración del voto en exceso del 5%) hubiera sido distinto, seguramente esas inversiones no se hubieran concretado. Después, la expropiación lisa y llana que hizo el Gobierno de todo el sistema de jubilaciones y ahorros privados fue una nueva alteración del ese marco jurídico, y permitió reunir en una sola mano, el Estado, dispersas inversiones realizadas por distintas entidades.
Luego, hay que explicar a quienes no son abogados ni expertos en materias societarias, que las empresas privadas son administradas por el directorio, cuya integración depende de la asamblea de accionistas, órgano máximo de expresión de la voluntad de estos. Ese directorio, anualmente, presenta a la asamblea un informe de la marcha de los negocios sociales y, en caso de existir ganancias, propone a los accionistas que hacer con ellas.
En general, puede decirse que se destinan a la constitución de reservas para momentos de crisis, a reinversiones en el propio negocio o a dividendos a distribuir entre los accionistas. La decisión final la adopta la asamblea, por mayoría de votos presentes. Entonces, la pretensión de doña Cristina de obligar a Siderar a distribuir mas dividendos constituye una injerencia inaceptable del Estado sobre una persona privada, aunque esta sea jurídica y no física.
La Presidente, en la alocución que cito, tan ponderada por la claque habitual de aplaudidores compulsivos, se permitió, además, decir que esos dividendos que pretende se repartan no la beneficiarían a ella, ni a su Ministro de Economía o a su Administrador de la ANSES, sino que seria alegremente repartido entre los habitantes del país.
Es sabido que este es el mas corrupto gobierno del que se tenga memoria en la Argentina, y que han sido precisamente los Kirchner quienes literalmente se robaron los fondos de Santa Cruz, entre otras muchas canalladas de similar tenor. Pretender que estos se#ores, amparados por los rápidos sobreseimientos de un juez con pasado prostibulario, administraran sanamente en el futuro los bienes públicos, parece cosa de risa, si no fuera tan trágica.
Nótese, además, que la suma que la Presidente pretende que Siderar distribuya –unos seis mil millones de pesos- implicaría para el Estado, dada su participación en el capital de la empresa, un ingreso del orden de los mil quinientos millones. Si, por arte de magia, los famosos fondos –provenientes, recordémoslo, de la venta de YPF a Repsol, que tanto apoyo don Néstor (q.e.p.d.) cuando era Gobernador- fueran devueltos por los Kirchner y reaparecieran en las arcas publicas, el Tesoro recibiría ¡cuatro veces más dinero!
La reiterada y lloriqueante mención a “el” en el discurso presidencial, que esta vez contuvo algunos sabios consejos del fallecido a su cónyuge supérstite referidos a los pobres, no hace más que aumentar la indignación frente a un Gobierno que, a fuerza de ser tan corrupto, se ha transformado en un verdadero genocida. Con la plata que se han robado –en los negocios brutales con Venezuela, en la sobrefacturación de obras publicas, en las actividades vinculadas con el narcotráfico y hasta en la falsificación de medicamentos para enfermos terminales- se podrían construir hospitales y viviendas dignas y dotar de agua corriente y cloacas a grandes conglomerados humanos que hoy, después de ocho años de kirchnerismo, han aumentado sensiblemente su tamaño.
La abrumadora y machacona cita de cifras de distribución de riqueza, de pobreza e indigencia, todas medidas con el falso termómetro del INDEC de Moreno, fue un nuevo agravio a la sensatez y a la inteligencia de los argentinos. Tanto como lo fue, al día siguiente, su desafío a la empresa a presentarse a elecciones, si pretendía desafiar al poder que doña Cristina ejerce.
Debe considerarse, también, que este nuevo ataque a las instituciones y a los grandes protagonistas de la economía agudizara la aversión al riesgo argentino en los inversores.
Sin la presencia de estos, y con el gasto publico enfocado solo al cortoplacismo y al clientelismo, resultará imposible que la Argentina crezca en desarrollo humano, que la riqueza que genera el tan favorable escenario internacional se distribuya mejor, que la mayor capacidad industrial permita crear más y mejores puestos de trabajo, que se amplíe la oferta de bienes y, con ello, que se reduzca la inflación.
En una nueva confirmación al aforismo “cada pueblo tiene el gobierno que se le parece”, las más recientes e incuestionables pesquisas realizadas muestran que mis compatriotas, por abrumadora mayoría, están conformes con la vocación estatista que hoy encarna el Gobierno.
Después de la pésima privatización de YPF por don Carlos Saúl, realizada con el esencial lobby de don Néstor (q.e.p.d.) entre los gobernadores remisos y de la tan curiosa “renacionalización” de una parte importante del capital de la petrolera y de la conducción de esta, un 67% de los argentinos cree que habría que reestatizarla. Como dijo Ricardo Salda#a esta semana, en su impagable nota “Y la nave va …”, solo el “síndrome de Estocolmo” que padecemos como sociedad puede explicar esta reiterada prueba de la estupidez nacional.
Para concluir, y dado este nuevo y gran paso hacia un futuro chavismo en la Argentina, solo cabe formular una pregunta: ¿alguien puede imaginarse la foto de doña Cristina entregándole mansamente la banda y el bastón a un sucesor de distinto palo?
En la respuesta, quizás, este contenido el futuro.
Bs.As., 20 Abr 11
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