Por María Lilia Genta
El artículo de José Pablo Feinmann, “Una bandera para el siglo XXI”, fue publicado en Página 12 el 15 de noviembre de 2003. Sin embargo, en los últimos días ha circulado profusamente y ha sido objeto de numerosos análisis en varios medios digitales. ¿Lo han reflotado ahora por alguna razón particular? Lo ignoro. Pero me interesa mucho la fecha de su publicación porque cuando fuimos a hablar con el General Bruera, en los días en que ocupaba la Secretaría General del Ejército, allá por 2009, Silvia Ibarzabal y yo en nuestro carácter de hijas de muertos por el terrorismo vernáculo, a raíz de unas increíbles “clases” impartidas a oficiales del Estado Mayor, entre otros personajes, por una Madre de Plaza de Mayo y el mismo Feinmann, éste ya había escrito el ahora reflotado artículo. Se nos dieron en aquella ocasión absurdas explicaciones y se nos prometió, hipócritamente, que algunos representantes de nuestro “sector” serían invitados a fin de mostrar la otra cara de los setenta dándonos el mismo tiempo y espacio. Jamás se cumplió esta promesa y Bruera ya no ocupa cargo alguno en el Estado Mayor, defenestrado por la ex Garré a causa de ciertas piruetas políticas del expansivo General. Voy a esto: se llevó a disertar ante oficiales del Ejército Argentino -que han jurado morir por la Bandera- nada menos que a quien propone cambiarla. Una canallada más de la que algún día tendrán que responder los responsables de comandar nuestras Fuerzas Armadas.
¿Qué dice Feinmann en el artículo? Leamos sólo, en homenaje a la brevedad, su párrafo final: “Para este siglo XXI, para esta lucha de hoy contra la globalización del Uno Imperial, necesitamos otra bandera. Que sea azul y que sea blanca, como la anterior. De acuerdo. Pero le sacamos ese sol de la guerra y ahí, en ese lugar, reemplazándolo, ponemos el pañuelo blanco de las Madres y la Abuelas, el pañuelo de la paz, el de la vida, el de nuestro más genuino, verdadero orgullo”.
Si hay un símbolo del odio y de la muerte, ese es el “pañuelo”. Recordemos, tan solo, los discursos incendiarios de Bonafini. Pero, ¿a que abundar cuando es más que evidente que ese pañuelo representa la mayor impostura y el más torpe intento de escribir una historia argentina que no existe más que en la cabeza de los ideólogos? Profanación lisa y llana de la Bandera y de la Patria y de las gestas que ella simboliza; eso y no otra cosa es el contenido del artículo de Feinmann.
Frente a esto ¿podemos hacer algo aquellos que, como en mi caso, somos hijos, familiares, amigos de los que murieron por la Bandera denostada por este filósofo extraviado? En la Guerra Contrarrevolucionaria, en la Gesta de Malvinas, muchos dieron la vida, otros quedaron con secuelas y más de mil están presos por haber defendido esa Bandera con honor. ¿Cómo se puede pasar por alto este insulto? Sería muy bueno que fuésemos capaces de unirnos todos los que amamos la Bandera, dejando de lado diferencias, sumando organizaciones e individualidades, en un gran acto de desagravio conjunto a nuestra Bandera, como aquella vez en la que todos coincidieron en las escalinatas de la Catedral Metropolitana para defenderla del asedio de los pervertidos.
El próximo 20 de junio sería, tal vez, la ocasión ideal para ello.
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