Por Federico Gastón Addisi.
Primeramente queremos manifestar
nuestro estupor por la oportunidad y el tenor del planteo que hacen estos
intelectuales (Jorge Lanata, Juan José
Sebreli, Emilio de Ípola, Pepe Eliaschev, Rafael Filippelli, Roberto
Gargarella, Fernando Iglesias, Santiago Kovadloff, Gustavo Noriega, Marcos
Novaro, José Miguel Onaindia, Vicente Palermo, Eduardo Antin (Quintín), Luis
Alberto Romero, Hilda Sabato, Daniel Sabsay y Beatriz Sarlo), miembros de la intelligentsia vernácula.
En el documento dado a conocer
ayer (23/2); precisamente a poco de conmemorarse los 30 años de la recuperación
de las Islas Malvinas por nuestro país, este grupo de compatriotas no dudan en
calificar de “aventura militar” a la Gesta de Malvinas. A nuestro entender,
esta categorización es faltarle el respeto a todos quienes murieron en la contienda, y sobre todo,
olvidar que la Guerra del Atlántico Sur
no es otra cosa que la continuación de la guerra inconclusa con Gran
Bretaña que comenzó en 1806-1807, tuvo su continuación con la usurpación de
Malvinas en 1833 y en 1845 en la Guerra del Paraná donde tuvo lugar la Batalla
de la Vuelta de Obligado. En 1982, Argentina hizo uso de la fuerza en defensa
de sus derechos y de sus ciudadanos agredidos en las Georgias.
Ninguna revisión puede excluir
del análisis estos datos incontrastables de la realidad histórico-política de
la Argentina sin caer en una simplificación que roza la ignorancia, o peor aún,
la connivencia con nuestro enemigo
histórico que no es otro que el Reino Unido de Gran Bretaña. Lo expuesto
justifica el uso de la fuerza por parte de la Argentina el 2 de abril de 1982.
Por otra parte los hechos indican que no
se ocasionó víctimas fatales ni a los isleños ni tampoco a los ingleses. Pero
sí a los argentinos. Paradojas “del uso de la fuerza”.
Otra vez caemos en los burdos
argumentos perimidos de la desmalvinización al calificar “como víctimas
directas a los conscriptos combatientes”, versión cercana a la humillante y
precursora visión de “los chicos de la guerra”. Quienes combatieron en Malvinas
no fueron chicos, ni sólo conscriptos, ni pobres víctimas. Fueron hombres,
soldados conscriptos, oficiales y suboficiales de carrera que fueron a defender el suelo
patrio.
Creer que la cuestión Malvinas
tiene “escasa relación con los grandes problemas políticos, sociales y
económicos que nos aquejan”, es desconocer principios esenciales de geopolítica
y economía, entre otras materias. ¿Se
desconoce la implicancia de la posesión de Malvinas en manos británicas sobre
la proyección antártica? ¿Se ignora que la Antártida es reserva natural de
agua, minerales y otros recursos que Inglaterra puede reclamar como propios?
¿No se tiene dimensión de las pérdidas y la depredación que sufre Argentina en
su mar territorial por las concesiones pesqueras que hace el Reino Unido en
Malvinas? ¿No se tiene idea que las adyacencias de Malvinas están siendo
exploradas por sus reservas de hidrocarburos? Finalmente: ¿No se han percatado
del paso estratégico bioceánico que dominan las Islas? ¿No es una amenaza para
la seguridad continental Argentina la base militar de Inglaterra emplazada en
Malvinas?
En lo que parece ser el nudo
gordiano de “estos visionarios”, llegamos al núcleo de su pensamiento: la idea
de autodeterminación. Y es justamente aquí donde cometen la mayor parte de
anacronismos, errores históricos y jurídicos. Lamentamos que un compilado
repleto de errores elementales, que bien podría refutar un estudiante de
abogacía de primer año, reciba un tratamiento que le mereció la publicación en
los principales matutinos del país.
Sostienen que “La República
Argentina ha sido fundada sobre el principio de autodeterminación de los
pueblos y para todos los hombres del mundo. Como país cuyos antecedentes incluyen
la conquista española, nuestra propia construcción como nación es tan imposible
de desligar de episodios de ocupación colonial como la de Malvinas”. Si bien
este disparate no merecería contestación (y menos mal que se encuentra entre
los firmantes del documento el Sr. Romero,
benemérito erudito en materia historiográfica) no resistimos la tentación de
refutar.
No existe la autodeterminación de
los kelpers, porque la misma rige para aquellos pueblos nativos que son
ocupados o dominados por una potencia extranjera. Y primeramente -anoticiamos a
“nuestros” intelectuales-: los kelpers son ciudadanos británicos desde 1983,
año en el que Margaret Tatcher les
otorgó plena ciudadanía. Por eso debe negociarse con Inglaterra porque la
población de las islas no son un estado, al contrario, son parte del Reino
Unido. Pero más aún. Si los kelpers no fueran británicos y pretendieran ser
reconocidos como pueblo, esta pretensión sería imposible por representar ellos
una población implantada por la fuerza en 1833, por una potencia colonial, en
detrimento de la soberanía argentina y su población que habitaba legalmente las
islas. Por último, equiparar la situación de Argentina (en aquellos tiempos
Virreinato del Río de la Plata) cuando provincia –no colonia- española, con
la de los kelpers es grotesco. Nos
explicaremos. El concepto de “autodeterminación de los pueblos” aparece en el
Derecho Internacional a partir de la creación de las Naciones Unidas (ONU) el
26 de junio de 1945. Por eso constituye un disparate jurídico y un anacronismo
histórico decir que Argentina fue fundada sobre este principio. El proceso
político que dio origen a nuestro país fue el siguiente. Habiendo caducado el
Gobierno Soberano de España al ser tomado Fernando
VII prisionero de Napoleón, habiéndose disuelto la Junta de Sevilla y sin
haber sido designado un Regente, el poder quedaba vacante y se revertía sobre
el pueblo de Buenos Aires que podía en estas especiales condiciones darse un
gobierno. Se trataba de la conocida “doctrina suareciana de reversión del
poder”. Dicho proceso, que llamaremos con precisión, de emancipación, tuvo
lugar durante la semana de mayo, consagrándose el día 25. A esa emancipación
hubo que trabajarla para que recién 6 años después, en 1816, se diera un paso
más en la formación política de nuestra Patria, con la declaración de
independencia. Nada de esto tiene que ver con la autodeterminación.
Para terminar, auguramos -a 30
años de la conmemoración de la Gesta de Malvinas- que lejos de abandonar
“la agitación de la causa”, redoblemos nuestro corazón malvinero que nos nutre
de conciencia nacional al recordar a nuestros héroes, y nos señala claramente
que Argentina jamás podrá realizarse como Nación mientras una potencia Imperial
usurpe parte de su territorio.
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