“Yo me
formé en el nacionalismo católico”, afirmó el periodista Vicente Massot durante la presentación.
A continuación ofrecemos una síntesis no
textual de las palabras del periodista Vicente
Massot, con transcripción literal del final de su disertación, resaltada en
letras cursivas:
GUERRA CIVIL
Si se repasa la Historia y se revisa lo que
sucedió en EEUU en su guerra de Secesión, o en España con su guerra civil entre
1936 y 1939, no debe asombrarse de lo que sucedió en Argentina en la década de
1970. Se trata de nuestra guerra civil que se ha prolongado hasta nuestros días
con otros métodos.
Tiene dos características: fue una guerra, y
fue una guerra civil, más allá de los componentes internacionales que tuvieron
las organizaciones armadas de esa época. Quienes empuñaron las armas y después
en algunos casos se convirtieron en traidores, eran argentinos. Tenían una idea
de lo que se debía hacer en el país, en las antípodas de sus opositores.
El libro hace referencia a los años ’70. Para
explicar la naturaleza de los traidores, hace referencia a lo que fue la
guerra, y que ninguno de los dos bandos en pugna terminaron de entender a
ciencia cierta la naturaleza de esa contienda.
Tanto ERP como Montoneros y sus usinas, sus
distintas facciones, los intelectuales que no necesariamente pertenecían de
cuerpo y alma a sus estructuras armadas pero le dieron formato al mito
revolucionario, se cansaron por aproximadamente una década de decir que estaban
en guerra. Ellos fueron los primeros que hablaron de la guerra.
Como gozan de impunidad, el bando contrario del
cual salen estos traidores, ha escrito desde 1983 hasta la fecha todo cuanto
podía decir, sabiendo además en los últimos años, que cualquiera fuesen las
confesiones de sus crímenes no corrían ningún riesgo. Entre otras razones, por
algo que expone bien Carlos Manuel (Acuña) de lo que es la Justicia hoy en la
Argentina.
JUSTICIA ARGENTINA
Yo tengo un amigo cuyo padre, diplomático, ya
muerto, decía “yo no le tengo miedo a la injusticia, lo que temo es a la
justicia argentina”. Desde ese lugar es claro, y tiene entera lógica, que el
ERP, Montoneros, sus militantes, sus jefes, sus simpatizantes intelectuales,
hayan contado todo lo habido y por haber.
(Enrique)
Díaz Araujo se ha tomado el trabajo
de analizar y cifrar o catalogar la literatura de esos años, y lo que primero
que salta a la vista es que por un libro que se ha escrito de esta parte, los
otros han escrito 50 o 100. Se ufanaban diciendo que era una guerra.
¿Qué hicieron aquellos que traicionaron lo que
habían juramentado por las razones que fuese y se transformaron en
“colaboracionistas” del régimen que para ellos era la síntesis y compendio del
mal, de la defensa de todo aquello que había que poner patas para arriba y
erradicar para siempre? Colaborar con las Fuerzas Armadas, para ellos, era
colaborar con fuerzas al servicio del imperialismo.
MENOS POSIBILIDADES
Lo que dice (Mario) Firmenich es que
“nosotros imaginábamos que la guerra iba a tener componentes más duros que el
Proceso que se había abierto y el gobierno militar que había subido el 24 de
marzo iba a ser más duro que el de la Revolución Argentina, que íbamos a tener
menos posibilidades de defendernos, que iba a haber un camarón corregido y
aumentado”. Lo que no entendía después de haber convencido a miles de
militantes y simpatizantes para hacer la guerra, lo curioso es que no habían
entendido de qué era la guerra.
De la guerra en general, y de las guerras en
particular, ha habido en la historia de las ideas y en el mundo político dos
grandes interpretaciones: las interpretaciones políticas, Tucídides y Klausewitz,
y las explicaciones metapolíticas, que ha sido el jurídico. Y ese abordaje aun
hoy es tomado para hacernos creer que la guerra es algo que debe atenerse a
determinados cánones donde es preferible obedecer las reglas prescriptas en el
derecho bélico a ganar una batalla. Sería más importante actuar correctamente a
obtener el triunfo. Esto es lo que Klausewitz
diría que es filantropía, pero de guerra no tiene nada. Porque no hay un solo
caso en el mundo de un Ejército, de un Estado, que entre ganar violando leyes o
perder por no violar leyes, haya preferido no hacerlo.
Esto que parece brutal, y en el razonamiento
hay que llegar hasta las últimas consecuencias, cuando (Winston) Churchill dice
“si yo tengo que bajar al infierno y pactar con el Diablo para ganar a (Adolf) Hitler”, ¿de qué fin y de qué medios estaba hablando? Esa idea de
que el fin no justifica los medios es importante decirlo, a condición de que se
explique que en la práctica no se puede cumplir.
MODOS DE VIDA
Ellos querían clausurar un modo de vida, y
nosotros lo queríamos defender. No era una idea política más. No era discutir
si queríamos uno u otro sistema político.
Se equivocaron de cabo a rabo. Ya no iba a
haber más un Camarón, porque todos sabemos cómo terminó el camarón. Porque no
se dieron cuenta de que en función de lo que había sucedido entre 1966 y 1973,
ese tipo de estrategia con arreglo a un sistema jurídico que preservase el
derecho de los irregulares no iba a existir nunca más. Y como no se prepararon
para eso, creo que terminaron en los traidores.
Cuando uno lee el libro de Carlos Manuel, creo que tiene el enorme mérito de mirar la cuestión
desde un ángulo hasta hoy no trajinado intelectualmente. Pone de manifiesto
cosas que muchos hasta hoy no conocemos. Porque no es un caso, son 75 casos.
DELATORES
Cuando uno lee las cosas que dice Firmenich respecto de Roberto Quieto, se entrenó para cambiar
el país, creíamos en el hombre nuevo, y cedió a la tortura, él dice a los
apremios, lo que fuese, de los enemigos, y nos delató.
En el fondo, nadie estaba preparado para
soportar los rigores que ya no eran los de estar en una cárcel de Trelew, y de
tener a dos abogados como Ortega Peña
y Wal, entre miles, que podían
entrar tranquilamente. Y ellos mismos cuentan, “nos llamó Robi, por Santucho,
cuando éramos sus abogados y nos dijo que íbamos a empezar la guerra, y al
mismo tiempo nos preguntó si queríamos ser sus abogados. Es decir, eran
militantes.
Pero esto, de lo cual yo no lo digo para poner
el dedo en la llaga. El tema es que no entendieron de qué se trataba. Nosotros
tampoco lo entendimos. Por eso, están sufriendo los miembros de las Fuerzas
Armadas lo que todos sabemos.
CAÍDOS DEL BRONCE
El tema de los traidores es un tema difícil de
tratar. Primero por las condiciones en las cuales se encontraban. Ahí hay un
fenómeno, y el libro lo refleja bien, porque no solamente pone la historia de
cada uno de esos delatores, sino que en una suerte de introducción, el autor
destaca el lado psicológico de la cuestión, porque ahí se funden y confunden
una serie de factores sin los que no se puede entender por qué gente que se
había preparado para los rigores de una guerra en un momento dado pierden
noción de dónde están, aparecen prisioneros, y se enteran que sus bronces, sus
jefes, los hombres en los que ellos habían depositado su confianza, los que los
habían instruido, los que habían impulsado una mística, porque lo que había
sucedido en la década de 1970 visto desde el costado de las organizaciones
armadas, no se entiende sin un mito conducente. Cuando dicen ¿“la cámpora no
será una continuación de montoneros”? O ¿“Hugo Chávez un peligro similar al de
Fidel Castro? Mientras ese mito sea un ausente con razón, es imposible tejer
una sinonimia entre La Cámpora y Montoneros o entre Chávez y Castro.
Aquellas personas estaban dispuestas a matar y
morir, porque creían que estaban modificando el mundo, porque creyeron que Cuba
en vez de ser la excepción era la regla, porque creyeron que el socialismo era
el fin de la Historia, porque creyeron que Perón era un general socialista,
porque creyeron que las Fuerzas Armadas eran fuerzas de ocupación como las
francesas o las norteamericanas en Vietnam, pero lo importante es que generaron
una épica.
Cuando esa gente cae presa, la épica se viene
abajo. Primero porque se dan cuenta que el enemigo contra el cual peleaban no
eran un ejército de ocupación ni eran mercenarios, y que aparte sus jefes
habían sido los primeros que se habían rendido y pasaron a ser colaboradores de
las Fuerzas Armadas.
COLABORACIONISTAS
Desde este lugar, con la particular
coincidencia de que esos traidores, doblemente traidores, esta gente que
terminó en una suerte de “síndrome de Estocolmo” por llamado de alguna manera,
son los mismos que después de delatar a sus compañeros o a sus camaradas de
armas, y en definitiva llevarlos a la muerte, son los mismos que se vuelven en
contra de aquellos a los cuales habían servido y que de alguna manera en algunos
casos les habían perdonado la vida.
Doblemente traidores.
El aporte es importante, porque si bien es
cierto que en este aspecto uno no ve la luz al final del túnel.
REVISIONISMO HISTÓRICO
“Voy a hacer una
comparación que para muchos, empezando por Calos Manuel, pero ya no nos podemos
pelear por esas razones, puede que les resulte fastidiosa. Y quizás a algunos
de los presentes también.
“Yo me formé en el
nacionalismo católico, y mis maestros son todos los revisionistas, empezando
por el que para mí es el más grande de los historiadores argentinos del Siglo
XX, además un hombre finísimo que no confundía la política con la historia, el
entrerriano Julio Irazusta. Y Julio Irazusta, siendo yo muy chico, 20
años, me dijo un día: ‘mire, el esfuerzo hay que hacerlo y no podemos cejar en
el esfuerzo, porque cuando nosotros lanzamos el Instituto Juan Manuel de Rosas
y cuando empezamos con Corbalán
Mendilarzu y con Caballero, etc.
el Revisionismo Histórico en el ‘28, en el año ’30 teníamos todas las de
perder’. Sin embargo, Julio Irazusta
después de 50 años antes de morir, fue en el ‘82, alcanza a ver el triunfo de
las ideas que él había defendido por tanto tiempo. Ustedes me querrán decir qué
quiero decir con esto….
“Hoy no vemos la luz
al final del túnel. Hoy son yo diría pocos y escogidos, no muchos. El Tata que veo por ahí, Carlos Manuel, Márquez, Laje, Díaz Araujo,
son los que de alguna manera han comenzado a recorrer un camino, que no sabemos
cuándo, no sabemos cómo, tiene un fin.
“Y ese fin va a ser exitoso al menos desde un lugar. Va a
poner históricamente, historiográficamente, las cosas en su lugar. Lo peor que
podemos hacer en ese orden, es desesperarnos, aunque falten muchos años. Pero
los mojones iniciales han sido puestos en estos últimos años, y me parece que
el último aporte hecho a esa senda recién abierta es “Los Traidores” de Carlos Manuel Acuña.”
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