Por SILVIO H. COPPOLA
Se realizó en Buenos Aires (ciudad autónoma) la Cena de Camaradería de las Fuerzas Armadas, con la presencia inesperada de la señora presidente de la república y del ministro del ramo. Como no podía ser de otra manera, hizo uso de la palabra la primera mandataria, quien dándole una palmadita en la espalda a los militares presentes y ausentes, les aseguró modestos aumentos en sus modestos emolumentos y los gratificó con palabras tales como que sirven para tareas relativas a “inclusión social”. Y por eso ellos “están interviniendo en nuestras villas para participar en tareas que todo argentino, vista uniforme o no, está obligado a hacer si tiene buen corazón”. ¡¿Qué bien no?!
Y uno se pregunta, no sé si también lo habrán hecho los presentes ¿para qué están entonces los ministerios nacionales y provinciales que tienen a su cargo la asistencia social? Y desde luego los empleados sociales y tantos funcionarios y profesionales que tienen a su cargo tareas de ayuda a la población. Y esa pregunta trae como consecuencia otra: ¿para qué están las Fuerzas Armadas? La respuesta en la referencia para cualquier país, es por demás clara.
En cambio para el nuestro la pregunta verdaderamente casi no tiene respuesta a dar. Si se trata de defender la patria de cualquier enemigo que pueda atacarla o presionarla, verdaderamente sólo contamos con las Fuerzas Armadas Desarmadas.
No hay posibilidades de defender nada del suelo patrio, ni siquiera contra los uruguayos, con el debido respeto. Nuestras fuerzas armadas fueron después de Malvinas, anuladas completamente por los gobiernos que se sucedieron a partir del radical de 1983. Y ni hablar con el presente y los anteriores de la nueva oligarquía kichnerista.
Se consideró así a las fuerzas armadas como un enemigo, sin hacer distinciones entre sus componentes y sin pensar siquiera en el papel tan importante que deben tener en cualquier país independiente. Por eso había que atacar a ellas con la extenuación, que se fue dando poco a poco, no sólo por la falta de consideración que demostraba públicamente el gobierno, sino también por un presupuesto mínimo, que se fue reduciendo proporcionalmente todos los años.
Así las cosas, parece muy lejana una unión nacional entre pueblo y ejército (fuerzas armadas), que fue en su momento lo que le dio origen y existencia al peronismo, del que tanto dista este sistema actual de gobierno, con el norte tan demostrado por la mayoría de sus componentes, del lucro y del beneficio personal, para no mencionar el odio y la venganza
¿Están redimidas las fuerzas armadas? ¿Purgaron sus pecados los responsables? Es de suponer que sí y ya es hora de pensar y actuar, en el sentido de que más que buscar divisiones que nos debiliten, es hora de que la unión de los argentinos, sea el norte de cualquier política de cualquier gobierno, inclusive del presente.
LA PLATA, julio 11 de 2012.
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