viernes, 31 de agosto de 2012

ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL P. JULIO RAMÓN MEINVIELLE



Amigos:
Hoy es un nuevo aniversario del nacimiento del P. Julio Ramón Meinvielle.
Pidámosle a él que interceda ante el trono de Dios por esta bendita patria argentina.
Abrazos.
D. González Céspedes

“En la vida de los pueblos como en la historia de la misma Iglesia, surgen de cuando en cuando algunas figuras excepcionales que guían con su personalidad y con su obra el invisible itinerario de esas mismas naciones hacia su destino histórico.
Esos hombres excepcionales constituyen verdaderas “gracias” para los pueblos que saben acoger a tiempo su mensaje. Tal ha sido la vida y la obra del padre Julio Meinvielle, a quien venimos a despedir acongojados sus amigos y discípulos. Algunos de éstos me han urgido generosamente que sintetice su testimonio y su labor intelectual.

Trazar en breνes palabras el perfil intelectual del querido Padre Meinvielle es una empresa sumamente ardua, y estoy convencido que aun para muchos de sus íntimos resulta difícil aquilatar la proyección de su obra en la Iglesia argentina y en la Patria.

Sólo el transcurso del tiempo podrá darnos su dimensión definitiva. Y ello es comprensible, pues la vocación del Padre Julio se ha canalizado a traνés de iniciativas, obras y testimonios tan variados que escapan fácilmente a cualquier tentativa de encasillamiento cómodo.

Su vocación intelectual: el filósofo cristiano

Si tuviéramos que definir con una única expresión la vocación intelectual del Padre, creo que la más adecuada es la del “filósofo cristiano”. Tuvo en grado excepcional la pasión por la Verdad y subordinó toda su vida de intelectual católico y de sacerdote de Cristo a la profundización y a la difusión de la Verdad cristiana, en todos los ambientes y sobre todos los aspectos, conciente como pocos del lema agustiniano “la mayor Caridad es la Verdad”. A la difusión de la Verdad consagró toda su obra, toda su capacidad, todo su testimonio.

Realizó en plenitud aquello que expresa Santo Tomás de Aquino, su gran maestro, cuando define la vocación del “Doctor” como la de aquél que reúne a la vez las cualidades propias de la vida contemplativa y de la vida activa. Muy pocas veces es dable constatar el equilibrio, la facilidad y la eficiencia con que el Padre acometía las más variadas iniciativas intelectuales y prudenciales. Resulta casi inexplicable que una misma persona fundara y dirigiera la JOC, los Scouts Católicos, la parroquia Nuestra Sra. de la Salud, el Ateneo Popular de Versalles, y, al mismo tiempo, redactara obras de tanto valor y madurez como La Concepción Católica de la Economía, La Concepción Católica de la Política, El Judío en el misterio de la Historia y nueve libros más en poco más de una década. Si a ello sumamos los cursos y las conferencias dictadas en el marco de los célebres Cursos de Cultura Católica y la fundación y dirección de las revistas Nuestro Tiempo, Balcón, Presencia y, posteriormente Diálogo, más su asidua colaboración a otras importantes publicaciones como Arx de Córdoba, Criterio (en su primera época), Sol y Luna y Ortodoxia, amén de otras innumerables al punto que desafían toda posibilidad de rastreo sistemático, recién entonces podremos vislumbrar sus quilates intelectuales y el empuje de su espíritu renovador. Admirable síntesis, pocas veces realizada dentro y fuera de nuestro país. Y todo ello con un sentido de alegre militancia, no por desconocer las asperezas del combate intelectual en un clima de creciente confusión mental y moral, ni por ceder a falsos optimismos, sino por estar centrado en la Esperanza sobrenatural de un Dios Providente que realiza su plan en medio de la polνareda de las luchas humanas.

El Padre Meinvielle forjó su vocación en medio de las estrecheces culturales de un ambiente tanto clerical como civil, demasiado propenso a la frivolidad y poco amigo de la disciplina y austeridad propias del rigor intelectual. No tuvo maestros; su formación tanto teológica como social se debió únicamente al estudio asiduo y dócil de Santo Tomás de Aquino y de las grandes encíclicas sociales, de las cuales ha sido hasta hoy el más ferviente apóstol en la Argentina.

Índice elocuente de sus dificultades iniciales es aquella anécdota en la que siendo sacerdote recién ordenado leía la Suma Teológica en el atrio de la iglesia de Balvanera, cuando un alto prelado le preguntó qué estaba leyendo, y al ver que era Santo Tomás le dijo “Pero m'hijo, no leas esas cosas tan complicadas que te van a hacer mal a la cabeza”. Qué hubiera sido del Padre Julio, si se hubiera atenido a tales consejos...

Un intelectual combatiente

Una de las facetas más divulgadas y menos comprendidas de nuestro maestro ha sido su militancia y el carácter polémico de su obra intelectual. Meinvielle fue “un intelectual combatiente” en todos los frentes. La mentalidad contemporánea rehuye las doctrinas claras donde la verdad resplandece con todo su vigor, lógica herencia de nuestro pasado liberal. Hoy se verifica como nunca la dominación de San Pablo sobre los tiempos en que los hombres no soportarán la buena doctrina de la salvación. La generosa entrega del Padre Julio a la causa de la Fe y de la verdad cristiana, no podía menos que situarse a contrapelo de tales defecciones. Si algo caracteriza su estilo intelectual no es ni la seducción teórica, ni las sutilezas literarias, sino la claridad y precisión de sus juicios intelectuales. “Sapientis es judicare” enseña Santo Tomás: “es propio del sabio el juzgar, no sólo el discernir”. Meinvielle juzgó, y juzgó bien. Hoy lo palpamos con la trágica evidencia de los desastrosos efectos de los errores que él juzgó oportunamente en sus causas primeras. Pero juzgó anticipadamente, es decir, cuando los errores empezaban a ser formulados.

Con auténtica actitud sapiencial y metafísica, Meinvielle detectó en 1936 los graves errores del neoliberalismo católico de Jacques Maritain y su humanismo integral, y su errónea concepción de la política cristiana: “No es una política que se ajusta a las leyes tradicionales del derecho natural teniendo en cuenta el sentido sobrenatural del hombre, sino una política que aun en el plano específicamente natural se ve perturbada por los principios cristianos que actúan en ella a modo de fermento revolucionario” (De Lam. p. 343).

Del mismo modo se fueron sucediendo otros enfrentamientos con las diferentes formas del error contemporáneo. La polémica del año 1949 en Presencia sobre el “nacionalismo marxista”, que hoy tiene tan lamentable vigencia. La denuncia de la gnosis panteísta de Teilhard de Chardin que sirvió de instrumento a la difusión del neomodernismo progresista del mal llamado “post Concilio”. Las confabulaciones de un judaísmo carnalizado y cabalístico, que abdica de su misión sobrenatural para transformarla en afán de poder mundial. Los trágicos devaneos del progresismo de los sacerdotes-obreros y de los tercermundistas. Las vanas utopías centradas en torno de la “propiedad comunitaria”, en clara oposición con la enseñanza constante del Magisterio. Y tantos errores más de las variantes neomodernistas en las versiones recientes de Robinson, Küng, Rahner y otros.

Consciente el Padre Julio de la urgencia de una profunda renovación intelectual y moral, como condición indispensable de todo orden social más justo y humano, militó en todos esos frentes. Pero su actitud de “intelectual combatiente” siempre se vio templada por el respeto por el adversario, eνitando todo agravio personal y todo arranque de pasión ante los ataques que recibió en tantos momentos críticos, aun de la gente que gozó como pocos de su generosidad, benevolencia y paternal consejo. Esa dignidad en medio de sus luchas le ha granjeado al Padre el respeto de sus adversarios y la admiración de sus discípulos.

Defensor de la civilización cristiana: consecratio mundi

No siendo éste el momento propicio para entrar en detalles sobre la elaboración doctrinal en las perspectivas antes señaladas, cabe, sin embargo, resumir toda su enseñanza en una tesis central: la Cristiandad o ciνilización cristiana.

Puede afirmarse, sin lugar a dudas, que el Padre Meinvielle ha sido el mayor teólogo de la Cristiandad en lo que va del siglo XX. Siempre fue consciente de que sin un orden de convivencia respetuosa del derecho natural y cristiano, la difusión del Evangelio se halla graνemente comprometida.

Por eso elaboró una teología de la historia y de la cultura sobre el eje doctrinal del Reinado Social de Cristo. Esta preocupación central le permitió ver desde un principio que quien no contribuye a edificar la Ciudad de Dios o Cristiandad, fatalmente trabaja para su demolición, esto es, en sentido de las fuerzas anticristianas denunciadas por los Papas desde Pίo IX hasta Pablo VI inclusive.

El Padre Julio vivió permanentemente su actividad intelectual destacando la gran responsabilidad que tenemos los laicos en aquello que el profético Pío XII llamara la “consecratio mundi”, la consagración del orden temporal a Dios.

Siempre generoso con los jóvenes, su ejemplo y enseñanza trascendieron siempre los aspectos personales. El nunca quiso (ni tuνο) discípulos “meinviellianos”, de espíritu sectario y puramente imitativo. Sólo quiso discípulos de la Iglesia de Santo Tomás, signo éste del auténtico maestro.

Nuestra responsabilidad como discípulos

Hoy el Padre Julio se encuentra frente al Dios a quien consagró toda su vida. Sepamos los más jóvenes conservar el “fuego sagrado” que nos ha dejado en herencia. Nuestra Iglesia y nuestra Patria necesitan que la obra del Padre se prolongue a través de los discípulos que formó, la tarea es ardua en estos tiempos en que abundan tantas defecciones de todo tipo. Sepamos encontrar en la imitación de sus virtudes el estímulo para difundir y profundizar su obra, para que las promociones más jóvenes puedan a su vez, encontrar su vocación cristiana y nacional. En esta mañana de sol y de congoja, tal vez nos sirva de aliento el saber que Dios se ha llevado a nuestro querido Padre Julio en momentos en que están por reeditarse cuatro de sus libros y uno inédito sobre Karl Rahner. También abrirá en el próximo mes sus puertas el Instituto de Filosofía Práctica, dirigido por el Dr. Soaje Ramos.

A fines de setiembre se celebrará la VI Semana de Filosofía Tomista, de las cuales el Padre fuera Secretario permanente y gran animador. Estos modestos signos son la mejor prueba de la fecundidad que Meinvielle ha irradiado siempre a lo largo de su labor intelectual y sacerdotal, por ello los discípulos organizaremos un volumen de homenaje de los mejores pensadores del país y del extranjero a la memoria del Padre en actitud de reconocimiento, quiera Dios iluminarnos en esta tarea a la cual sus discípulos nos sentimos convocados.

Carlos Alberto Sacheri


PADRE  JULIO  MEINVIELLE

Todo tiene su tiempo y su decoro,
como decía el sabio en la Escritura,
para este templo con su arboladura,
el monaguillo, el sacristán y el coro.

Para entregar limosna sin desdoro
o enseñar la doctrina más segura
contra Rahner, Teilhard y la juntura
de Lammenais con el becerro de oro.

***
Para el pobre, esta cama que valoro,
al difunto, cristiana sepultura,
y en la zozobra de la singladura
la ciencia indocta en Maritain deploro.

Uno y Trino es Aquel, el Dios que adoro,
una siempre la Fe, en la noche oscura,
una la patria que en silencio lloro,
rota por el pecado y por la usura.

***
Es invierno en Versalles, de memoria
responde a Garrigou, lee el Oficio,
devela el gran misterio de la historia
o el campamento scout en el solsticio.
a la tarde predica un Ejercicio,
atiende una visita perentoria.

Después el Padre lo llamó al servicio.
Antonio Caponnetto

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