Por Emilio Nazar Kasbo
El Apócrifo Evangelio Armenio de la Infancia de Jesús, es el que narra
la historia de los Reyes que fueron a adorar al Mesías que llegó para redimir
al mundo. De allí obtenemos la siguiente narración, que reproducimos, y que
sustenta parte de la Tradición, en todo aquello que no repugna a la Fe:
“De cómo los magos llegaron con
presentes, para adorar al niño Jesús recién nacido
XI 1. Y José y María continuaron
con el niño en la caverna, a escondidas y sin mostrarse en público, para que
nadie supiese nada. Pero al cabo de tres días, es decir. el 23 de tébeth, que
es el 9 de enero, he aquí que los magos de Oriente, que
habían salido de su país hacía nueve meses, y que llevaban consigo un ejército
numeroso, llegaron a la ciudad de Jerusalén. El primero era Melkon, rey de los
persas; el segundo, Gaspar, rey de los indos; y el tercero, Baltasar, rey de
los árabes. Y los jefes de su ejército, investidos del
mando general, eran en número de doce. Las tropas de caballería que los
acompañaban, sumaban doce mil hombres, cuatro mil de cada reino. Y todos habían
llegado, por orden de Dios, de la tierra de los magos, su patria, situada en
las regiones de Oriente. Porque, como ya hemos referido, tan pronto el ángel
hubo anunciado a la Virgen María su futura maternidad, marchó, llevado por el
Espíritu Santo, a advertir a los reyes que fuesen a adorar al niño recién
nacido. Y ellos, habiendo tomado su decisión, se reunieron en un mismo sitio, y
la estrella que los precedía, los condujo, con sus tropas, a la ciudad de
Jerusalén, después de nueve meses de viaje.
2. Y acamparon en los alrededores
de la ciudad, donde permanecieron tres días, con los príncipes de sus reinos
respectivos. Aunque fuesen hermanos e hijos de un mismo padre, ejércitos de
lenguas y nacionalidades diversas caminaban en su séquito. El primer rey, Melkon, aportaba, como presentes, mirra, áloe, muselina,
púrpura, cintas de lino, y también los libros escritos y sellados por el dedo
de Dios. El segundo rey, Gaspar, aportaba, en honor del niño, nardo, cinamomo,
canela e incienso. Y el tercer rey, Baltasar, traía consigo oro, plata, piedras
preciosas, perlas finas y zafiros de gran precio.”
Melkon, es Melchor, y los dones que llevaba reconocían a Jesús como
verdadero hombre. Gaspar reconocía a Jesús como verdadero Dios con sus regalos.
Finalmente, Baltasar con sus obsequios lo reconocía como Rey.
Los tres dones marcan tres dimensiones de Jesús, reconocido por paganos
que recibieron un mensaje de Dios, que los llevó a la búsqueda del Rey del
Universo que era verdadero Dios y verdadero hombre, fruto de la unión de Dios
con una mujer virgen, tal como había sido prometido en el Antiguo Testamento
tras el Pecado Original.
¿Qué sucedería si se cortaran las tres dimensiones, en su unidad? ¿Qué
sucedería si se parcializara el reconocimiento de Jesús?
El don de Melchor
Melkon, o Melchor, hizo regalos a Jesús como verdadero hombre. Dios
redime al ser humano porque se encarna como verdadero hombre, ya que sólo un
hombre podía reparar el Pecado Original producido por otro hombre, Pecado de
tal dimensión que sólo un hombre absolutamente Perfecto podía compensar.
Es así que sólo Dios posee la perfección necesaria para reparar tal daño,
y tal hombre perfecto no podía nacer de la descendencia simple de Adán sin
arrastrar el Pecado Original como herencia. De modo tal que si Jesús no es
Dios, carecería de la Absoluta Perfección para reparar el daño del Pecado
Original, y si Jesús no es verdadero hombre, no puede redimir a la humanidad
caída.
El modernista sólo ve lo material, es inmanentista, y por tanto, sólo
ofrece a Jesucristo el don de Melkon, no de los otros Reyes, no lo reconoce ni
como Rey ni como Sacerdote.
El cura modernista
El modernista sólo acepta un Jesucristo simbólico, imaginario, no real
sino al modo de un cuentito para infantes, atribuyendo a la “fe adulta” la
actitud inmanentista. ¿Qué hace un sacerdote modernista? Pues vive de “vender”
su “actuación”, ya que la gente “paga” por los “gastos” de los Sacramentos (no
por el Sacramento en sí, ya que si así lo hiciere incurriría en una conducta
prohibida por el Código de Derecho Canónico, perdiendo así su fuente de
ingresos).
El cura modernista transmite lo que tiene él mismo, transmite su propia
ocurrencia, no elabora homilías de algo en que no cree, y llama “iluminación
del Espíritu Santo” a la hilación improvisada de una serie de palabras que
hagan alguna referencia a la lectura para llenar unos 20 minutos de tiempo de
la Liturgia. Es más, la Liturgia es como una “obra de teatro”, más extensa la
del domingo que las que se realizan durante la semana. El cura modernista es un
verdadero “payador”.
¿Qué nació de la Virgen María? Es un mero hombre, y por eso es hijo de
la Virgen María con otro hombre (cualquiera que pudiera ser). ¿Qué multiplicó
los panes y los peces? Es un mero hombre, lo que hizo como milagro fue que la
gente compartiera sus propios alimentos con quienes no los tenían. ¿Que
resucitó? Como todo es un simbolismo, la Resurrección también es una ficción,
ya que el materialismo inmanentista insufla todo su pensamiento y toda su
prédica. Jesucristo es un simple hombre, que murió como todo ser humano. Los
Milagros que realizó, son un invento exagerado de exaltados apóstoles y
discípulos que entraron como en un pánico colectivo que se contagió y llegó así
la leyenda hasta nuestros días. Esta es la explicación “científica” que ofrece el
cura modernista, sin admitir prueba ni argumento en contrario, y a esto llama “fe
madura”.
El tedio de la Misa del modernista
El cura modernista da Misa “porque hay gente”. Si nadie fuese a Misa, no
la celebraría, y si nadie fuese a su Parroquia, se dedicaría a vender “peines y
peinetas” en un barrio comercial de la ciudad, para conseguir lo que importa en
esta vida: el dinero para sobrevivir.
El cura modernista se extingue solo, porque no arrastra vocaciones para
Dios, porque nadie quiere ser como el cura modernista. Le darán palmadas, le
dirán “qué grande sos”, porque vive halagando a todos, sin tener problemas con
nadie. El cura modernista ha renunciado a
predicar la Verdad de Jesucristo, que quien muere en pecado mortal se gana el
infierno, y que fuera de la Iglesia Católica no hay salvación, todo ello por
respeto humano, y porque “le restaría público” que lo sostenga económicamente. El
modernista necesita de un movimiento, de un grupo de gente que le palmee la
espalda diciéndole que va por un camino bueno, excelente… aunque se conduzca a
un precipicio arrastrando al mismo a todos sus seguidores.
Así como considera a Jesucristo como un mero hombre, el cura modernista
no se presenta como un representante y enviado de Jesucristo, sino como un
hombre más, con todos los gustos e inquietudes (y pecados) de cualquier
persona. Y cualquier persona, al verlo y ver tal autoconsideración del mismo,
dirá: “¿para qué quiero ser como el cura, si el cura es uno más como yo?” Por
predicar su propio vientre, sus propios vicios, por halagar a todos, por negar
a Jesucristo, por predicar una “fe light”, “dietética”, “soft”, se opone a la
misma prédica de Jesucristo, y todo eso lo hace “por motivos pastorales”.
Jesús, ¿un mero hombre?
Si Jesucristo es un mero hombre, el sentido de la vida estará en la
satisfacción de las necesidades corporales. La consecuencia directa es que se
abandonará toda piedad y toda práctica ascética por parte del cura modernista.
Predicará que “la vida es una fiesta muy alegre”, cuando en realidad estará
predicando “el festín de los corruptos” propio de las almas condenadas el
infierno, tal como lo describe el Apocalipsis.
Claro que el cura modernista es esencialmente evolucionista, y sostiene
esto con mayor seguridad que todos los dogmas del Magisterio juntos. Y lo
sostiene a pesar de que ha sido condenado por el Magisterio, por la Comisión Bíblica
Pontificia, y por la Encíclica Veritatis Splendor, sosteniendo el evolucionismo
aun contra la falta de pruebas científicas que lo acreditaran científicamente a
tanto tiempo desde su formulación como mera hipótesis, que continúa
indemostrada. Su racionalismo es aplicado a toda la Revelación, y por tanto
convierte en materia “discutible” todo Dogma de la Iglesia Católica.
El cura modernista no es más que un mero gusano, el más abyecto de los
gusanos. Ha negado que Dios se ha encarnado en la Virgen María, ha negado la
Creación y el Pecado Original, y por tanto carece de Fe. Ese es el cura que
aparece domingo tras domingo con el tedio de tener que repetir la rutina de una
Misa que le produce hastío, a la que odia, porque sólo quiere vivir cómodamente,
para tener una muerte plácida y anónima… como cualquier gusano.
Solo mirra
El cura modernista sólo ofrece a Jesucristo como don la mirra. De nada
sirvieron los años de estudio en el Seminario, o las situaciones que Dios ha
puesto en su vida para señalarle el camino de la salvación, los signos con que
Dios permanentemente guía a las personas para conducir a todos hacia Él.
El cura modernista es sordo al llamado de Dios, que es espiritual. El
cura modernista corre el gravísimo riesgo de condenar su alma al infierno,
porque cada vez que celebra esa Misa que le produce hastío, come y bebe su
propia condenación.
Y tras el cura modernista van los laicos, confiados en su prédica, creyendo
que tal prédica es la “verdad” de Dios.
El regalo de Baltasar
Jesús es Rey. Así lo reconocieron estos Reyes de la tierra, y así lo
reconocío el Orbe entero. Jesús tenía linaje real, era descendiente de David
por la vía materna, y por la vía de la ascendencia de José además formaba parte
de los herederos de la Corona Real por derecho.
Y si bien el pueblo judío siempre anhelaba al Mesías, cuando llegó lo
reconocieron cantando “¡Hossana, oh hijo de David!” el Domingo de Ramos, mas al
ver que el Reino proclamado por el Mesías era espiritual, y considerando que
era más importante el inmanentismo mundano y un imperialismo que aplastara a
todos los pueblos de la tierra colocando a Israel por sobre ellos para
explotarlos, lo rechazaron. Y tal fue su rechazo, que la sentencia de muerte clavada
en la Cruz era su mismo reconocimiento como Rey: INRI, Jesús Nazareno Rey de
los Judíos.
Nació como Rey de Reyes, recibiendo dones de Reyes, y la oposición de
Tiranos; vivió como Rey despojado de todos los bienes pero como dueño real de
todo; y murió como Rey con la sentencia clavada en su misma Cruz, para
resucitar como Rey y ocupar su Trono a la Derecha del Padre, desde donde ha de
venir a juzgar a vivos y muertos.
Si la realeza de Jesús fuese negada, nadie tendría obligación de
adorarlo, de reverenciarlo, de respetarlo, de obedecerlo, de amarlo, de
alabarlo y glorificarlo. Si Jesús fuese un simple hombre más, no habría
Jerarquía respecto de Dios, o respecto de otros seres creados. Jesús es Rey,
pero no como los reyes temporales, sino un Rey que gobierna en la Historia y en
el Universo desde la Eternidad, algo que no puede hacer ningún Rey o gobernante
mundano. El ser más poderoso del mundo terreno y del mundo espiritual (entre
los hombres y entre los ángeles), es una suprema nada comparado con Jesucristo
y su poder, sellado por su misma Realeza.
El obsequio de Gaspar
Jesús es verdadero Dios. Si no lo fuera, no habría podido resucitar, no
habría podido dar las señales de que en verdad era Dios, y no habría podido dar
cabal interpretación y cumplimiento a la Revelación del Antiguo Testamento.
Hizo profecías, pero es más que un profeta: es la Segunda Persona de la
Santísima Trinidad, el Verbo Eterno y el Redentor que podía gracias a su
absoluta perfección redimir a toda la humanidad del Pecado Original, reparando
lo que ningún hombre podría, para la salvación de muchos, que son los elegidos
por la Predestinación de Dios. Claro que la predestinación en que creemos los
católicos no prescinde de la Justicia y Misericordia de Dios, como así tampoco
de la libertad del ser humano que reconoce a la Gracia de Dios como su fuente y
medio de salvación.
El regalo de Gaspar señala que Jesús fue concebido por obra y Gracia del
Espíritu Santo. Indica que no es un hombre más, sino que el Eterno Infinito
Absoluto de Dios que jamás tuvo principio ni tendrá fin, en un momento ingresó
en la Historia del ser humano, en el mayor Milagro que el hombre pudiera
imaginar. Y este regalo de Gaspar, es la contracara del regalo de Melchor, pues
si se negara la Divinidad de Jesucristo, se estaría negando a su vez su
filiación como Hijo de Dios, considerándolo como un ser mortal más, sin
capacidad de realizar milagros, ni autoridad alguna, porque en definitiva su
autoridad viene de que Él mismo es Dios. Que si no es Dios, vana es la Fe de
los católicos, y todos los santos de los tres Milenios de Historia vanos
también serían. Que por ser Dios, es a la vez Sacerdote, ya que es Él quien
puede realizar el mayor de los Sacrificios más agradable a Dios, por tener Él
tal condición.
El católico Tradicional
El católico Tradicional sigue el ejemplo de los tres Reyes de Oriente:
reconocen a Jesús como Rey al cual subordina su alma, como verdadero Dios y por
tanto como Sacerdote, y lo reconoce también como verdadero hombre.
Las tres dimensiones, en conformidad con el Magisterio Infalible de la
Iglesia, son conjugadas en los tres mil años de Tradición que porta la Iglesia
Católica, en fidelidad a todos los Papas que han conservado y transmitido la
Verdad que Cristo ha revelado.
El católico Tradicional busca un cura Tradicional, no un cura falso y
mentiroso, que aparenta para caer bien a todos. El cura Tradicional es duro en
los contenidos de la Fe y la enseñanza de todo aquello que ha recibido y que
pretende transmitir fielmente, pero a la vez tiene la mayor Caridad con el
pecador, a quien recibe como un hijo pródigo que regresa a la Casa del Padre.
Contrasta esta actitud con el cura modernista, que carece de todo
principio, y que practica la mayor intolerancia con las personas que señalan su
herejía.
El católico Tradicional, laico o sacerdote, es consciente de que es un
pecador más, y del compromiso de levantarse una y otra vez, planteándose en
cada confesión un propósito de enmienda para pulir los defectos del alma.
El católico Tradicional, laico o sacerdote, tiene en claro que busca lo
que repudia el modernista: la práctica de las virtudes en grado heroico, de
modo que agraden a Jesucristo y se conviertan en una alabanza para Dios,
multiplicando así los talentos recibidos por Gracia de Dios y sin mérito
propio.
El católico Tradicional es heredero y transmisor de los dones de los
tres Reyes Magos de forma completa, sin parcialidades, sin omitir ninguno de
ellos. Busquemos la coherencia de vida, la sólida formación en la doctrina, y
la reverencia en la Liturgia, porque es de Dios y para Dios.
MUY BIEN DESCRIBE AL CURA MODERNO!! UNA SENSACIÓN FRESCA PENSAR QUE NO ESTAMOS SOLOS.
ResponderEliminarfELICITACIÓN POR EL TEXTO.
PABLO.