En su
reflexión televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor”
(América TV), MONS. HÉCTOR AGUER, Arzobispo de La Plata y miembro de
la Academia de Ciencias Morales y Políticas, se refirió a la visión profética y anticipada de la Iglesia, desde su
Doctrina Social, de la actual crisis financiera y económica mundial.
Manifestó que “es interesante notar entonces cómo la problemática secular, académica,
científica, acerca de la crisis financiera internacional coincide con los
planteos que desde hace tanto tiempo viene sosteniendo la Doctrina Social de la
Iglesia. ¡Ojalá estos planteos sean tenidos en cuenta!”.
Comenzó recordando que el
Papa Juan Pablo II, en 1991, se preguntaba “si el capitalismo era, entonces, el
camino, el modelo, que había que presentar a los países en vía de desarrollo
para alcanzar esa meta tan deseada. Establecía como respuesta una cuidadosa
distinción” y que, de hecho, luego del “estallido de esa crisis en Estados
Unidos, en Europa luego, con repercusiones en todo el mundo, se ha
suscitado una discusión acerca de las posibles,
y necesarias, reformas del capitalismo. Este debate entraña un problema
ético y cultural, como el Papa señalaba muy bien”.
Afirmó
que “la discusión está en curso e
intervienen en ella importantes estudiosos, en todo el mundo, acerca de la
marcha de la economía en el futuro inmediato, sobre la suerte del sistema económico occidental y sus consecuencias
globales”, agregando que “la
investigación apunta sobre todo a los excesos del sistema financiero que han
llevado a la entera organización del crédito en el mundo al borde de la
liquidación. El predominio abusivo de las finanzas ha suscitado
mecanismos anormales de enriquecimiento y distorsiones en el sistema
retributivo cada vez más inaceptables, sobre todo a medida que las sociedades
occidentales han ido sufriendo un progresivo empobrecimiento”.
Recordó
que “los efectos se han notado
especialmente en los países anglosajones. Hay un enorme resentimiento
provocado por la desigual distribución del rédito, verificada en los
últimos 30 años” y destacó que “el
contraste entre las estancadas condiciones de vida de la clase media y el
incremento fabuloso de las ganancias del 1% más rico de la población constituye
una injusticia clamorosa”.
“Este desequilibrio tiene que
ver no tanto, como dicen los estudiosos, con el sistema capitalista en cuanto tal,
sino con el mal uso de la libertad, con un abuso de la misma inspirado en una
insaciable codicia. Habría que recordar a propósito una frase del Apóstol San
Pablo que dice que “el amor al dinero es la raíz de todos los males”, sostuvo.
Mons. Héctor Aguer comentó luego que ahora
“economistas serios, con estudios académicos aquilatados” destacan “cómo el imperio de las finanzas sobre el
conjunto de la economía se ha configurado como una especie de poder ultra
estatal que hace imposible el desarrollo equilibrado de la vida económica y se
impone sobre las decisiones que deberían tomar los estados. El Papa Pío XI
había denunciado ya en 1931 al imperialismo internacional del dinero”.
Por
tanto estos planteos académicos actuales “coinciden
con la interpretación de Juan Pablo II acerca de la suerte del capitalismo y
con las líneas que indica la Doctrina Social de la Iglesia. Esta
enseñanza reconoce las virtudes del mercado y sus posibilidades, pero al mismo
tiempo destaca la función rectora de la política y la subordinación tanto de la
economía, y por tanto de la libertad de mercado, como de la política respecto
del orden moral”.
“Juan Pablo II planteó la necesidad una
reforma del sistema económico y financiero internacional y Benedicto XVI en la
Encíclica “Caritas In Veritate” nos habla de los principios éticos
fundamentales que debieran inspirar los cambios necesarios. El Papa se ha
referido al principio de la gratuidad y a la oportunidad de introducir en la
economía de mercado la lógica del don. Son cuestiones de carácter
ético que hacen al correcto funcionamiento de los procesos económicos y se
refieren a la verdad sobre el hombre y las relaciones sociales”.
Adjuntamos
el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“En
1991, poco después del derrumbe de la Unión Soviética y de la caída de los
regímenes comunistas en los países satélites de la Europa oriental, el Papa
Juan Pablo II planteaba una cuestión fundamental. Se preguntaba si el
capitalismo era, entonces, el camino, el modelo, que había que presentar a los
países en vía de desarrollo para alcanzar esa meta tan deseada. Establecía como
respuesta una cuidadosa distinción”.
“De
hecho, a partir del estallido de esa crisis en Estados Unidos, en Europa
luego, con repercusiones en todo el mundo, se ha suscitado una
discusión acerca de las posibles, y necesarias, reformas del capitalismo.
Este debate entraña un problema ético y cultural, como el Papa señalaba muy
bien”.
“La
discusión está en curso e intervienen en ella importantes estudiosos, en todo
el mundo, acerca de la marcha de la economía en el futuro inmediato, sobre la
suerte del sistema económico occidental y sus consecuencias globales. La
investigación apunta sobre todo a los excesos del sistema financiero que han llevado
a la entera organización del crédito en el mundo al borde de la liquidación. El
predominio abusivo de las finanzas ha suscitado mecanismos anormales de
enriquecimiento y distorsiones en el sistema retributivo cada vez más
inaceptables, sobre todo a medida que las sociedades occidentales han ido
sufriendo un progresivo empobrecimiento”.
“Si
por “capitalismo” se entiende un sistema económico que reconoce el papel
fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de
la consiguiente responsabilidad para con los medios productivos, de la libre
creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta es ciertamente
positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de “economía de empresa”,
“economía de mercado” o simplemente de “economía libre”. Pero si por
“capitalismo” se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito
económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al
servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular
dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta
es absolutamente negativa”.
“Esta
distinción tan lúcida tiene una proyección extraordinaria sobre la situación
actual de la economía del mundo, de lo que suele designarse la crisis
financiera internacional”.
“De
hecho, a partir del estallido de esa crisis en Estados Unidos, en Europa
luego, con repercusiones en todo el mundo, se ha suscitado una
discusión acerca de las posibles, y necesarias, reformas del capitalismo.
Este debate entraña un problema ético y cultural, como el Papa señalaba muy
bien”.
“La
discusión está en curso e intervienen en ella importantes estudiosos, en todo
el mundo, acerca de la marcha de la economía en el futuro inmediato, sobre la
suerte del sistema económico occidental y sus consecuencias globales. La
investigación apunta sobre todo a los excesos del sistema financiero que han
llevado a la entera organización del crédito en el mundo al borde de la
liquidación. El predominio abusivo de las finanzas ha suscitado
mecanismos anormales de enriquecimiento y distorsiones en el sistema
retributivo cada vez más inaceptables, sobre todo a medida que las sociedades
occidentales han ido sufriendo un progresivo empobrecimiento”.
“Los
efectos se han notado especialmente en los países anglosajones. Hay un
enorme resentimiento provocado por la desigual distribución del rédito,
verificada en los últimos 30 años. El contraste entre las estancadas
condiciones de vida de la clase media y el incremento fabuloso de las ganancias
del 1% más rico de la población constituye una injusticia clamorosa. Este
desequilibrio tiene que ver no tanto, como dicen los estudiosos, con el sistema
capitalista en cuanto tal, sino con el mal uso de la libertad, con un abuso de
la misma inspirado en una insaciable codicia. Habría que recordar a propósito
una frase del Apóstol San Pablo que dice que “el amor al dinero es la raíz de
todos los males (1 Tim. 6, 10)”.
“Hoy
día hay economistas serios, con estudios académicos aquilatados, que destacan
precisamente cómo el imperio de las finanzas sobre el conjunto de la economía
se ha configurado como una especie de poder ultra estatal que hace
imposible el desarrollo equilibrado de la vida económica y se impone sobre las
decisiones que deberían tomar los estados. El Papa Pío XI había denunciado ya
en 1931 al imperialismo internacional del dinero”.
“Estos
planteos que proceden del campo académico, sociológico o político coinciden
con la interpretación de Juan Pablo II acerca de la suerte del capitalismo y
con las líneas que indica la Doctrina Social de la Iglesia. Esta
enseñanza reconoce las virtudes del mercado y sus posibilidades, pero al mismo
tiempo destaca la función rectora de la política y la subordinación tanto de la
economía, y por tanto de la libertad de mercado, como de la política respecto
del orden moral”.
“Juan
Pablo II planteó la necesidad una reforma del sistema económico y financiero
internacional y Benedicto XVI en la En cíclica “Caritas In Veritate” nos
habla de los principios éticos fundamentales que debieran inspirar los cambios
necesarios. El Papa se ha referido al principio de la gratuidad y a la
oportunidad de introducir en la economía de mercado la lógica del don.
Son cuestiones de carácter ético que hacen al correcto funcionamiento de los
procesos económicos y se refieren a la verdad sobre el hombre y las relaciones
sociales”.
“Es
interesante notar entonces cómo la problemática secular, académica, científica,
acerca de la crisis financiera internacional coincide con los planteos que
desde hace tanto tiempo viene sosteniendo la Doctrina Social de la Iglesia.
¡Ojalá estos planteos sean tenidos en cuenta!”.
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