Por
el P. Roberto Yannuzzi, MC
Superior
General
Lamento
tener que comunicarles que, hoy, sábado 23 de junio, a las 0.20, falleció el
H. Oscar Carbone, de nuestro
Instituto religioso Miles Christi.
Finalmente, falleció en día sábado: ¡lo estaba esperando la Virgen Santísima!,
cuyo escapulario del Carmen llevaba, como todos los religiosos de nuestro
Instituto.
Este Hermano Coadjutor, de 35 años, era procedente de Ringuelet (La Plata), de
la Parroquia “Nuestra Señora de la Anunciación”. Ingresó a nuestro Instituto el
1º de enero del año 2000. Desde el año 2002, vivía en la comunidad religiosa de
la Parroquia “San Luis Gonzaga” de Villa Elisa y se desempeñaba en la
secretaría de la Casa Generalicia de Miles Christi. Como se darán
cuenta, se trata de un gran dolor para nuestra comunidad religiosa.
A partir del último 2 de abril, el Hermano comenzó a sentir algunos malestares
intestinales. Inicialmente, no se diagnosticaba bien el problema. Luego de unos
días, se llegó a determinar que padecía un cáncer de colon, muy avanzado.
Enseguida quedó hospitalizado por unos días, para una serie de estudios. Luego,
volvió a nuestra casa religiosa.
Después de la primera sesión de quimioterapia, comenzaron a sucederse
diferentes efectos laterales, que se fueron agravando conforme pasaban los
días, hasta hoy. El 24 de mayo fue internado nuevamente en el “Cetus”: Servicio
de Gastroenterología del Hospital San Martín, de La Plata. Allí ha tenido la
atención de muy buenos profesionales, de quienes recibió todo tipo de ayuda.
Algunos
hermanos, estudiantes y tirocinantes de Miles Christi, se turnaron
ejemplarmente cada noche para cuidarlo y ayudarlo en sus necesidades. Su madre
y otros familiares también lo asistieron. El P. Sebastián, su Superior inmediato, se ocupó constantemente del
contacto con los médicos.
Viendo que se agravaba su situación, el miércoles 20 de junio, el P. Sebastián lo confesó, le dio nuevamente
la santa Unción, la Bendición Papal con Indulgencia Plenaria, y le ofreció al
H. Oscar poder emitir enseguida los Votos Perpetuos, cosa que aceptó con una
sonrisa de conformidad y alegría. Antes de ser descubierta su enfermedad,
estaba previsto que él hiciera este año los Votos Perpetuos, junto con otros
Hermanos en una ceremonia pública, pero no llegó... Al día siguiente, el P. Sebastián, a solas, también le dijo que
la situación en que estaba era muy crítica, y el Hermano entendió con claridad
que se estaba muriendo.
El H. Oscar ha llevado su enfermedad
con gran entereza y virtud, colaborando en todo, con ese sentido “positivo y
optimista” que siempre lo ha distinguido. Por ejemplo, ya casi al final, antes
de que le pusieran morfina, alguien le preguntó: “¿Cómo estás con el oxígeno? -
Bien. Mejor. Pero tendría que ver si puedo caminar”. Y lo decía con una
sonrisa.
Ofrecía a Dios su enfermedad, se unía a los padecimientos de Cristo en el
Calvario, pedía por Miles Christi. Se preparaba para el encuentro
definitivo con Dios. Cuando todavía no se le había declarado esta enfermedad,
un día le dijo a un alma buena de Villa Elisa: “¿Sabe? Yo quisiera morirme
joven”. Y, ante la sorpresa de la feligresa, respondió algo así: “se terminan
todos los problemas de esta vida y ya lo veré a Dios para siempre”.
Durante los días finales de su padecer, tuvo el comportamiento propio de un
religioso ejemplar y sin ninguna queja, a pesar de tener que sobrellevar
situaciones muy mortificantes. Entre otras cosas, comunicó a nuestros Padres
que veía claramente en la enfermedad un signo de Dios, que sentía la gracia y
la alegría de los Votos religiosos perpetuos y manifestaba un profundo
agradecimiento de pertenecer a Miles Christi. Cuando todavía estaba
consciente, nuestros Padres se ocuparon de que él y su familia que lo rodeaba
rezaran mucho. Los Padres le acercaban la santa cruz para besarla, al igual que
estampas de la Santísima Virgen María. Y lo ayudaban a repetir jaculatorias.
Mientras pudo, él siempre se unía a la oración. A veces pedía él mismo rezar
alguna oración específica.
Con frecuencia, cuando abría los ojos, sonreía al que veía, como agradeciendo
su presencia. Incluso, ya casi al final, al recobrar la conciencia y ver que
había algunos familiares o conocidos, decía que quería saludar a unos u otros.
El H. Oscar ciertamente tuvo una
“santa muerte”. ¡Qué bendición para nuestro Instituto! Y, ¡qué tesoro encontró
él en nuestra mínima Milicia, con todos los bienes que le proveyó la vida
religiosa, para poder encaminar su vida hacia este momento definitivo, el único
que verdaderamente importa!
El Hermano, como buen religioso, “ha muerto en el Señor” (Ap 14,
13). Ya estaba muerto al mundo, del cual se había desprendido al abrazar esta
divina vocación. Al llegar al cabo de su joven vida, en la hora de la muerte,
tuvo la dicha de saberse entregado totalmente al Señor. Y, al comparecer ante
el Tribunal de Dios, pudo ingresar con sus manos llenas de buenas obras,
realizadas por amor a Jesucristo y a su Iglesia. La muerte ha sido para el
Hermano el momento de encontrar a Dios, a quien había buscado y servido durante
toda su vida.
El velatorio se tendrá en la iglesia parroquial “San Luis Gonzaga” de Villa
Elisa, calle 8, entre 52 y 53 (tel. 0221-473 3131), a partir de las 9.30 de la
mañana de hoy, sábado.
El templo se cerrará a las 22.00 de la noche del sábado y se abrirá a las 7.00
del domingo 24. A las 8.30, se celebrará la Misa exequial, luego de la cual, el
cuerpo del H. Oscar será inhumado en
el cementerio de nuestra Casa Madre, San José de Luján. Nadie se sienta
obligado, pero si alguno quiere acompañarnos hasta Luján será recibido con
gratitud.
Preferimos que, en vez de ofrendas florales, quienes lo deseen ofrezcan
sufragios por el alma del H. Oscar,
siendo generosos con los más pobres y con las obras de apostolado de Miles
Christi.
Les pedimos particulares oraciones también por la familia del H. Oscar, y por nuestro mínimo Instituto Miles
Christi, tan probado a corta edad.
Tuve la oportunidad de conocerlo al H. Oscar durante un retiro a fin del año 2011. Recuerdo que nos guió con los rosarios de la tarde.
ResponderEliminarRezo a la santísima Madre por su alma, para que ya sea un soldado en el cielo.
Pablo.