Los que insultan a los Kirchner están por todos lados por estos días, al parecer. Uno se los encuentra en la cola del cajero automático, en la del banco para pagar los impuestos, en algún comercio cuando va a comprar algo, ni que decir de los tacheros. Son amplísima mayoría en los comentarios de lectores de las ediciones de los diarios, en Internet y en los micrófonos abiertos de las radios.
Mandan a cada rato larguísimas cadenas de mails repitiendo las mismas tonterías que andan dando vuelta desde el 2005 más o menos (la guita de Santa Cruz, el sueldo de D’Elía, la estancia de Moyano y tantos otros, como el de “rata inmunda”).
En reuniones familiares o sociales se realizan discursivos “encierros intelectuales” para que se les declare por quién se va a emitir el voto, cosa que saben, sobre todo cuando el familiar es uno de esos pocos especímenes kirchneristas, pero lo hacen al sólo efecto de largar su manifiesto anti Kirchner. A veces ni cuidan las formas, y el interrogatorio empieza con la frase: “no me digas que vos defendés a este gobierno”.
Sin embargo, quien pregunta con tono inquisidor jamás responde por quién va a votar, ya que ingresa el interlocutor en una de las diversas variantes: 1) se trata de un antidemocrático que espera que el Gobierno se caiga y vuelva una gran Restauración Nacional; 2) es un indiferente a cualquier orientación política, un apático incrédulo más, ignorante y escéptico de todo y de todos; 3) el que va a votar o es un partidario del “Kilómetro 501” (viajar a más de 500 kilómetros el día de las elecciones para justificar la no emisión del voto); 4) uno de los que va a votar en blanco; 5) un impresentable del variopinto y multitudinario arco partidocrático no kirchnerista que no se anima a manifestar públicamente sus preferencias partidocráticas;
Las inquietudes políticas ya no pasan por buscar el Bien Común conforme al Nacionalismo argentino imbuído de la espiritualidad Católica. Sólo unos pocos tratan de entender las cosas que suceden y por qué suceden,
Quien trata de reflexionar el motivo de la actual situación, solamente puede explicarla por un espíritu de resignación entre los habitantes del país: no tenemos fuerza para hacer nada, ni trabajo digno se puede conseguir, y por eso solamente podemos vivir de planes sociales y de las dádivas que son mejores cuando se acercan las elecciones.
Si alguno pregunta ¿por qué ni los que reciben dádivas hablan bien de Kirchner? ¿qué te hicieron a vos? ¿en qué te molestan? ¿por qué se tienen que ir ya?, muy pocos sabrían responder. Pocos se dan cuenta que son ellos los que tienen el destino del país en sus manos, los que deciden el rumbo, los que generan el gran progreso (que nunca llega) o la gran miseria expandida (de la que nunca salimos). Y así, con medidas generales, van tocando a cada Provincia, a cada Municipio, a cada Institución, a cada Familia y a cada persona. Detrás de las informaciones puntuales, surge esa cosmovisión, esa explicación política de la responsabilidad de quien gobierna.
El INDEC y la manipulación de los precios, el tren bala que se anuncia cuando la población no puede ni pagar el tren roto de la línea Roca, o ver a la Presidente Cristina Kirchner con su cartera de 30 mil euros... son todas críticas que circulan por todas partes y que resultan superficiales ante la falta de piedad y de Fe de los Gobernantes, que no realizan ni un Tedéum, y que no organizan un desfile por temor a que la gente pida algo que las Fuerzas Armadas hoy no pueden brindar.
En el medio, hay gente que piensa como piensa, y que vota como vota. No importa lo que vote la gente, el fraude siempre está presente.
En medio de todo esto, las leyes imponen la educación sexual con orientación invertida para convertir a los alumnos de los colegios en degenerados de pequeños, cunde la anticoncepción, el aborto y se justifica la eutanasia, los salarios son indignos, la Iglesia, las Fuerzas Armadas y los Sindicatos son perseguidos, se pone a la gran mayoría de la población en situación de indigencia y sub ocupación para que vivan en base a generosas “dádivas” que provienen del mismo dinero que esa población indigente aporta como “IVA” y otros impuestos, mientras se degrada a la población entera por los medios de comunicación.
Una población anestesiada, que siente la impotencia de no poder responder a la altura de las circunstancias, que no es capaz de progresar en su familia en un contexto en que nadie puede hacerlo, generando el consuelo del “mal de muchos”...
Y encima, la falta de Fe de los gobernantes y su falta de espíritu patriótico, es contagiada e imitada por la población. Esto es lo más grave.
Y encima, los que se postulan para reemplazar a los que están, son iguales a ellos. ¿Cuál será la salida?
¡Ah, no, entonces si es así, la cosa está muy grave!
Y si es tanta la gente que se da cuenta de eso, si son tantos los sacerdotes y Obispos, los trabajadores y los desocupados, los niños y los ancianos... ¿qué sucede que no se reacciona?
En fin, esto no es un tema para sociólogos, es una cuestión gravísima de salud pública! Estamos ante una epidemia de magnitud descomunal, peor que el dengue o la gripe porcina, que no hay mosquito o chancho que la contagie, o vacuna o antibiótico que la contenga: es una epidemia de salames.
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