Por Carlos Manuel Acuña
La naturaleza del hombre suele expresar situaciones extremas y obviamente distintas y opuestas. Por ejemplo, van desde la valentía a la cobardía, de la lealtad a la traición, de la honestidad al robo o la estafa y, finalmente, del comportamiento patriótico y desinteresado a la plenitud del egoísmo. Esto significa lo pequeño pero relevante en cuanto a la maldad oculta entre los pliegues de una conducta que no pudo suplir la formación recibida. Hace unas horas, cuando la virtud argentina se manifestó en el estoicismo y firmeza espiritual de militares perseguidos por haber triunfado en el terreno de las armas en defensa de la Nación, hubo una excepción que perseguirá de por vida a quien la produjo y marcó una anécdota dolorosa en el historial de nuestras Fuerzas Armadas. Eludir la verdad y afirmar la mentira para escapar a las consecuencias políticas devenidas por esa victoria ejemplificadora, merece un calificativo que dejamos al ejercicio de la moral por parte de nuestros lectores.
El 29 de diciembre, último día del juicio en los tribunales de Córdoba (TOF Nro. 1) contra el Teniente General Jorge Rafael Videla y otros militares y policías que combatieron al terrorismo marxista, el capitán (retirado) Pablo D´Aloia (imputado pero con pedido de absolución por parte del Ministerio Público Fiscal) aludió en su alegato a lo que le enseñaron en la Escuela Superior de Guerra: “independencia de juicio, independencia de criterio y libertad de opinión”. Evidentemente debe haber sido un mediocre oficial de estado mayor pues lo que se inculca en ese Instituto Superior del Ejército es independencia de juicio, libertad de criterio y honestidad intelectual, que no es lo mismo que libertad de opinión, y menos cuando ésta es “deshonesta” e inducida por la traición.
Su abyección rastrera e infame, más que sus convicciones, llevaron al oficial mencionado a ponderar y agradecer a los jueces y fiscal las “garantías constitucionales” que le permitieron la absolución. Este gesto nos permite compararlo con Judas, cuando por treinta monedas de oro entregó a su Divino Maestro… hoy D´Aloia, legitimando a un tribunal revolucionario y un juicio popular implementado por un verdadero terrorismo jurídico, “besa” arteramente las mejillas de sus ex compañeros de trinchera. Digno discípulo de Martín Balza.
La actitud complaciente, obsecuente y melosa hacia los magistrados por parte de este ex “comando” y “paracaidista” se manifestó elocuentemente cuando se refirió al padre del fiscal, detenido en aquellas épocas, como “preso político”. Se olvida que en esa guerra los detenidos lo eran por ser terroristas o sospechosos de serlo. Y si en este caso no fue así … ¿por qué calló entonces? ¿Comparte entonces las acusaciones contra sus ex camaradas, supuestos genocidas o criminales de lesa humanidad? ¿Por qué continuó su carrera compartiendo destinos militares, fogones, lanzamientos en paracaídas, combates y estudios con “semejantes asesinos”?
Al término de su alegato final fue lógicamente increpado por varias personas, amigos y familiares de sus ex “camaradas de armas”, hoy presos políticos. La calificación de “traidor” para este pigmeo moral resonó en el tribunal. La respuesta del infame D´Aloia demostró que poco le sirvieron las enseñanzas del Colegio Militar de la Nación y de la Escuela Superior de Guerra: “Yo no estoy en un gremio y defiendo mi cuero”, dijo tembloroso en su intento por justificarse.
Ahora, absuelto por jueces prevaricadores y agradecido por una libertad posiblemente negociada, a este cobarde, si aún le queda algo de honor, sólo le resta devolver las boinas verde de “Comando” y roja de “Paracaidista”. En su cabeza solo cabe lo mismo que le cupo al Iscariote en el árbol e imitarlo…y si no… continuar en esta vida serpenteando el camino de los miserables.
Observación: Para conocer su alegato hay que entrar a Google, El Diario del Juicio, Ultimas palabras de D´Aloia.
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