Por Emilio
Nazar Kasbo
Fuera de la Iglesia
Católica no hay salvación: “Conviértete y cree”. Esto
es indiscutible e innegable para todo católico. La Verdad, que es Cristo, es
transmitida íntegramente por la Iglesia Católica que Él mismo fundara, en su
Liturgia, en su Doctrina y Magisterio, y en su Caridad, a lo cual llamamos
Tradición. Quien advertido de la existencia de un peligro cae en él, es responsable de su propia caída.
GRACIA Y DISPOSICIÓN
Asimismo, no hay mérito propio para ser católico,
para ser bautizado, ni para la vida en Gracia, sino que todos podemos decir “yo
no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra Tuya bastará para
sanarme”. Pero a la vez, el uso del libre albedrío y de la propia libertad (como
preferencia reflexiva de lo mejor), es la aceptación de la Voluntad de Dios y
la respuesta humana a la Gracia de Dios. Esta es la vía segura, este es el
Camino que Dios ha enseñado por su Hijo Unigénito, y quien sigue ese Camino que
es la vida del mismo Jesucristo, asegura su tránsito hacia el Reino de los
Cielos.
Dura habrá sido la experiencia de Adán y Eva de
la pérdida de la Gracia, y a su vez la pérdida de los Dones Preternaturales y
la expulsión del Paraíso, hasta llegar a ver el primer homicidio cometido por
uno de sus hijos contra otro. Esa gravísima ofensa a Dios hecha por el primer
hombre y por la primera mujer, requería que otro ser humano reparara semejante
daño, y la infinitud del pecado exigió que la Infinitud y Eternidad de Dios ingresara
en los límites del espacio y del tiempo, encarnándose la Persona Divina en la
naturaleza humana. Así, Cristo no sólo reparó las consecuencias espirituales
del Pecado Sobrenatural, sino que dejó instrucciones a quienes quieran salvar
su alma perteneciendo a Su Iglesia, a la única que Él mismo fundara, y ha
ingresado ya en su Tercer Milenio: la Iglesia Católica.
Es decir, hay plena confianza en salvar el alma
para quienes siguiendo la Tradición cumplen la Voluntad de Dios, a pesar de los
propios pecados. Los Sacramentos son la “herramienta” para volver al redil de
Dios, y para vivir en Gracia. Entre los bautizados que toman la Comunión, quien
peca (y todos somos pecadores), tenemos el Sacramento de la Confesión para
volver a la vida en Gracia.
LOS CONDENADOS
Pero, si “fuera de la Iglesia no hay salvación”,
¿significa que quien esté fuera de ella condena su alma? La lógica respuesta es
afirmativa.
Quien está fuera de la Iglesia condena su alma
en primer lugar, porque vive sin la Gracia de Dios, y por tanto son como
muertos vivientes, como ramas desgajadas de un árbol que se secan a raíz de su
separación: ¿cuánto tiempo podrán sobrevivir antes de que se sequen
completamente tales ramas?
El tiempo es vida, y el tiempo que no está
unido a la Eternidad de Dios resulta inútil y efímero. Quien no vive unido a la
Iglesia Católica, tiene una imposibilidad directa de vivir en Gracia y de
recibir los Sacramentos. De ahí la necesidad de su conversión, para agradecer a
Dios la Gracia, para pedirle la perseverancia final, para alabar a Dios, y todo
para bien de su propia alma, y para su salvación (por Gracia de Dios). Quien no
tiene Fe, debe pedirle a Dios que le conceda la Gracia… y Dios se la concederá.
SACRAMENTOS Y SALVACIÓN
Jesucristo murió por todos; pero
no todos se salvan, porque o no le quieren reconocer o no guardan su ley, o no
se valen de los medios de santificación que nos dejó. Asimismo, para salvarnos
no basta que Jesucristo haya muerto por nosotros, sino que es necesario aplicar
a cada uno el fruto y los méritos de su pasión y muerte, lo que se hace
principalmente por medio de los sacramentos instituidos a este fin por el mismo
Jesucristo, y como muchos no reciben los sacramentos, o no los reciben bien,
por esto hacen para sí mismos inútil la muerte de Jesucristo.
Después del pecado de Adán, los
hombres no podían salvarse, a no usar Dios la misericordia con ellos.
Por eso, todos los justos del
Antiguo Testamento se salvaron en virtud de la fe que tenían en Cristo futuro,
mediante la cual ya pertenecían espiritualmente a esta Iglesia.
EL PECADO ORIGINAL
¿Por qué Dios no ha dado la Fe a todas las
personas? Inicialmente, debemos reafirmar el hecho histórico del Pecado
Original cometido por Eva y Adán, momento desde el cual surge el pecado
heredado de ellos. En vez de un contacto directo con Dios, la humanidad acabó
en la necesidad de la Fe, y la incredulidad, la perfidia, o incluso el odio a
Dios cundieron en el mundo, hasta que sólo hubo una familia digna de continuar
con vida, que fue la familia de Noé. Noé tuvo Fe en Dios, junto con su familia,
pero esa Fe convivió con el pecado.
¿Por qué Dios exterminó a los contemporáneos de
Noé? Porque de ellos ni de sus futuras generaciones habría existido jamás fruto
positivo alguno para Dios.
Efectivamente, después de Noé Dios fue
suscitando personas para formarlos a fin de que llegase la Revelación plena
cuando se Encarnara, en medio de pueblos extraviados en el error, el cual es
fruto del Pecado Original. El Pueblo Elegido que surge desde Abraham y que vive
la Historia de la Salvación, acaba con la llegada del Mesías prometido:
Jesucristo.
¿POR QUÉ NO SE SALVAN
TODOS?
¿Jesucristo predicó Él mismo a todo el mundo?
No. ¿Convirtió a todos los que entraron en contacto con Él? No. Cristo vino
para muchos, y por otro lado, también muchos se condenarán.
¿Puede salvar su alma alguien que no pertenece
a la Iglesia Católica? La respuesta es negativa, en tanto que si se salva lo
hace en y por la Iglesia Católica, en cuyo caso además habrá operado la
Misericordia de Dios de modo especial y excepcional. Pero no hay seguridad,
sino una posibilidad de salvación, ya que la no pertenencia a la Iglesia y la
ausencia de Sacramentos dificulta de modo Sobrenatural la salvación.
En el dilema que muchos se plantean: “¿por qué
debiera ser católico?”, no se puede demorar la respuesta: porque “muchos son
los llamados, pero pocos los elegidos”. Es decir, la pertenencia externa a la
Iglesia Católica no resulta tampoco suficiente para salvar el alma. Incluso la
frecuencia en los Sacramentos a los cuales se accediera de modo indigno, también
condenaría el alma, lo mismo que pertenecer a movimientos, o a la Jerarquía
eclesial (como presbíteros u obispos), o hasta fundar movimientos no resulta
suficiente si al momento final de la vida se muere en pecado mortal, ya que ese
solo hecho condenaría el alma al “Infierno tan temido”.
OBSTÁCULOS A LA FE
Quienes viven fuera de la Iglesia Católica,
quienes no se bautizan, quienes además se presentan como un obstáculo a la
Iglesia, están viviendo las consecuencias del Pecado Original, del cual por su
propia voluntad no desean salir. ¿Cómo es que no desean salir por su propia
voluntad de algo que hoy ni siquiera conocen?
Precisamente, Dios es Omnisciente, conoce el
pasado, el presente, el futuro e incluso el futurible (lo que podría haber
sucedido y que no sucedió ni sucederá en los hechos, las consecuencias
potenciales de los hechos que no se han dado ni se darán en la realidad). Por
eso, Dios sabe por qué una persona nace en un entorno budista, o islámico, y
sin embargo recibe la Gracia de ser Católico a pesar del entorno hostil,
mientras que otros en la misma circunstancia desprecian la conversión.
El relativismo cultural ideológico,
racionalista y determinista, presenta de modo monolítico a las civilizaciones
no católicas, y llega a afirmar que una persona nacida en un entorno budista,
islámico o protestante no tendría oportunidad de conocer el Evangelio. Sin
embargo, esto es falso, ya que el Evangelio ha sido predicado en todo el mundo
y continúa siéndolo, en ciertos ámbitos privados (ya que públicamente está
prohibido). De modo que tal afirmación monolítica de que una persona nacida en
Japón no pudiera ser católica de modo alguno resulta falsa: la Gracia de Dios habita
en quienes aceptan a Jesucristo y viven la Tradición Católica en su integridad
con coherencia, más allá de los pecados personales.
SON POCOS ELEGIDOS
¿Por qué los católicos que viven en esos
entornos hostiles son pocos? Porque precisamente las almas de quienes los
rodean se cierran al mensaje de salvación de Jesucristo, ya que si no fuese así
las conversiones se potenciarían por la Gracia de Dios. Efectivamente, quien
cierra su alma a la Gracia de Dios rechaza su propia salvación.
Si a una persona se le explica la Tradición
recibida de Jesucristo, y luego de ello la persona no acepta la Gracia, si su
alma observa con escepticismo, con incredulidad, con perfidia o con odio el
mensaje de Jesucristo, convierte en responsable a esa alma del rechazo que ella
misma realiza.
Quien rechaza el Evangelio, prefiere su propio
criterio, se prefiere a sí mismo de manera egoísta y soberbia, a la humildad de
aceptar a Cristo Rey; o prefiere su modo de vida que no lleva a la santidad,
prefiere una vida de pecado a la vida de virtud en la Gracia. He aquí la
responsabilidad de los no católicos en sociedades con sustrato católico, no católico
o anticatólico. Y precisamente eso que realizan en esta vida se multiplica a su
propia sociedad, y repercutirá tras su muerte en el destino final de su alma.
SANTO TEMOR DE DIOS
Nuestro mundo actual carece del Don del Espíritu
Santo del Temor de Dios. Por eso, se despreocupa del pecado, pretende vivir los
pecados “sin culpa”, pecar (ofender a Dios) con total tranquilidad en el pecado
de presunción de que Dios será tan injusto que salvará a todos, buenos y malos…
sin embargo, Dios no bendice los pecados, y además semejantes consideraciones
contradicen la misma Tradición.
¿Ser católico o no ser católico?
Indudablemente, debemos agradecer profundamente la Gracia de Dios, y rezar
siempre pidiendo la perseverancia final.
Todo lo dicho, se encuentra contenido en las
primeras 10 Preguntas del Catecismo Mayor de San Pío X, que muchos hoy
desconocen.
GRACIA DE DIOS
Soy cristiano por la gracia de Dios, y digo por la gracia de Dios porque el ser
cristiano es un don enteramente gratuito de Dios nuestro Señor, que no hemos podido
merecer.
Debemos aclarar que verdadero cristiano es el que está bautizado,
cree y profesa la doctrina cristiana y obedece a los legítimos Pastores de la
Iglesia. Hablamos de Doctrina Cristiana, la cual es la doctrina que nos
enseñó Nuestro Señor Jesucristo para mostrarnos el camino de la salvación. Es necesario
aprender la doctrina enseñada por Jesucristo, y faltan gravemente los que
descuidan aprenderla.
En particular, los padres y las autoridades tienen obligación de procurar que sus
hijos y dependientes aprendan la doctrina cristiana, e incurren en culpa
delante de Dios si descuidan esta obligación.
La doctrina
cristiana la hemos de recibir y aprender de la santa Iglesia Católica, y estamos seguros de que la doctrina cristiana que
recibimos de la Iglesia Católica es realmente verdadera porque Jesucristo,
divino Autor de esta doctrina, la confió por medio de sus Apóstoles a la
Iglesia fundada por El, a la cual constituyó Maestra infalible de todos los
hombres y prometió su divina asistencia hasta el fin del mundo.
La verdad de la
doctrina cristiana se demuestra, además, por la santidad eminente de tantos que
la profesaron y profesan, por la heroica fortaleza de los mártires, por su
rápida y admirable propagación en el mundo y por su completa conservación por
espacio de tantos siglos de varias y continuas luchas.
CONVERSIÓN
Quién sin culpa, es decir, de
buena fe, se hallase fuera de la Iglesia y hubiese recibido el bautismo o, a lo
menos, tuviese el deseo implícito de recibirlo y buscase, además, sinceramente
la verdad y cumpliese la voluntad de Dios lo mejor que pudiese, este tal,
aunque separado del cuerpo de la Iglesia, estaría unido al alma de ella y, por
consiguiente, en camino de salvación. A su vez, quien, siendo miembro de la
Iglesia Católica, no practicase sus enseñanzas, sería miembro muerto y, por
tanto, no se salvaría, pues para la salvación de un adulto se requiere no sólo
el bautismo y la fe, sino también obras conformes a la fe.
Son miembros muertos de la
Iglesia los fieles que se hallan en pecado mortal. Por eso, no basta para
salvarse ser como quiera miembro de la Iglesia Católica, sino que es necesario
ser miembro vivo, y los miembros vivos de la Iglesia son todos y solamente los
justos; a saber, los que están actualmente en gracia de Dios.
Es decir, fuera de la Iglesia
Católica, Apostólica y Romana, nadie puede salvarse, como nadie pudo salvarse
del diluvio fuera del Arca de Noé, que era figura de esta Iglesia.
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