En la foto: Benedicto XVI en uno de sus discursos durante la visita a Tierra Santa (Fuente: Oficina de Prensa del Gobierno de Israel), y el argentino que es Embajador en el Vaticano Shmuel Hadas (fuente: Aurora Israel)
El Papa Benedicto XVI, siguiendo las huellas del Siervo de Dios Juan Pablo II, colocó en el Muro de los Lamentos una oración en la que pide la paz en Tierra Santa y en Oriente Medio. Mientras tanto, Yad Vashem, del Museo del Holocausto de Jerusalém, afirmó estar “decepcionado” con el mensaje del Papa sobre el Holocausto, por no haber dicho que quienes causaron el genocidio eran alemanes. En esta nota, se ofrece la crítica visión israelí sobre Benedicto XVI, la Iglesia Católica y su Tradición, según información reproducida por la agencia de noticias “Aurora Israel”.
A continuación el texto íntegro de la misma, publicada por L'Osservatore Romano en inglés e italiano:
Dios de todos los tiempos,
en mi visita a Jerusalén, la "Ciudad de Paz",
hogar espiritual de judíos, cristianos y musulmanes,
traigo ante Ti las alegrías, las esperanzas
y las aspiraciones,
los intentos, el sufrimiento y el dolor
de todos los pueblos del mundo.
Dios de Abraham, Isaac y Jacob,
escucha el llanto de los afligidos, los temerosos, los desesperados,
envía tu paz a Tierra Santa,
a Medio Oriente,
a toda la familia humana.
Mueve el corazón de quien invoca tu nombre,
para que camine humildemente por el camino de la justicia y la compasión.
"¡Bueno es Yahveh para el que en él espera,
Para el alma que le busca" (Lam3, 25)
HAY LUGAR PARA TODOS
(ACI)Al presidir la Eucaristía en el Valle de Josafat que se encuentra frente al Monte de los Olivos –en donde Jesús rezó antes de ser apresado y crucificado– el Papa Benedicto XVI resaltó la vocación universal de Tierra Santa aseguró que allí "¡hay lugar para todos!" y por lo tanto no hay razón para prejuicios de ningún tipo.
Luego de explicar que las palabras de San Pablo en la lectura de los Colosenses en donde anima a "buscar las cosas de arriba, en donde Cristo está sentando a la derecha de Dios", resuenan "con particular fuerza aquí, bajo el Huerto de Getsemaní, en donde Jesús aceptó el cáliz del sufrimiento en completa obediencia al Padre", el Papa resaltó que las palabras del Apóstol de Gentes deben "resonar constantemente en nuestros corazones. Sus palabras nos señalan el cumplimiento de las antiguas profecías, en las que Dios enjugará las lágrimas de todos los ojos y preparará un banquete de salvación para todos los pueblos".
"Esta es la esperanza, esta es la visión, que inspira a quienes aman esta Jerusalén terrena a mirarla como una profecía y una promesa de la reconciliación y paz que Dios desea para toda la familia humana. Tristemente, dentro de las paredes de esta misma Ciudad, podemos ver lo lejos que estamos de darle cumplimiento a esta profecía y promesa".
En Jerusalén, dijo el Papa, "donde la vida conquistó a la muerte" la esperanza "sigue batallando contra la desesperanza, la frustración y el cinismo, mientras que la paz que es un don de Dios y el llamado que hace a ella, sigue estando amenazado por el egoísmo, el conflicto, la división y el peso de los errores pasados".
Tras precisar que por estas razones la comunidad cristiana debe ser luz para todos, Benedicto XVI resaltó que como "microcosmos de nuestro mundo globalizado, esta Ciudad debe vivir su vocación universal, tiene que ser un lugar en donde se enseñe la universalidad, el respeto a los otros, el diálogo y el mutuo entendimiento, un lugar en donde el prejuicio, la ignorancia y el temor que lo alimentan, sean vencidos por la honestidad, la integridad y la búsqueda de la paz".
Seguidamente el Pontífice lamentó que muchos cristianos hayan tenido que dejar Jerusalén ya que esto genera "un gran empobrecimiento espiritual y cultural de la Ciudad. Hoy quiero repetir lo que he dicho en otras ocasiones: ¡En Tierra Santa hay lugar para todos! Mientras aliento a las autoridades a respetar y apoyar el valor de la presencia cristiana aquí, quiero asegurarles la solidaridad, el amor, el apoyo de toda la Iglesia y la Santa Sede".
Luego de alentar vivamente a los cristianos para que sean cada vez mejores testigos de Cristo Resucitado, el Papa los exhortó a "encarnar ante los demás su súplica por un nuevo comienzo, la libertad nacida del perdón, la luz interior y la paz que pueden traer sanación y esperanza incluso a la más oscura de las realidades humanas".
Finalmente el Papa se refirió al Santo Sepulcro, en donde fue sepultado el Señor Jesús y de donde resucitó de entre los muertos. "Volvamos constantemente a esa tumba vacía. Reafirmemos nuestra fe en la victoria de la vida y recemos para que 'toda piedra pesada' colocada ante la entrada de nuestros corazones, bloqueando nuestra rendición total al Señor, en la fe, la esperanza y el amor, sea quitada por el poder de la luz y la vida que alumbró desde Jerusalén a todo el mundo aquella primera mañana de Pascua. ¡Cristo ha resucitado, Aleluya! ¡Verdaderamente ha resucitado. Aleluya!"
JUDÍOS DISCONFORMES CON EL PAPA
El Museo del Holocausto de Jerusalén ha expresado su decepción por el contenido del discurso del papa Benedicto XVI al rendir tributo a los seis millones de judíos muertos en el Holocausto, según afirmó la agencia judía “Aurora Israel”.
"El discurso fue bonito, pero creo que ha perdido una gran oportunidad: no ha recordado que los que perpetraron esa masacre eran alemanes", dijo a la prensa el rabino Meir Lau, sobreviviente del genocidio y presidente del Consejo Directivo de la institución.
Lau, que acompañaba al Pontífice, dijo al concluir la ceremonia que, "a diferencia de Juan Pablo II, Benedicto no habló del asesinato, sino de la muerte, de judíos, y no es lo mismo".
Asimismo, el rabino lamentó no haber oído un "arrepentimiento" de parte de Benedicto XVI, que "tampoco mencionó la cifra de seis millones" de muertos judíos, a pesar de que sí lo hizo en un discurso previo.
El Museo del Holocausto fue la segunda parada de Benedicto XVI en Israel, país al que llegó procedente de Jordania, primera etapa del peregrinaje por Tierra Santa.
No lejos del lugar donde el Papa rindió homenaje a las víctimas del nazismo, dentro del mismo museo, se halla una fotografía de su predecesor Pío XII con la leyenda de que no hizo nada para ayudar a salvar judíos de los nazis, lo cual es una completa falsedad, y es otra de las polémicas entre las dos religiones.
DEL EMBAJADOR ISRAELÍ EN EL VATICANO
El papa Benedicto XVI llegó a Israel en la tercera visita de un pontífice a Tierra Santa, cuyas relaciones con el Vaticano son de una complejidad político-religiosa sin precedentes en la Historia moderna.
"Difícilmente encontraremos un caso análogo de dos Estados no beligerantes que hayan tenido unas relaciones más tortuosas y laberínticas", es una cita del jesuita Michel Perko a la que el primer embajador israelí en la Santa Sede, Shmuel Hadas, recurre con asiduidad para exponer lo intrincado de un proceso de reconocimiento recíproco cuyo inicio se remonta a hace más de un siglo.
Argentino de origen, y diplomático de carrera que en 1994 abrió la representación de Israel en el Vaticano tras haber sido en 1986 también el primer embajador israelí en España, Hadas mantiene que la actitud de la Santa Sede hacia la creación del Estado de Israel en la antigua Palestina "fue en principio negativa, incluso hostil".
"Cuando el fundador del movimiento sionista, Teodoro Herzl, pidió en 1905 al papa Pio X que apoyase la creación de un Estado judío, recibió una respuesta tajante", subraya Hadas, quien afirma que el pontífice contestó: "los judíos no reconocieron a nuestro Señor, por tanto no podemos reconocerles el derecho a regresar a Tierra Santa".
A las diferencias "teológicas" se sumaron las "políticas" con la proclamación en 1948 del Estado de Israel y los conflictos armados que se sucedieron a continuación con los países árabes, lo que impidió "la internacionalización de Jerusalén", ciudad que el Ejército israelí ocupó en 1967, durante la Guerra de los Seis Días.
Hadas explica que la "internacionalización de Jerusalén" figuraba en el plan original de la ONU para la región y "era lo que defendía entonces la Iglesia Católica", con el propósito de salvaguardar los lugares santos cristianos, situados en el este de la ciudad (de mayoría de población árabe) y en la vieja ciudadela.
El punto de inflexión se produjo con la Conferencia de Paz de Madrid en 1991, asevera el diplomático. La negociación para el establecimiento de relaciones diplomáticas se inició en julio de 1992 y -"en solo año y medio, lo que es un periodo muy breve para la diplomacia vaticana", destaca Hadas, en diciembre de 1993 ambas partes alcanzaron el llamado "Acuerdo Fundamental", que desbrozó el camino para el mutuo reconocimiento.
"Para decirlo de una manera que no sea diplomática, para un diplomático, pese a que tenga larga experiencia, el Estado del Vaticano es como otro planeta", comenta sobre los primeros días que vivió, en junio de 1994, como embajador en la Santa Sede.
"No había asuntos consulares, culturales ni comerciales. Me dedique a intentar un acercamiento con la curia romana para crear un clima de confianza", rememora Hadas, que estuvo destinado tres años en el Vaticano y para quien el diálogo entre ambas partes ha sido desde entonces "fluido, profundo y, si ha sido necesario, crítico".
La comunicación franca no ha permitido que, tres lustros después, se hayan resuelto aspectos cruciales del "Acuerdo Fundamental" -como el régimen fiscal de las numerosas propiedades de Iglesia Católica en suelo israelí, algo que sigue pendiente-, aunque Hadas asegura que las posturas de los dos Estados son ahora más próximas.
"Queda el asunto de Jerusalén pero el Vaticano ha cambiado y en la actualidad, pide garantías internacionales para la ciudad, no su internacionalización. Y la mayoría de los israelíes es partidario de la creación de un Estado palestino, como el Vaticano", dice.
Hadas admite que la visita de Benedicto XVI ha levantado menos expectativa que la de Juan Pablo II en 2000 pero lo justifica con el argumento de que la del anterior Papa "era la primera" desde el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambas partes.
También hace hincapié en el diferente clima que rodea el viaje del actual Pontífice respecto al que envolvió el de Pablo VI, que en su estancia de 1964 "no pronunció la palabra "judíos" y de regreso al Vaticano -que todavía no reconocía a Israel- envió una misiva de agradecimiento dirigida simplemente al "presidente Z. Shazar, Tel Aviv", sin mencionar que se trataba del jefe de Estado israelí.
Fue, no obstante, durante el pontificado de ese Papa -en el Concilio Vaticano II, celebrado en aquel mismo año-, cuando la Iglesia Católica exculpó a los judíos de la muerte de Cristo y les eximió de la acusación de "deicidas", lo que sería condición imprescindible para el reconocimiento bilateral.
Shmuel Hadas recuerda que "durante generaciones los teólogos cristianos habían considerado la expulsión de los judíos de Tierra Santa como una consecuencia de su rechazo a aceptar a Jesús como el Mesías. El exilio era el castigo".
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