viernes, 22 de enero de 2010

PLAYAS Y EXHIBICIONISMO O... LA ASOCIACION DE SINVERGÜENZAS


Por Emilio Nazar Kasbo

La curiosidad malsana, el hedonismo, el libertinaje o la simple depravación humana conducen por malos caminos.
Llevan ya varios años de abrir "focos" inexistentes de lugares donde la impudicia puede reinar, promoviendo lo mismo que en otros países: una depravación.
DELINCUENTES
Cabe destacar que las exhibiciones impúdicas son un delito penal, y los medios de comunicación que hacen notas sobre de tales sitios como "una opción de cada persona" no hacen más que apología del delito. Solamente que no hay policía ni jueces que así lo declaren, convirtiendo esta temática delictiva en "zona liberada"... tal como ocurre con el aborto.
Las mentiras difundidas en los medios de comunicación sobre tales sitios, magnifican la cantidad de personas que concurren a tales lugares. Concurrirían allí solamente personas que tengan una sexualidad desviada, que existen... así como padres de familia que son corruptores de sus propios hijos. Existen.
Son sitios de pura difusión mediática, con ausencia de gente, imitando lo que se realiza en la decadente Europa, continente que está pagando su degradación con la infertilidad y nulas tasas de natalidad.
Existen incluso asociaciones que tienen por objetivo accionar a favor de los delitos reprimidos por el Código Penal, cometiendo las conductas delictivas, y que no pueden ser aceptadas por simple aplicación del ordenamiento jurídico nacional (como por ejemplo asociaciones que promueven el aborto o la impudicia pública). Sus dirigentes y "asociados" debieran ser pasibles de las sanciones previstas en el Código Penal, pero Argentina vive sin Ley... o mejor dicho con la Ley de la Selva donde impera el más fuerte.
¿"NATURALEZA"?
La excusa es el "contacto pleno con la naturaleza", la "eliminación de imposiciones de la sociedad", hasta dejar la dignidad y la vergüenza tiradas por el suelo, y quien en esto incurre tiene un nombre: sinvergüenza.
Tras derogar todas las normas en esas "zonas liberadas", plantean que existe un "código de convivencia": se prohibe toda manifestación sexual o erótica... por lo que las personas tienen que convertirse en una especie de eunucos indiferentes a todo estímulo, privados de su instinto natural ¿Y a eso llaman "contacto con la naturaleza"? Además hay otros lugares que son exclusivamente para el desenfreno sexual directo... como un gran prostíbulo al aire libre ¿eso es "contacto con la naturaleza"? ¿Esa es la "libertad"?
Infeliz quien cree que hallará la libertad despojándose de sus vestimentas, o quien piensa encontrar la felicidad en los actos de lujuria que siempre lo dejarán insatisfecho.
Tales sitios no son concurridos, son prácticamente desiertos, pero su único efecto se produce en los medios de comunicación.
LAS "CATOLICAS"
Las mujeres católicas tienen una grave responsabilidad en todo este tema, y son las principales víctimas.
Afirma el Padre José María Iraburu en su libro "Elogio del Pudor" (que se puede bajar gratis de http://www.gratisdate.org/nuevas/pudor/JMI-Elogio-pudor.pdf):
"las seglares cristianas, no se preocupan demasiado por ninguno de los tres valores gastan en vestidos demasiado dinero y demasiado tiempo; aceptan modas muy triviales, que ocultan la dignidad del ser humano; y no pocas veces, hasta las mejores, se autorizan a seguir, aunque un pasito detrás, las modas mundanas, también aquéllas que no guardan el pudor, alegando: «somos seglares, no religiosas».
"Al vestir con menos indecencia que la usual en las mujeres mundanas, ya piensan que visten con decencia. Llevarán, por ejemplo, traje completo de baño cuando la mayoría de las mujeres vista bikini; y si un día la mayoría femenina fuera en topless, ellas llevarían bikini, etc.
"De esta triste manera, siguiendo la moda mundana, que acrecienta cada año más y más el impudor, aunque siguiéndola algo detrás, se quedan tranquilas porque «no escandalizan »; como si esto fuera siempre del todo cierto, y como si el ideal de los laicos en este mundo consistiera en «no escandalizar». Por lo demás, no les hace problema de conciencia asistir asiduamente con su decente atuendo a playas y piscinas que no son decentes.
"Y éstas son las que, fieles a su vocación laical, manteniendo por lo que se ve celosamente su secularidad e insertándose valientemente en las realidades seculares, van a ir transformando esas realidades según el plan de Dios... Ideologías, vanas palabras, ilusiones falsas. Mentira.


LO PÚBLICO Y LO ÍNTIMO
No hay nada más conforme con la naturaleza humana que el pudor, el cual es un elemento distintivo entre las personas y los animales.
Hay algunos que hablan del pudor como contrapuesto al "tabú" (un tema del que no se habla porque es prohibido), cuando la realidad actual marca que la vergüenza y el pudor son los verdaderos "tabúes". Así, el pudor se contrapone al exhibicionismo (mostrar el cuerpo en público).
El pudor no es algo exclusivamente individual, sino también social, un respeto en la relación con las demás personas. Por el pudor, las partes del cuerpo que son íntimas se cubren, ya que sólo corresponden a la esfera de la vida privada de la persona, y cuya finalidad es engendrar nuevas vidas humanas.
AMARGA BURLA
Hay quienes se burlan cínicamente del pudor, afirmando que se trata de algo "antiguo", o que "el cuerpo no es malo y puede ser exhibido". Pero el cuerpo es la materia a la cual el alma que le da vida se encuentra unido en la persona humana, y cuya razón y voluntad acreditan su espíritu humano (distinto a los animales). El cuerpo humano está hecho para el alma humana, que es su realidad superior, y es el canal de su contacto con el mundo material, en una unión sustancial de ambos. En la unión amorosa de un hombre con una mujer, el cuerpo además tiene una expresividad singular y se convierte en una manifestación de afecto íntima con capacidad de engendrar una nueva vida.
Por ello, la vida en la intimidad sólo es accesible a la persona particular, y es un ámbito vedado al resto. La consecuencia es que exhibir públicamente lo que es propio del ámbito privado puede señalar una psicopatología exhibicionista, sentirse estimulado por un incentivo de tipo erótico en quienes lo contemplan, pero anula el espacio privado de la vida en la sociedad reducido a mero enardecimiento de instintos. Cuando tales realidades íntimas, que deben ser respetadas y cuidadas, se utilizan de tal modo, se degradan.
En el otro extremo está el curioso mirón, que busca introducirse en la intimidad ajena de modo desapercibido. Tal acción saca de contexto la intimidad ajena, y constituye una violación a la misma. Y esto sucede con mucha frecuencia en espectáculos y medios de comunicación, que envían tales mensajes a un público indeterminado al cual no escapan los menores de edad. Diarios, revistas, películas en el cine y la TV con obscenidades... y no existen autoridades que pongan freno a la pornografía que se difunde (aunque es reprimida como delito por el Código Penal). No faltan quienes violan su propia intimidad como un medio para lograr fines económicos, destruyendo su espacio personal, prostituyéndose ya sea de modo efectivo o ante la posesiva mirada ajena.
EXHIBICIÓN Y POSESIÓN
Exhibir las partes íntimas del cuerpo es dejarse poseer por otros. Tener vergüenza, mostrar pudor y cubrirse no es sometimiento a "ideas religiosas", ni tener "tabúes", o vivir algo irracional. La vergüenza y el pudor evitan que la propia persona sea considerada como un objeto, como "sex symbol", y se rebaje al mero nivel biológico sin consideración a la propia integridad.
El pudor no es negativo, sino que salvaguarda el uso irrespetuoso de las propias fuerzas engendradoras de vida, a fin de encontrarse en el marco adecuado de la privacidad de modo abierto a formas elevadas de unidad en el encuentro que permite concebir una nueva vida humana.
Quien cae en la carnalidad, anula sus dotes de racionalidad, y menos reflexivo será en su conducta. El exhibicionista que acude a los lugares referidos en esta nota al inicio, no se "libera" de nada, más bien se esclaviza de la lujuria al punto tal de vivir saturado de ella que ni el gusto puede sentirle.
Pero el pudor y la vergüenza fomentan la creatividad de la persona, fortalecen su racionalidad y buen juicio, establecen claramente la intimidad de la persona ante la influencia invasiva de la sociedad, y promueven el desarrollo personal.
En cambio quien se asume a sí mismo como parte de un paisaje exhibiéndose ante un público anónimo, renuncia al encuentro personal, se degrada, rebajándose a la condición de ser un mero estímulo de instintos ajenos, que conducen a la vaciedad del ser, la tristeza y la amargura.


EL PUDOR
El Padre Iraburu expresa los siguientes conceptos en la introducción de su libro, bajo el título "La extraña doctrina del pudor".
"Hace poco tiempo, en un retiro que yo daba a un grupo de jóvenes seglares sobre la santificación de los laicos en el mundo, señalé la profunda mundanización que hoy padecen muchos bautizados, incluídos también a veces los más fieles, y cómo en buena parte la sufren sin advertirlo. Y para que se dieran buena cuenta de esa realidad, quise ilustrar el tema con varios ejemplos. Uno de ellos se refería al impudor, hoy tan generalizado entre los cristianos:
«No es decente que hombres y mujeres se queden semidesnudos en playas y piscinas, o dicho de otro modo, es indecente. Esa costumbre está hoy moralmente aceptada por la inmensa mayoría, también de los cristianos: pero es mundana, no es cristiana. Jesús, María y José no aceptarían tal uso, por muy generalizado que estuviera en su tierra. Y tampoco los santos.
«La Biblia, en efecto, presenta la vergüenza de la propia desnudez como un sentimiento originario de Adán y Eva, como una actitud cuya bondad viene confirmada por Dios, que “les hizo vestidos, y les vistió” (Gén 3,7.21). Quedarse, pues, casi desvestidos es contrario a la voluntad de Dios. Ciertas modas, ciertas playas y piscinas mixtas –en las que casi se elimina ese velamiento del cuerpo humano querido por Dios– no son sino una costumbre mundana, ciertamente contraria a la antigua enseñanza de los Padres y a la tradición cristiana, que venció el impudor de los paganos. La desnudez total o parcial –relativamente normales en el mundo grecoromano, en termas, gimnasios, juegos atléticos y orgías–, fue y ha sido rechazada por la Iglesia siempre y en todo lugar. Volver a ella no indica ningún progreso –recuperar la naturalidad del desnudo, quitarle así su malicia, generalizándolo, etc.– sino una degradación.
«Al menos a cierta edad y condición, es poco probable que una persona asuma ese alto grado de desnudez inusual sin pecado de vanidad positiva: orgullo de la belleza propia, o negativa: pena por la propia fealdad –lo que viene a ser lo mismo–; y sin peligro próximo, propio o ajeno, de pecado de impureza (“todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón”, Mt 5,28).
«Y aunque esa persona se viera exenta de las tentaciones aludidas, cosa difícil de creer, hace un mal en todo caso al apoyar activamente con su conducta una costumbre mala, que a otros ocasiona muchas tentaciones, y que, desacralizando la intimidad personal, devalúa el cuerpo –y consiguientemente la persona misma–, ofreciendo su vista a cualquiera.
«Por lo demás, los religiosos fieles a su vocación no frecuentan playas ni piscinas, y los laicos que busquen la santidad tampoco deben hacerlo, como no sea en condiciones de lugar, hora y compañía sumamente restrictivas».
Así quedó escrito en los resúmenes que acostumbro dar en los retiros. Pues bien, en los días siguientes me fueron llegando las reacciones de aquellos jóvenes. Fueron muy variadas, desde la aceptación al rechazo. Pero en casi todas ellas había un fondo común de perplejidad: «nunca se nos había dicho esto».
Eso me hizo pensar que, aunque sea en forma parcial y poco ordenada, merece la pena ampliar un tanto el tratamiento de la cuestión, pues todo parece indicar que no hay en nuestro tiempo, ni siquiera en el pueblo cristiano más cultivado, suficientes noticias del pudor.

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