Editorial de N Gallo del 16/ 6/2012
En términos náuticos estar “al
garete” en el mar es estar con la embarcación movida solo por los vientos y las
corrientes. Después de 9 años de
Kirchnerismo el país parece estar “al garete”. Nadie, y mucho menos los que
tienen la responsabilidad de conducir,
sabe para qué lado rumbear. Las decisiones se originan en humores tan
oscilantes como las corrientes del mar,
o se originan en reacciones para debilitar a enemigos y alimentar la discordia
y el enfrentamiento dentro de la sociedad. Las reacciones, como los vientos de
los océanos, son violentas y cambian de cuadrante con harta frecuencia.
Cuando la sociedad se enerva frente
a un accidente trágico como el del Once, ¿el Gobierno qué hace?: cambia de Ministerio
a la organización y a los responsables.
Hay problemas con el dólar cuya
demanda se origina en la falta de
confianza de la gente y el manejo queda en manos de los funcionarios menos
confiables de todos: el Secretario de Comercio y el jefe de la AFIP. Estos actúan histéricamente, confunden
ahorro con necesidades de inversión y minimizan la globalidad de la economía.
El hijo tiene un problema en una
rodilla y cunde la locura. Se movilizan aviones helicópteros y ambulancias como
si estuviese en riesgo la supervivencia del Estado.
Cuando la inseguridad golpea
fieramente las puertas de las familias, el debate se centraliza exclusivamente en
la despenalización del consumo de drogas.
La carne sube en las góndolas, pero
se mantiene su precio en el campo. Las enormes diferencias quedan, como en el
caso del trigo, en manos de ocultos intermediarios.
Dan aumentos salariales pero antes
de que los trabajadores puedan saborearlos, se los comen los impuestos a las
ganancias y el crecimiento del costo de vida.
Cambian de portavoces y favoritos tan
a menudo como lo hacían en la Europa del siglo 18 las monarquías más
autoritarias.
Vivimos en una Argentina sometida a vientos
y corrientes propias y ajenas, que la actual conducción no tiene idea de cómo
enfrentarlas. Las vacilaciones se ocultan con la teatral energía en los
discursos. En tanto, en su incierto deambular, llena al país de corrupción y
pobreza, a las que tapa con las interminables mentiras a las que es
enfermizamente afecto.
Como no hay razonamientos detrás de las
decisiones que se toman, salvo el disfraz ideológico con el que pretenden envolverlas,
al igual de lo que pasa con los barcos “al garete”, resulta imposible entender
para dónde vamos. Son tiempos para que la oposición reclame, al menos, coherencia
y rumbo en la conducción, sea el que sea.
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