Reproducimos a continuación en forma completa la "Carta Abierta a los Oficiales Patriotas de las Fuerzas Armadas", que fuera publicada el día 6 de enero de 2009 por Cristiandad en su página (http://radiocristiandad.wordpress.com/2010/01/06/por-fin-algo-de-agua-fresca/) :
La creciente indignación por el delito de “portación de apellido”, que la montonera ha instalado como criterio de selección para ascensos, mandos y comisiones, es una excelente oportunidad para comenzar a hacer algunas precisiones y reflexiones sobre nuestra actitud y nuestras responsabilidades, en orden a continuar coherentemente con el esfuerzo de la resistencia. La confusión es grande y podemos desperdiciar poder de combate en acciones individuales aisladas o, peor aún, darle letra al enemigo para fortalecer su posición. Es tiempo de coherencia en el pensamiento, de prudencia en el planeamiento y de valentía en la acción.
Acerca del dolor por lo que pasa.
El mal profundo que aqueja a la Patria es muchísimo más grave que la postergación del ascenso de algunos de nosotros por el resentimiento de la montonera y sus corifeos. Quienes estamos consagrados a la defensa de la Patria (no de “intereses nacionales”) debemos estar inflamados de santa ira desde hace ya mucho tiempo por varias otras causas: por el encumbramiento de criminales en el gobierno, por la apología de las bandas terroristas mediante la deformación de la historia, por el encarcelamiento (y muerte por falta de atención) de nuestros camaradas que combatieron a la subversión, por la persecución a la Iglesia, por el ataque y el odio a nuestro obispado, por la presentación de blasfemias como arte, por el saqueo y despilfarro del dinero de los contribuyentes, por la perversión de nuestros hijos en las escuelas con la “educación sexual”, por la promoción de la contranatura y el aborto, por la ideologización de la educación y la cultura, por la deformación aberrante de las instituciones de la república, por el sustento estatal de nuevas bandas armadas de agitadores marxistas, por la injerencia totalitaria del estado en la educación de nuestros hijos, por la satanización de las FF.AA., por la vulgarización pornográfica de los medios masivos de comunicación, por el inmundo sistema partidocrático que se arroga la exclusividad de la representación política, por la demolición de la familia y de todo principio de autoridad, por el garantismo jurídico gracias al que asesinos quedan impunes, por la subvención estatal a la vagancia y a las mafias sindicales; por que la Nación Argentina esté representada en el exterior por homicidas, aborteros, terroristas, atorrantes, mafiosos, vagos y malentretenidos; porque son demolidos los fundamentos mismos del orden social y por un largo y penosísimo etcétera.
Todo esto viene ocurriendo desde hace mucho tiempo antes que las actuales injerencias de la montonerita en la vida interna de las FF.AA. El odio de la caterva gobernante por todo lo que tenga algún vestigio de Patria, de milicia auténtica y de catolicidad, es plenamente coherente con la naturaleza intrínsecamente perversa y diabólica de sus miembros, pero esto no es una exclusividad ni una novedad de este gobierno. Lo que hoy nos aqueja se viene cultivando desde el alfonsinato y todos tenemos parte de responsabilidad en que aquellos vientos hayan generado estas tempestades. A partir del patán estrábico y su yunta sólo hubo un cambio en el modo, o, si se quiere, en la intensidad, no en el contenido. Antes eran más sutiles y ahora son más brutales; un cambio de estilo que se condice con el gramscismo de aquéllos y la bestialidad de éstos.
Lo notable no es la insolencia con la que se atreven a hacer lo que están haciendo, sino que todavía no hayan ocurrido cosas mucho peores, bonanza sólo atribuible a la providencia divina.
Que sean capaces de postergar oficiales sólo por su apellido es algo que no nos debe extrañar, porque es lo propio de mentes patológicas cuando ejercen una autoridad cuyo fin no comprenden y con la cual no saben qué hacer. La naturaleza de la autoridad, como potestad justificada por el bien común y orientada hacia éste, les es totalmente ajena, como les son ajenos la virtud, la piedad, la Patria, el derecho, la lógica y hasta el sentido común. Los miembros de la banda gobernante y en particular el ejemplar que instalaron como comisaria política en el Ministerio de Defensa, estuvieron, están y, salvo especial intervención divina, estarán siempre psicológicamente más cercanos al delincuente que al estadista, más identificados con el agitador de barricada que con el ciudadano decente y sentimentalmente más unidos con el anarquista ponebombas que con el soldado heroico. No esperamos de ellos otra cosa que odio, arbitrariedad, resentimiento y bestialidad.
Si nuestro dolor por las arbitrariedades en los ascensos se inserta en el dolor previo por todo lo anterior, entonces es legítimo; si recién ahora nos indignamos, es una simple reacción egoísta ante un interés personal amenazado, dentro de una culpable indolencia por el largo calvario que viene sufriendo la Patria que hemos jurado defender. Si cuando nos vemos afectados personalmente nos airamos, luego de que durante años fuimos espectadores pasivos de la demolición de la Patria, entonces no somos mejores que ellos.
Duele pensar que nos indignamos recién ahora cuando nos vemos afectados personalmente y nadie (o muy pocos) alzaron la voz durante los largos años en los que la Patria fue sometida a la impiedad y las fuerzas armadas fueron humilladas y escarnecidas de innumerables formas. Eso suena a la actitud de los “caceroleros”, que votaron a terroristas e inútiles, miraron para el costado ante la perversión de las costumbres y la destrucción del orden social, pero el día que les metieron la mano en los bolsillos salieron indignados a la calle a protestar por lo que ellos mismos habían causado.
Algunas preguntas para la reflexión y el examen de conciencia:
¿Hemos sido conscientes de estos males que aquejan ya hace años a la Patria que juramos defender o sólo nos preocupan nuestros ascensos, tener más medios y mejores sueldos?
¿Nos preocupa más nuestra fuerza como institución de la Patria o nuestra carrera?
¿Tenemos presente en todos los actos del servicio que somos instituciones de la Patria y no “organismos del estado” o “dependencias del ministerio de defensa”?
¿Acaso no hemos rendido tributo mental a muchas ideas que son justamente el origen de la postración de la Patria: el democratismo, el pluralismo, el relativismo, la laicidad del estado, el positivismo jurídico, el sometimiento de nuestra soberanía jurídica a “tratados internacionales”, el “funcionario público”, el Nuevo Orden Mundial, los “nuevos roles”, la “reconciliación” de los argentinos, el “género”, la “democratización” de las FF.AA., la “soberanía popular”, etc…?
¿No le habremos levantado monumentos a las causas y ahora nos escandalizamos por las consecuencias?
¿Recordamos que la Patria está en manos de una banda de delincuentes subversivos, cuyos antecedentes –de los cuales no han renegado ni se han arrepentido- incluyen haberse alzado en armas para instaurar en nuestro país una tiranía bolchevique? ¿No hay entre nosotros algunos insensatos que piensan que simplemente son un gobierno que “no nos quiere mucho” o algún tarado que dice “…en el fondo, la gorda nos quiere.”?
¿Acaso no hemos sido espectadores pasivos y silenciosos de la destrucción de la justicia militar; de la injerencia zurda en los planes de estudio; de las clases de “Ética” o “derechos humanos” a cargo de agitadores marxistas; de las conferencias sobre la problemática de “género”; de las no discriminaciones de concubinos, fornicarios, manfloros y herejes sectarios; de la “tolerancia” con “soldadas”, “aspirantas”, “marineras”, “cadetas” y hasta “oficialas” flojas de bombacha que quedan embarazadas solteras o se enfiestan en sus unidades?
¿Nunca dijimos frasecitas estúpidas tales como: “Hay que adaptarse a los nuevos tiempos” o “Hay que aceptar que el mundo cambió y ahora lo militar es distinto” o “Hay que evolucionar, no podemos aferrarnos al pasado” o “No hay que preocuparse, en el fondo no cambia nada…”?
¿Acaso no hemos escuchado y hemos aceptado dócilmente las interminables conferencias o los insoportables pasquines donde habladores y escribidores de uniforme rinden tributo al discurso de los “nuevos roles”, mientras la Patria es sometida por montoneros en el gobierno y tres archipiélagos nuestros están ocupados por los ingleses?
¿No habremos caído en la ridiculez de buscar los argumentos contra la infamia montonera en los editoriales progres de La Nación que queman incienso a la memoria de Alfonsín, o en los loores al relativismo de Grondona, o en los discursos del rabino Bergman o en los dinosaurios gorilas que siguen suspirando por los bombardeos a la Plaza de Mayo?
¿Nos preocupamos por formarnos en el pensamiento nacional y en la Doctrina Social de la Iglesia o nos entusiasmamos con las fruslerías que le escuchamos decir a cualquier politiquejo que aparece como opositor?
¿Somos conscientes de que fuimos derrotados en una guerra cuyo campo de combate son las ideas y que lo que se gana o se pierde son voluntades y no espacios geográficos? ¿Nos damos cuenta de que la primera línea de combate está en nuestras mentes?
¿Tenemos presente que estamos llamados a la resistencia y la refutación permanente de los desvaríos ideológicos del régimen y no al contubernio mental con sus ideas? ¿Hemos sido dóciles retransmisores de sus falacias hacia nuestros subalternos?
¿No nos da vergüenza que la encuesta que encargó la montonera para saber qué pensábamos acerca de la persecución judicial a nuestros camaradas que combatieron al marxismo arrojó como resultado que ese era el tema que menos nos importaba?
¿Nos acordamos de rezar por nuestros camaradas prisioneros de guerra en las mazmorras del régimen? ¿Los ponemos en las intenciones de la misa?
¿Acaso no hay entre nosotros algunos que si les aumentaran el sueldo y le compraran algún barco, avión o vehículo dirían: “después de todo, estos tipos no son tan malos”?
Nos indigna ver a nuestras cúpulas rendirle pleitesía a la montonera, verlos bajar cuadros o entregar escuelas. Somos rápidos para pensar que son capaces de cualquier bajeza con tal de seguir aferrados a sus puestos, sueldos, autos oficiales y personal de servicio… ¿Acaso nosotros, cada uno en su nivel, no hemos hecho lo mismo cuando guardamos silencio, cuando cumplimos sin chistar algún vómito que baja del Ministerio de “Defensa” o cuando nos convertimos en cómplices de la demolición moral de nuestra fuerza para no arriesgar un ascenso, un nombramiento o una comisión al exterior?
¿Vivimos heroicamente las bienaventuranzas y el testimonio valiente de la Verdad en nuestras carreras o cuando nuestros intereses personales se ven amenazados se nos termina la indignación y nos convertimos en dóciles instrumentos de los montoneritos y sus cómplices de uniforme?
Estas preguntas sirven para tomar conciencia de que, gracias a nuestra incoherencia a lo largo de muchos años, tenemos gran parte de responsabilidad por lo que nos está pasando hoy. No se trata de minimizar el dolor o la injusticia que sufren quienes se ven postergados sólo por su apellido. Se trata de que recordemos que tenemos una Patria que defender y por muchos años hemos contemplado silenciosamente su demolición.
Si luego de este examen te sientes mal, es un excelente comienzo. La conciencia de la falibilidad es el primer paso hacia la rectitud, así como la conciencia del pecado es el primer paso hacia la santidad.
No nos quedemos en el diagnóstico, pasemos a la acción.
Camarada patriota:
Ofrece tu dolor por las arbitrariedades con que han afectado tu vida y tu carrera. Toma la persecución que sufres como tu modo personal de vivir las bienaventuranzas. Pon tu dolor al pie de la cruz, allí, al lado de María, Iuxta crucem lacrimosa. Si te dejas llevar por el odio y el resentimiento, no eres mejor que ellos. Carga tu cruz aferrándote a ella con amor y ofrece tu dolor por la Restauración de la Patria.
Ellos sólo tienen su dinero y su efímero poder, que se les está escurriendo de entre las garras. Tú recuerda a Santa Teresa:
“Nada te turbe, nada te espante,
todo se pasa, Dios no se muda;
la paciencia todo lo alcanza,
quien a Dios tiene nada le falta,
sólo Dios basta.”
Si vives en gracia, en la oración y en la frecuencia de los sacramentos, tú tienes lo único que hace falta. Ellos, pobrecitos, son a la Patria como esa legión de demonios que poseían al infeliz de Gerasa. Nosotros, con la ayuda de Dios, la vamos a exorcizar.
No te quedes maldiciendo en inútiles conversaciones de cuartel o de cámara. Pasa a la acción concreta:
Estudia a los pensadores de nuestra Patria y de Occidente. Fórmate espiritual e intelectualmente.
Reza por la Restauración.
Refuta las barbaridades del ministerio defensivo y no le des cabida ni en tus palabras, ni en tu mente ni en tu corazón.
Educa a tus subalternos, neutraliza los mensajes disolventes. Enséñale a tus hombres a ver la brutalidad y la impiedad de banda subversiva que nos gobierna.
Asume tu parte en la Restauración de la Patria. Prepárate tú y prepara a tus hombres para el momento de la contraofensiva.
Juraste defender a la Patria. No hacer lo que mejor puedas en tus circunstancias es pecar contra el segundo mandamiento. Honra el sable que alguien te alcanzó, pero que Cristo Rey te entregó.
Cuando se les termine su “mandato popular” volverán a las alcantarillas de donde salieron a seguir siendo lo que siempre fueron, mientras que tú seguirás siendo un oficial con una fuerza que restaurar y una Patria que reconquistar. No te desalientes, no rehúyas el Buen Combate; eres más valioso como oficial de la resistencia que como retirado que se va maldiciendo.
Vuelve al sano espíritu militar y no rindas tributo a las ideas de los enemigos de la Patria.
Cada pequeña acción de neutralización de las ideas defensivas es importante. Cada arenga, cada charla de conducción, cada concepto claro en una clase, cada buena lectura, cada panfleto zurdo tirado a la basura, cada rosario ofrecido por la Restauración de la Patria es un avance.
Difunde esta carta y los comunicados del Comando de la Resistencia. Exhorta a los tibios a combatir. Consigue las órdenes de operaciones, usa los indicativos y cumple tu parte.
Encomiéndate a María, sabiéndote amparado por Ella en la primera línea del Buen Combate, por Dios y por la Patria.
Las tinieblas ya se están disipando. Volverá a reír la primavera.
Dado en el Puesto Comando de la Resistencia,
en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María,
la que venció a todas las herejías,
la que le va a aplastar la cabeza al linaje de la serpiente,
la que nos ampara y nos guía en la Reconquista de la Patria.
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